La emocionante Copa América, en la que la selección peruana pudo llegar a las semifinales, tendrá como nuevo campeón a Brasil o Argentina, las dos grandes potencias futbolísticas de la región. Un resultado que no parece azaroso: históricamente, ambos países son los que han mantenido el dominio en este deporte, casi como reflejo de una hegemonía mayor.
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Porque no solo son las dos naciones geográficamente más extensas de Sudamérica, sino que también han servido como ejes diferenciados de las movidas culturales de la región. Y cuando hablamos de fuerzas creativas, Argentina quizá ha tenido un mayor alcance hacia otros países, debido a que la cuestión idiomática implica una barrera entre Brasil y sus vecinos. Aun así, la influencia de ambos ha sido importante.
Por esa razón, y como antesala a la esperada final a disputarse este sábado, hemos preparado una pequeña selección de recomendaciones musicales, cinéfilas y librescas provenientes de ambas culturas. Acotadas sugerencias para ir calentando la previa del partido.
EN LA MÚSICA
La riqueza musical brasileña tiene muchísimas vertientes, pero es el movimiento denominado Tropicalia uno de los más interesantes por su audaz propuesta que mezclaba ritmos tradicionales (como la samba) con la psicodelia sesentera. Además, su valor como respuesta política a la dictadura militar de la época fue clave en su calado y expansión. De allí surgieron artistas como Caetavo Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa, Tom Zé, pero en esta ocasión destacaremos a Os Mutantes, fantástica banda que dio a conocer a la también enorme Rita Lee, su vocalista.
El lado argentino no se queda atrás. De hecho, para centrarnos solamente en el rock hecho en esas tierras, habría que decir que fue en definitiva la corriente que más influencia ha ejercido en toda la región, incluido el Perú. Podríamos remontarnos a Sandro, mencionar a clásicos como Almendra y Sui Generis, o hablar del impacto de Soda Stereo; sin embargo, optaremos por rescatar a Sumo, la banda de pospunk, ska y reggae que ha quedado (injustamente) un poco a la sombra, quizá por su iconoclastia y peculiaridad sonora. Liderada por el inolvidable Luca Prodan, la agrupación ha resistido formidablemente al paso del tiempo. Conviene revisitarla.
EN EL CINE
Brasil fue la cuna del aguerrido movimiento Cinema Novo, que tuvo al díscolo y genial Glauber Rocha como su máximo exponente. Cualquier cinéfilo que se respete debe tener en su radar a obras como “Dios y el diablo en la tierra del Sol” o “Tierra en trance” (ambas de 1964) para entender mejor el carácter disruptivo brasileño de la época. Y aunque al de Rocha vale la pena agregar nombres como el de Nelson Pereira dos Santos o el documentalista Eduardo Coutinho, el destacado de esta nota es un cineasta contemporáneo: Kleber Mendonça Filho, quien con solo tres largometrajes (“O som ao redor”, “Aquarius” y “Bacurau”) se proyecta como uno de los grandes nombres del cine mundial. Por cierto, en estos días Mendonça sirve como miembro del jurado oficial del Festival de Cannes, que preside Spike Lee.
El cine argentino también ha producido títulos formidables, que se remontan a los orígenes del arte en sí mismo. Conforme avanzaron las décadas surgieron nombres notables como el del maestro Leopoldo Torre Nilsson, las obras de culto de Leonardo Favio, el éxito en el Óscar de “La historia oficial” de Luis Puenzo (que repitió Juan José Campanella con “El secreto de sus ojos”), o el potente realismo de Pablo Trapero. Pero ninguna propuesta reciente tan interesante como la de Lucrecia Martel (Salta, 1966): innovadora, enigmática, vital y oportunamente feminista en una historia cinematográfica dominada por hombres, como ya vimos. Sus cuatro largometrajes son imprescindibles: “La ciénaga”, “La niña santa”, “La mujer sin cabeza” y “Zama”.
EN LA LITERATURA
Es en el campo de las letras donde más se han sentido las distancias del lenguaje entre Brasil y el resto de la región. Aunque su literatura es profusa y riquísima, proporcionalmente es muy poco lo que ha sido traducido y debidamente difundido en castellano. Quizá los nombres más sonados sean los de Machado de Assis, Jorge Amado, un clásico escolar como “Mi planta de naranja lima” de José Mauro de Vasconcelos, o el exitosísimo pero inefable Paulo Coelho. Aquí más bien recomendaremos, haciendo memoria rápida, al hace no mucho fallecido Rubem Fonseca, al extraño João Gilberto Noll, y sobre todo a la extraordinaria Clarice Lispector, cuya bibliografía inclasificable ha venido siendo reivindicada en los últimos años como uno de los puntos más altos de la literatura brasileña. Para no perderse son “La hora de la estrella”, “La pasión según G.H”, “La ciudad sitiada” y la reunión de todos sus cuentos.
Mencionar a Jorge Luis Borges y a Julio Cortázar debería ser suficiente para entender la magnitud alcanzada por la literatura argentina. Una producción copiosa, cambiante, pero siempre sostenida en el tiempo, que va del tradicional “Martín Fierro” a las oscuras exploraciones de Mariana Enríquez; de los delicados poemas de Juan L. Ortiz a la prosa transgresora de Rodrigo Fresán; y de los versos dolorosos de Alejandra Pizarnik a la claridad lectora-escritora de Ricardo Piglia. De entre toda esa brillantez creadora, resaltaremos aquí a la figura de Juan José Saer, una de las plumas más refinadas que haya visto nacer su país. Puro derroche de estilo y de originalidad para crear mundos propios. Novelas como “Cicatrices”, “Nadie nada nunca”, “Glosa” o “La grande” merecerían mucha mayor atención de la que han recibido a la fecha.
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