El cineasta y escritor Armando Robles Godoy falleció el 10 de agosto de 2010 y, doce años después, su legado sigue vigente. Es justo decir que sin él, sea en un set o fuera de este, la producción cinematográfica nacional, ya de por sí complicada, tendría incluso más trabas. Él fue impulsor para que el Perú tenga su primera ley del cine.
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Una carrera de largo aliento
Hijo del destacado compositor Daniel Alomía Robles y de la cubana Carmela Godoy, Armando Robles Godoy nació en Nueva York (EE.UU.) el 7 de febrero de 1923, pero con tan solo 10 años su vida tomó otro rumbo. Llegó al Perú en 1933 y años después empezó la carrera de Medicina en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, para después trasladarse a la Facultad de Letras.
Su viaje intelectual no lo incluía a él como estudiante en un aula. Sin concluir sus estudios, vivió en Tingo María (Huánuco) entre 1949 y 1957. Esta experiencia le sirvió como inspiración para algunos de sus proyectos cinematográficos más importantes. Durante ese tiempo también participó en concursos de teatro y cuento organizados por el recordado diario La Prensa. Sus relatos “Los tres caminos” y “En la selva no hay estrellas” resultaron premiados. Al retornar a Lima trabaja como periodista en el diario La prensa, así como en el suplemento dominical del mismo diario, 7 Días del Perú y del Mundo. Pero en esa década su encuentro con el periodismo duró poco.
En 1964 Robles Godoy estrenó su primera película, “Ganarás el pan”, la historia de un joven de clase alta que, para recibir su herencia, debe viajar dos años por el Perú y descubrir cómo viven las personas sin privilegios. Tres años después, adaptó a largometraje su cuento “En la selva no hay estrellas” (1967), seguida por “La muralla verde” (1970).
“En la selva no hay estrellas” ganó la Medalla de Oro en el Festival Internacional de Cine de Moscú, Rusia en 1967. Además, fue preseleccionada como Mejor película extranjera a los Premios Oscar 1968. En tanto, “La muralla verde” se llevó el Premio Golden Hugo en el Festival Internacional de Cine de Chicago de 1970 y también fue la opción peruana de nominación al Oscar de 1969. El juego de recursos audiovisuales en la cinta impulsó estos reconocimiento.
Con “Espejismo” (1973), Robles Godoy jugó con la estructura narrativa, por medio de recuerdos (flashbacks), al mostrar a un niño acomodado que se convierte en víctima del pasado feudal de su familia. Fue nominada a Mejor película en idioma extranjero de los Globo de Oro 1973 y ganó el premio a Mejor película en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de 1974. Tras ello, por falta de financiamiento a sus obras, el cineasta solo lanzaría dos películas más hasta su muerte en 2010: “Sonata soledad” (1987) e “Imposible amor” (2000), siendo esta última la primera película peruana filmada en video digital. En paralelo, mantuvo a flote su academia-taller de cine para apoyar a las siguientes generaciones de cineastas y fue colaborador constante de diario El Comercio.
Un legado, una lucha, una vida
A lo largo de su carrera, Robles Godoy experimentó la falta de apoyo por parte del Estado hacia la producción cinematográfica y decidió contribuir al cambio. Se convirtió en el principal impulsor de la primera ley del cine de nuestro país, que tenía como finalidad promover la producción y exhibición de cortometrajes en el Perú. El resultado: Ley de cine N° 19327, promulgada en 1972. Asimismo, enfatizó la necesidad de la Ley de Cinematografía peruana N° 26370 que rige desde 1994 y tiene como uno de sus objetivos impulsar la promoción y difusión nacional e internacional del cine peruano. Los últimos 50 años de producción cinematográfica se sostienen en la ardua lucha de este hombre.
A su legado como escritor se sumaron las novelas “Veinte casas en el cielo” (1962) y “El amor está cansado” (1976), así como las colecciones de cuentos “La muralla verde y otras historias” (1971) y “Un hombre flaco bajo la lluvia. 12 cuentos de soledad” (2004).
Su vida se apagó el 10 de agosto de 2010 a los 87 años. Armando Robles Godoy estuvo internado por varios días en la unidad de cuidados intensivos del hospital Edgardo Rebagliati de Essalud tras ser atropellado por un vehículo. Pese a la leve mejoría que presentó durante su estadía en el hospital, el cineasta vio deteriorada su salud y falleció tras sufrir un paro cardio-respiratorio. Poco antes del accidente que acabó con su vida, reveló lo que opinaba sobre la muerte: “Es tan misteriosa como la vida y la palabra misterio es aplicable a todo lo que llamamos realidad. Todo es un misterio, inclusive lo que no parece misterioso”.
El recuerdo que permanece
La escritora Marcela Robles Rey tiene un recuerdo muy claro de su padre, de la época en la que trabajaron juntos. En 1992, ambos produjeron la obra “Contragolpe”, escrita por ella y dirigida por Robles Godoy. Durante una conversación con El Comercio en julio de dicho año, el cineasta resaltó su regreso a la dirección de teatro después de doce años y el cariño al texto de su hija: “Uno se siente protagonista de algo poco frecuente en la historia de la cultura humana, vale decir, un padre dirigiendo una obra escrita por su hija. Ha habido casos semejantes pero muy pocos. Esto hace, por la situación tan original, que uno se sienta mucho mejor”.
En conversación con El Comercio, Marcela Robles recuerda aquella experiencia de manera emotiva. “Cuando terminó el montaje de ´Contragolpe´, que curiosamente protagonizaba mi querido Diego Bertie (que ahora está en mundos mejores), y terminamos el ensayo general en el Teatro Británico de Miraflores, le di las gracias a mi padre y le dije que me había hecho muy feliz con su visión de la obra. Me respondió que esa era la única opinión que le importaba realmente y que lo hacía igualmente feliz”.
Asimismo, la escritora resalta la gran influencia que continúa teniendo su padre en su vida y profesión. “El tiempo no existe para aquellas personas que dejan un legado perdurable tras de sí: en este caso su obra cinematográfica y literaria, que ahora lo representa. Se paró delante de toda una nueva generación, ávida por aprender nuevos lenguajes, para decirles cosas que quizás nadie había dicho todavía, al menos no de esa manera, como todo buen maestro. Armando siempre será un referente para el cine peruano porque fue un pionero en todo sentido, y la historia se encargará de recordarlo y mantenerlo vivo”, enfatizó.
Otra persona que conoció de cerca a Armando Robles fue el actor Hernán Romero, quien le mantiene una gran estima por todos los aprendizajes que recibió de su parte como amigos y también profesionalmente, cuando trabajaron en “Espejismo”. “Lo recuerdo como un hombre que vivía cine. Todo él era cine. Todo lo interpretaba cinematográficamente, tenía una visión muy especial, particular del mundo”, resaltó a El Comercio. “A él no le gustaban los actores que ‘actuaban’. La sinceridad en lo que se hacía era lo que él pedía y lograba de nosotros”, recuerda Hernán.
Más allá de las pantallas, ambos eran cercanos y solían reunirse por las tardes. Muchas de esas ocasiones se convirtieron en un ´taller´ sobre cine dictado por el mismo Armando Robles. “Era un hombre muy inteligente, era muy grato conversar con él porque uno se enriquecía con su interpretación de las cosas. Él y Marco Aurelio Denegri eran personas muy afines con ello. Solíamos reunirnos un grupo de estudiantes de cinematografía y charlar. Fue un maestro”, finalizó.
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