Miraba “Kinra” y me venían a la memoria dos películas. En “El caballo de Turín” (2011) del húngaro Béla Tarr, un padre y su hija, aislados del mundo en una pequeña cabaña, pasaban buena parte de sus repetitivos días sentados a la mesa comiendo papas sancochadas como único alimento. En tanto, en “Madre e hijo” (1997), del ruso Aleksandr Sokurov, un hombre y su anciana madre paseaban por el campo mientras sostenían largas conversaciones, casi como una forma de esperar la inminente muerte de la mujer.
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No sé si Marco Panatonic (Chumbivilcas, 1988) haya tomado como referencias esas dos cintas, y tampoco quiero asegurar que funcionen como influencias directas sobre su película. Pero sí me parece interesante que tengan vasos comunicantes con dos cineastas como Tarr y Sokurov, maestros contemporáneos de los tiempos lentos y la contemplación.
En “Kinra”, el protagonista Atoqcha es un joven que vive en el campo junto a su madre sembrando y cosechando papas. Su ritual en torno al noble tubérculo es de rutina y lo acompañan con pláticas fútiles que, de pronto, se desvían a un mal augurio. La madre escucha a un perro aullar a lo lejos y afirma convencida de que se trata de una premonición: alguien está próximo a morir. No lo sabe aún, pero la muerta será ella.
Nada de esto es un ‘spoiler’. De hecho, la premisa central de la película es el destino de Atoqcha tras la pérdida de su madre. Un desvarío emocional sin alardes dramáticos ni manipulaciones sentimentales, pero que lleva contenido el trance del duelo. En “Kinra” todo funciona más o menos así: los gestos son esquivos, a los personajes los observamos muchas veces de espaldas, los diálogos se escuchan pero no vemos a las figuras parlantes en la pantalla.
En esa misma línea austera, otro mérito de la película de Panatonic es que elude el preciosismo del paisaje andino, ya demasiadas veces explotado. Aquí hay un movimiento entre el campo y la ciudad (de Chumbivilcas a Cusco, y viceversa), pero, lejos de incidir en el tono bucólico o en denunciar diferencias y brechas, pone en jaque algunos conceptos preconcebidos del desarrollo: ¿es realmente la urbe precarizada un lugar muy diferente al páramo rural?
Con su particular sentido del ritmo narrativo, Panatonic nos presenta a un personaje que es, en esencia, un NN. Poco a poco, la cámara se va acercando, lo encuadra y lo enfoca, lo va reconociendo. Lo sigue en su búsqueda de un futuro concreto, aunque totalmente incierto. Mientras trata de conseguir por primera vez una partida de nacimiento, Atoqcha intenta postular sin éxito a la universidad; mientras trabaja en una ladrillera por unos cuantos soles, garabatea como un niño en un cuaderno la que espera sea su firma definitiva. Acaso la prueba legal de que posee una identidad, de que existe. De que no es solo el hijo de una mujer que también vivió en el anonimato y murió sin apellidos admitidos por la ley.
Calificación: 4/5.
Reparto: Raúl Challa, Tomasa Sivincha, Yuri Choa.
Director: Marco Panatonic.
País y año: Perú, 2023.
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