Hace 81 años, la ceremonia de los Premios de la Academia ya era la fastuosa reunión de estrellas que solo podían estar juntas en un mismo lugar esa sola noche del año. Aquel 29 de febrero de 1940, era la doceava ocasión que sucedía. Nombres como Bette Davis, Vivian Leigh, James Stewart, Clark Gable, John Wayne, Mickey Rooney, Laurence Olivier, Olivia de Havilland, Judy Garland o John Ford, se encontrarían en el Coconut Grove del Ambassador Hotel de Los Ángeles, California, para premiar a los talentos de películas como Caballero sin espada, El mago de Oz, Adiós, Mr. Chips, Cumbres borrascosas, La diligencia, Amarga victoria o Lo que el viento se llevó, todos títulos de 1939, considerados clásicos del cine americano, aún hoy.
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Sin embargo, una de las actrices que más brilló en aquella película que inmortalizó la historia de Rhett Buttler y Scarlett O`Hara, tendría que ver la ceremonia desde un lugar incómodo y lejano, no como el resto de nominados o ganadores, ubicados en las mesas principales del banquete que antes se celebraba como gala de los Oscar. ¿La razón? Ser una mujer negra en la América segregacionista de entonces. Gracias a su interpretación de la criada Mammy, Hattie McDaniel –hija de dos esclavos liberados- se había convertido en la primera actriz afroamericana en ser nominada a un Oscar. Esa misma noche, también sería la primera en ganarlo, tras imponerse a su compañera de reparto, Olivia de Havilland, y a otros importantes nombres del Hollywood de entonces, otras tres actrices blancas. En aquella ceremonia, McDaniel tuvo que acercarse al escenario desde una de las mesas del fondo. Era la única del elenco principal que no podía sentarse en la zona principal, por culpa de las normas de segregación racial, conocidas como ‘leyes Jim Crow’. Según cuentan las crónicas de la época, Clark Gable y Olivia de Havilland le mostraron su respeto y cortesía. Sin embargo, no era la primera vez que le sucedía: a causa de las mismas leyes, ni siquiera recibió una invitación para el estreno de Lo que el viento se llevó, realizado el 15 de diciembre de 1939, en Atlanta.
“Este es uno de los momentos más felices de mi vida –dijo, al recibir su Oscar, aquella noche de febrero del 40, tras ser presentada con palabras amables, a pesar del maltrato en la ceremonia-, y quiero agradecer a cada uno de los que participaron en mi elección para uno de sus premios, por su amabilidad. Me ha hecho sentir muy, muy humilde; y siempre lo mantendré como un faro para cualquier cosa que pueda hacer en el futuro. Espero sinceramente ser siempre un crédito para mi carrera y para la industria cinematográfica. Mi corazón está demasiado lleno para decir cómo me siento…”, con la voz entrecortada y los ojos húmedos, Hattie McDaniel salió rauda del escenario. Pasarían casi 25 años para que otro actor afroamericano le tomara la posta.
Pantalla en blanco
“Es un tributo a un país donde las personas son libres de honrar logros notables independientemente de su credo, raza o color”, fueron las amabilísimas palabras que usó la actriz Fay Bainter, para presentar a Hattie McDaniel. Quizás ella sí las sentía, pero para la Academia eran pura hipocresía protocolar.
Si una galardonada actriz como Hattie McDaniel, que tuvo que ganarse la vida, principalmente, haciendo el papel de criada –”¿Por qué debería quejarme de ganar $ 700 a la semana haciendo de sirvienta? –dijo alguna vez- Si no lo hiciera, estaría ganando $ 7 a la semana siendo una”-, sufrió aquel episodio de discriminación, con la tolerancia y complicidad de la Academia, ¿qué podía esperarse del trato hacia otras actrices afroamericanas principiantes, desconocidas o no tan destacadas como ella? ¿Y las de otras minorías? Indios, asiáticos, árabes o gays fueron permanentemente etiquetados o directamente relegados. Cada año que pasó le confirmó a generaciones de actores que Hollywood los encasillaría en determinados roles o no los consideraría para papeles protagónicos o premios como el Oscar si no eran blancos. Las siguientes listas de ganadores de los premios de la Academia así lo confirmaron por más de dos décadas.
A pesar de que en 1948 se le otorgó un Oscar honorario al actor James Baskett, por su papel en Canción del sur, una producción de Disney, la decisión causa polémica hasta hoy, pues la película es considerada una idealización racista. Baskett interpretaba al tío Remus, un amable y dócil afroamericano que recordaba con inexplicable y edulcorada nostalgia, los años de la esclavitud en una plantación. ¿Cómo representaba eso a una minoría que quería desestigmatizarse y no hacer los mismos papeles de esclavos, criados, asesinos o ladrones a los que los obligaba la industria?
No fue hasta el Oscar de 1955 que otra mujer negra, Dorothy Dandridge, sería nominada, por primera vez, como Actriz Principal -por su papel en Carmen Jones-, aunque sería vencida por Grace Kelly. Nuevamente hay que viajar casi 10 años más para llegar a la ceremonia del Oscar de 1964, en la que Sidney Poitier obtendría la segunda estatuilla para un afroamericano, gracias a su actuación en Lillies of the Field. Poitier, activista por los derechos civiles que, en agosto de 1963, participó en la Gran Marcha sobre Washington junto a sus amigos Harry Belafonte o Martin Luther King –que pronunció aquel día su célebre discurso “I have a dream”- detestaba ser considerado como el “afroamericano simbólico” de un Hollywood bastante lejos de ser progresista e integracionista. La ‘Caza de brujas’ había terminado muchos años atrás, pero esto no se trataba de persecución, sino de ocultamiento. Los tiempos en que los estudios preferían contratar a actores blancos con la cara pintada de negro que a actores realmente negros, no parecían tan lejanos.
Tanta razón tenía Poitier que tuvieron que pasar 38 años hasta que otro actor negro, Denzel Washington, ganara el premio como Actor Principal (por su performance en Día de entrenamiento). Curiosamente, esa misma noche del 24 de marzo del 2002, en el Teatro Kodak de Los Angeles, se le otorgaba el Oscar honorario a Poitier –aún hoy vivo, con 94 años-, “por sus extraordinarias actuaciones y presencia única en la pantalla, representando a la industria con dignidad, estilo e inteligencia”. No era, por supuesto, la misma dignidad que Hollywood mezquinaba a los actores negros. Otro ejemplo: esa misma noche, Halle Berry –quien años atrás había protagonizado el biopic sobre Dorothy Dandridge- se convirtió en la primera actriz afroamericana en ganar el premio principal en su categoría, por su papel en Monsters Ball. ¿Cómo puede ser posible que, entre 1940 y el 2001 hayan sido premiados tan pocos actores negros? Si eso no fue racismo, es difícil imaginar qué otra razón puede argumentarse. Actores como Woody Strode, Claudia McNeil, James Earl Jones, Ossie Davis, Cicely Tyson, Ruby Dee o Brock Peters fueron postergados durante los años 40, 50 o 60, para conseguir reconocimiento solo una vez que avanzaba la lucha por los derechos civiles.
¿A todo color?
Tras conocerse las nominaciones al Oscar del 2016, la cosa explotó, porque se repetía la historia del año anterior que dio origen a un hashtag de alcance mundial. Actores como Jada Pinkett, Will Smith o directores como Spike Lee sabotearon la gala, tras movilizarse como parte de la campaña #OscarSoWhite, protesta contra una lista de nominados completamente “blanca”, a pesar de que varios actores negros tuvieron papeles destacables ese mismo año. “¿Cómo es posible que, por segundo año consecutivo, los veinte aspirantes en las categorías actorales sean todos blancos? Y eso, sin hablar de otras categorías. Cuarenta actores en dos años y nada de sabor. ¡Nosotros somos actores!”, dijo entonces Lee.
Otro actor, Tyrese Gibson, llegó a pedirle a Chris Rock que no actúe como presentador de la gala y se sume al boicot, pero el comediante prefirió cumplir con su trabajo, haciendo un filoso uso de la ironía. Y cumplió su parte. Frases como “este año, las cosas van a ser diferentes, en el segmento In Memoriam solo aparecerá gente negra que ha sido tiroteada por policías”; si se nominaran a los presentadores, yo no hubiera conseguido el trabajo, ahora mismo estarían viendo a Neil Patrick Harris” o “Hollywood es una hermandad universitaria racista” no tardaron en volar por el mundo a través de las redes sociales, dejando más en evidencia aún a la Academia.
Para entonces, las cifras eran devastadoras. Según el New York Times, 92% de los principales directores de cine eran hombres y el 86% de las principales películas presentaban actores blancos. De hecho, el año pasado solo hubo una nominada afroamericana, Cinthya Erivo, por Harriet, lo que dio pie a un sarcástico diálogo entre los presentadores. “En 92 años hubo cambios significativos en los premios Oscar, por ejemplo, en el de 1929 no había un solo negro nominado”, dijo Steve Martin, a lo que Chris Rock respondió “es cierto, y en el 2020 tenemos… ¡un nominado!”. Los asistentes no sabían si reír o quedarse con la cara del famoso meme Hide the Pain Harold.
Los datos son bastante concretos: en más de 90 años de historia de los premios Oscar, ni siquiera llega a 20 el número de afroamericanos que han obtenido el premio. Entre ellos, nombres como Louis Gossett Jr. (Reto al destino, 1983), Denzel Washington (Tiempos de gloria, 1990, y Día de entrenamiento, 2002), Whoopie Goldberg (Ghost, 1991), Cuba Gooding Jr. (Jerry McGuire, 1997), Jamie Foxx (Ray, 2005), Morgan Freeman (Million Dollar Baby, 2005), Jennifer Hudson (Dreamgirls, 2007), Forest Whitaker (El último rey de Escocia, 2007), Octavia Spencer (The Help, 2012), ), Lupita Nyong’o (12 años de esclavitud, 2014), Mahershala Ali (Moonlight, 2017, y Greenbook, 2019), Viola Davis (Fences, 2017), Regina King (El blues de Beale Street, 2018). Mo’Nique (Precious, 2010), lo hizo con dedicatoria incluida: “Quiero agradecer a Hattie McDaniel por soportar todo lo que tuvo que soportar para que yo no tuviera que hacerlo”. Gracias a este mismo filme, Geoffrey S. Fletcher se convirtió en el primer guionista de raza negra en ganar el premio por Mejor Guion Adaptado. En esa misma gala, Kathryn Bigelow se convirtió en la primera mujer en ganar el premio a la Mejor Dirección en los Óscar, por The Hurt Locker. Como puede notarse, los cambios se han dado, sobre todo, ya en este siglo.
El 2019 se batió un record absoluto con siete ganadores afroamericanos en distintas categorías y la nominación de Yalitza Aparicio –considerada la primera actriz indígena en obtenerla-, y, en los últimos años, películas como Black Panther, Green Book, Roma, Get Out, Coco, Infiltrado en el Kkklan, Harriet, Hidden Figures, Moonlight, Call Me By Your Name o Parásitos han abierto un nuevo escenario para diversas minorías. Sin embargo, siempre hay temor de retroceder en lo avanzado, más en tiempos de Black Lives Matter y crímenes como el cometido contra George Floyd. La lucha por los derechos civiles es un acontecimiento cotidiano.
Hoy hay, sin embargo, toda una comunidad BIPOC de miembros de la Academia. ¿Qué significa? Black, Indigenous and People of Color (“Negro, indígena y personas de color”), término que incluye a latinos o asiáticos. Un reciente artículo del Times, titulado “Los nominados al Oscar de este año revelan una clase emergente de jugadores poderosos de BIPOC en Hollywood”, resaltó que este año han sido nominados 9 actores de color y compartió el testimonio de cuatro productores de las películas más importantes, entre los que hay diversidad racial, sobre la lucha por mejorar la cultura y crear oportunidades para las personas de color. El futuro se muestra prometedor.
El Oscar de hoy
“Actores negros arrasan en los premios del Sindicato de Actores de Hollywood”, decían algunos titulares que podían encontrarse en Internet hace unas semanas. El importante galardón otorgado entre colegas premió como Mejor Elenco a los actores de El juicio de los 7 de Chicago, una película sobre los días de las marchas por los derechos civiles. Chadwick Boseman recibió un premio póstumo por su actuación en Ma Rainey’s Black Bottom, que también le valió un premio a su protagonista, Viola Davis. Ganaron, además, Daniel Kaluuya, por Judas y el mesías negro y la veterana actriz surcoreana Yuh-Jung Youn, por Minari. Todas son películas que participarán, de una u otra forma, en la ceremonia del Oscar que tendrá lugar hoy y que tendrá otros matices, considerando la pandemia.
A pesar de que, hasta el 2016 y durante los 15 años precedentes, los actores o actrices afroamericanos solo han protagonizado el 9% de las películas, los asiáticos apenas alcanzaban el 1% y los latinos solo han logrado el 3% de las candidaturas a los Oscar de actuación (Penélope Cruz y Javier Bardem, entre ellos), según un artículo del diario El País.
Este año, la diversidad es evidente. Por ejemplo, en la categoría de Mejor director hay un danés, una china, una británica, y un norteamericano de ascendencia coreana. En la categoría de Mejor Película compiten Judas y el Mesías negro, una historia sobre los Panteras negras y sus polémicas luchas por los derechos civiles, protagonizada por un elenco eminentemente de raza negra; Mank, las peripecias de un guionista alcohólico que prepara el libreto de Ciudadano Kane en un Hollywood hipócrita y conservador; Minari, la crónica íntima de los esfuerzos de una familia de migrantes coreanos para salir adelante en los Estados Unidos; Nomadland, sobre la vida en las casas rodantes a través de América de un grupo de personas que no son necesariamente pobres, pero sí outsiders de la sociedad; Promising Young Woman, la oscura vida de una joven universitaria, dedicada a la venganza contra el machismo y la violación, que le ha dado tres nominaciones al Oscar a Emerald Fenell, productora, directora y guionista de solo 35 años; Sound of Metal, el infierno que atraviesa un baterista de rock de ascendencia pakistaní al empezar a quedarse sordo; The Father, que nos sumerge en el mundo de confusión y extravío que pasa un hombre afectado por el Alzheimer, y El juicio de los 7 de Chicago, la historia de uno de los procesos judiciales más destacados de los años 60, que involucraba a varios defensores de los derechos civiles.
La selección es realmente un periscopio hacia muchas realidades distintas. Pero, felizmente, no son las únicas. También optan a diversos premios Ma Rainey’s Black Bottom, un episodio en la vida de la célebre cantante de blues y, a la vez, un crudo retrato de las consecuencias del segregacionismo; The United States vs. Billie Holiday, la angustiante persecución de las autoridades contra una de las mejores voces del jazz de la historia, solo por cantar una canción que denunciaba el racismo; One Night in Miami..., la ópera prima de Regina King sobre una noche mágica que reunió a cuatro amigos: Jim Brown, Sam Cooke, Malcolm X y Muhammad Ali, que fue también una oportunidad para hablar de igualdad, derechos civiles y, sobre todo, de la responsabilidad de los afroamericanos famosos y con cierta influencia y poder para emprender caminos que ayuden a combatir el racismo. El mismo punto en el que nos encontramos casi 60 años después de aquellos días.
Entonces, la respuesta al titular de esta nota es sí. Estos deben ser los Premios Oscar más inclusivos de la historia. Después de todo, como se dice en algún momento de ese clásico del cine que es 12 hombres en pugna (1957): “Donde quiera que se encuentre el prejuicio, siempre nubla la verdad”.
La mirada de los críticos
- Sebastián Pimentel (crítico de El Comercio)
Yo creo que el Oscar responde muy tarde a los reclamos de más equidad respecto a raza y género. La academia en sí misma, por su conformación (la mayoría de los miembros son gente mayor, no son muy jóvenes), es conservadora. Pero dados los fuertes cambios sociales y en cuanto a valores por la no discriminación, podría decirse sin problemas que la Academia ha sido muy lenta en estar a la altura de las conquistas de derechos y cambios progresistas de mentalidad en la sociedad. Solo hay que ver la cantidad de mujeres directoras nominadas y ganadoras de un Oscar a Mejor Dirección. Todavía son muy pocas las nominadas, y eso que en los últimos años la cantidad de mujeres que dirigen películas en Estados Unidos y el mundo ha crecido enormemente (y sigue creciendo).
En cuanto a actores y actrices afroamericanos, ese problema de falta de presencia en las nominaciones es evidente. También son muy pocos los nominados, en comparación con los actores y actrices blancas. Un hecho representativo de este problema es, por ejemplo, lo que ha pasado en esta edición con los actores Daniel Kaluuya y Lakeith Stanfield, nominados en la categoría Mejor Actor de Reparto por la misma película (Judas y el mesías negro), cuando en la película ambos son actores principales. ¡Los dos son protagonistas! Ambos debieron ser nominados en la categoría de Mejor Actor, y no en Mejor Actor de Reparto. Ahí se puede ver un problema, un sesgo discriminatorio evidente por ser ambos actores afroamericanos. Ha mejorado, es cierto, la representación de mujeres y actores o actrices no blancos en el Oscar, pero todavía es muy minoritaria. Todavía falta mucho camino por recorrer.
- Leny Fernández (crítica de cine y programadora del Insólito Festival)
Pienso que la Academia ha tenido, desde siempre, un sustrato bastante conservador. A pesar de que a lo largo de su historia varios de sus miembros abrazaron ideales más cercanos al progresismo -y que esa sea la cara que hayan querido ofrecer- eso no ha bastado. La larga lista de nominados y ganadores en las más de ochenta ediciones de los Oscar dan cuenta de títulos y directores memorables que fueron muy críticos con su tiempo -incluso con el mismo Hollywood-, pero también de muchas omisiones. Solo una mujer (Kathryn Bigelow) se ha hecho del galardón a la Mejor dirección, y la ausencia de directores, así como de actores afroamericanos, y de otras minorías ha sido evidente. También es verdad que, como sociedad, hemos abrazado las reivindicaciones a manera de una nueva modernidad, lo que nos ha permitido estar más atentos a las inequidades.
Por eso, creo que la lista de nominaciones en estos Oscares es más una respuesta “políticamente correcta” a las demandas que se han hecho con mayor ahínco en los últimos años, que un verdadero giro progresista. Por ejemplo, hay que ver cómo en la terna correspondiente a Mejor actor, no se ha incluido ninguna de las poderosas actuaciones de LaKeith Stanfield y Daniel Kaluuya en “Judas y el mesías negro”, para relegarlos a la categoría de secundaria. Una decisión torpe que revela que prevalecen ciertos sesgos entre los miembros de la Academia.
Por otro lado, pensemos que la audiencia televisiva de estos premios ha disminuido de forma notoria edición tras edición, por lo que estas inclusiones tan “oportunas” podrían considerarse un llamado a públicos esquivos que antes no se sintieron representados.
- Sayo Hurtado (crítico de cine en Sala de EnSayo y Cine O`culto)
El Oscar siempre ha sido político, por inclusión o por omisión. Por omisión casi todo el tiempo; por inclusión, cuando la circunstancia política lo demandaba o los ponía contra las cuerdas. Hollywood siempre ha ido con esos devaneos. Hasta el 2016, en que Spike Lee y la comunidad afroamericana alzaron la voz. La primera señal de reacción fue Moonlight, una película que no me llena totalmente los ojos, pero que canaliza el sentido de oportunidad con algo artie y un mensaje reivindicatorio.
A eso le siguió la polémica de los pocos actores afroamericanos nominados. Alguna vez lo han hecho con justicia y otras sin ella. Es un terreno relativo. Porque tú puedes preguntarte ¿por qué no hay películas con o de afroamericanos nominadas? ¿Y si no fue un buen año? ¿Y si en el año no hubo buenas películas? Incluir una cuota de todos modos solo mejora el panorama político, no el cinematográfico. Ahora, este año ha sido diferente porque hay una gran diversidad. No ves solo afroamericanos, sino asiáticos, otros de ascendencia árabe y los premios reflejarán mucho de eso. Por ejemplo, Chadwick Boseman va a ganar un Oscar póstumo. Viola Davis está a un paso de ganar su segundo premio, la actriz de Minari ganaría como Secundaria y Daniel Kaaluya también como secundario. Ahí tienen el panorama diverso que querían. Ahora, si me preguntas si este es el mundo mejor y diverso que todos queríamos, te digo que no, que no me la creo tanto, porque pienso que Hollywood está lavándose la cara. No es un acto de honestidad, de que van a hacer las cosas bien, sino es solo para demostrar que pueden ser inclusivos, humanistas y con una mirada amplia. Y ahí viene el caso de Nomadland, que ganará Mejor Película y Mejor Director de todas maneras. Y la directora es china, Chloé Zhao. Pero tampoco me parece la gran película.
Aunque siento que más que el triunfo de lo justo o de las buenas causas es el lavado de cara de Hollywood, sí te voy a decir que muchos de los nominados de este año están ahí merecidamente, estoy completamente de acuerdo. Pero si nos vamos a ir al otro extremo, si ahora Hollywood se va a sentir en la necesidad de querer reflejar esa diversidad reclamada desde una mirada social, ¿qué va a pasar cuando esas películas desplacen a las que tengan una búsqueda cinematográfica realmente interesante y potente, pero que no refleje ese espíritu de foto Benetton? El Oscar siempre ha sido arbitrario e injusto, pero sí es preocupante que la corrección política se comience a extender en los festivales. No porque la gente no merezca estar ahí, sino que lo que me preocupa es el buen cine y ese se va a dar con inclusión o sin ella.
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