“Hay mucho que no te he dicho, Tom, y sé que te puede molestar. Creías que yo no confiaba en ti. Desconfiaba, pero es porque te admiro y te amo. Por eso te escondo secretos. Por eso es que en este momento eres el único en quien puedo confiar”.
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Michael Corleone acaba de sobrevivir a un serio atentado en su propia casa. Desconocidos dispararon directamente a la habitación en la que estaba con su esposa Kay y ahora desconfía de todos. Sabe que debe irse por un tiempo. Tom llega a la sala a confirmar que esté bien. Es de noche y hay mucha tensión alrededor. En el jardín, sus hombres buscan infructuosamente a los autores. “Te vas a encargar. Tú vas a ser el Don”, le dice Michael a quien hasta ese momento, era ‘Il consiglieri’, máximo hombre de confianza suyo y, antes, de su padre Vito. Era, además, considerado como su hermano, ya que vivió con la familia desde muy pequeño, tras quedar huérfano. Tom Hagen mantuvo su apellido, aunque en la vida real su nombre fuera Robert Duvall, el actor de entonces 41 años que le dio rostro y prestancia al personaje.
Hombre leal y de pocas palabras era, sin embargo, un personaje crucial en la historia de El Padrino (Coppola, 1972): en la práctica, él era el hombre que ofrecía los acuerdos que nadie podría rechazar. Esto incluyó, por ejemplo, el sacrificio del pura sangre favorito de un terco director de cine, en cuya cama apareció descuartizado y sangrante. “El Sr. Corleone nunca pide un segundo favor una vez que rechaza el primero”, le había dicho antes Hagen, al pedirle el papel principal de su próxima película para Johnny Fontane, cantante y actor amigo de la familia. Como quedó claro tras el horroroso sacrificio, no aceptó… al principio.
Detrás de sus silencios, su cordialidad y su aparente bonhomía, se escondía un hombre capaz de cumplir las órdenes más duras, por supuesto, sin empuñar un arma o salpicarse de sangre. Y es que Tom Hagen era el abogado de los Corleone, el rostro decente que debe enfrentar y capear las múltiples denuncias que los comprometen. No puede estar comprometido él también. O, por lo menos, no puede parecer que lo está.
Aquella familia la integraban Marlon Brando, Al Pacino, James Caan o John Cazale. Actuaciones soberbias en una historia truculenta. Duvall obtuvo su primera nominación al Oscar por este personaje.
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“Pues no, no es ese mi personaje favorito”, aclaró Duvall hace unos años, en una entrevista al diario español La Opinión de A Coruña, cuando fue consultado sobre cuál era su personaje favorito de todos los que ha interpretado, en una carrera que se ha prolongado por casi 60 años, desde que debutara como Boo Radley en Matar un Ruiseñor (1962), al lado de Gregory Peck. Entre sus personajes favoritos, tampoco estaba alguno de los que interpretó en las grandes producciones de Hollywood de las que fue parte. Su favorito era el cowboy Augustus ‘Gus’ McCrae, a quien interpretó en Lonesome Dove (1989), miniserie de cuatro episodios en la que compartió pantalla con actores como Tommy Lee Jones o Anjelica Huston. Aunque se decepcionó por no ganar un Emmy, sí que obtuvo el Globo de Oro. Su historia como actor había comenzado, realmente, mucho antes.
El discreto encanto de no ser protagonista
De Mildred Virginia Hart no es posible encontrar muchas fotos a través de una búsqueda rápida en el ciberespacio, pero en una de ellas se le puede ver muy sonriente, con un coqueto bucle sobre la frente y apoyando levemente la barbilla sobre su mano derecha. En sus ojos chispeaba el deseo de ser actriz, en tiempos en que el cine aún era mudo. Pudo hacerlo como amateur, aunque sus anhelos cinematográficos solo se vieron satisfechos, realmente, cuando su hijo Robert Selden Duvall, nacido un 5 de enero de 1931, hiciera su primera aparición importante en la pantalla grande con Matar un ruiseñor, que se convirtió en un clásico del cine. Mildred Viriginia Hart viviría muchos años más para seguir sintiéndose orgullosa de su heredero, el actor que, en los siguientes 10 años luchó por su propio lugar en Hollywood.
Papeles en series como Los intocables, La dimensión desconocida o El virginiano o El fugitivo lo mantuvieron presente y entrenado. En 1966 obtuvo un pequeño rol en The Chase, junto a Marlon Brando, Jane Fonda y un Robert Redford que también daba sus primeros pasos en el cine. Por esos años iniciales trabó amistad y hasta fue roomate de unos jóvenes Dustin Hoffman y Gene Hackman, de quienes es amigo hasta hoy. Apareció también en filmes como Bullit (1968), junto a Steve McQueen; True Grit (1969), con John Wayne o The Rain People, donde trabajaría con James Caan y sería dirigido por Francis Ford Coppola, el hombre que poco tiempo después cambiaría su destino al elegirlo y dirigirlo como Tom Hagen en El Padrino.
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Ese mismo año protagonizaría The Great Northfield Minnesota Raid (1972), en la que interpretó al célebre bandido Jesse James. También tendría tiempo el mismo 72 de trabajar con Clint Eastwood en el western Joe Kidd. El 74 lo pasaría nuevamente con Coppola, pues tendría un misterioso personaje en La conversación y sería nuevamente Ton Hagen en El Padrino II. En 1976 participaría en el crudo drama sobre el mundo de la televisión, Network, y en la extraña El caso final, donde sería un Watson abrumado por un Sherlock Holmes cocainómano. Sin embargo, antes de que termine la década, interpretaría a dos de sus personajes definitivos. Uno fue el frustrado marine Bull Meechum en El Gran Santini, papel para el que utilizaría las propias experiencias que vivió en la década del 50, durante su servicio militar. Experiencias que, a juzgar por su siguiente proyecto, no le fueron útiles solo para esta película, que le valdría una nominación al Oscar. Robert Duvall quería más.
El olor del napalm por las mañanas
De una película demente como Apocalypse Now y una mente perturbada como la de Francis Ford Coppola en aquellos días, nada parecía más coherente que un personaje como el teniente coronel Bill Kilgore. Como en el caso de Brando, su presencia fue tan dosificada como intensa. Los 11 minutos que apareció en pantalla bastaron para hacerlo inolvidable hasta hoy, que el filme ha sido reestrenado en Netflix. Cómo olvidar su voz ronca e imperativa, su uniforme militar con pañuelo amarillo y un llamativo sombrero -elementos que recordaban a los uniformes de la Guerra de Secesión norteamericana-, al que le interesaba tanto bombardear salvajemente pequeños poblados como correr olas en las playas vietnamitas, mientras estas eran bombardeadas con napalm. “Amo el olor a napalm por las mañanas”, dice en un momento, casi en tono nostálgico. Kilgore es tan capaz de dejar naipes como retorcidas “firmas” de su masacre entre los cuerpos de los campesinos, como de darle agua de una cantimplora a un agonizante vietcong. Aunque, claro, ese acto samaritano se vio interrumpido cuando se enteró de que había llegado a su campamento una estrella de surf. Su figura estuvo inspirada en David Hackworth un delirante militar norteamericano que realmente participó en Vietnam y escribió un libro sobre sus experiencias.
John Milius, guionista del Apocalypse Now, consideró quitar aquella frase sobre el napalm, porque le pareció muy exagerada. Poco tardó en entender que, en ese filme, nada podía ser exagerado. O todo lo era ya. Hoy es, probablemente, la frase más famosa dicha por Robert Duvall en una película. Este papel le haría ganar un Globo de Oro a Mejor Actor Secundario. Solo poco después, en 1983, su interpretación del ficticio cantante de country Mac Sledge, quien lo había perdido todo para regresar al anonimato en Tender Mercies (1983), le volvería a dar un Globo de Oro y le daría también un Oscar a Mejor Actor Principal, en su cuarta nominación. En su discurso de aceptación, reconoció el trabajo de amigos y talentos del country como Johnny Cash, Willie Nelson y Waylon Jennings.
El guion de Tender Mercies, también premiado, fue escrito por Horton Food, guionista de Matar un ruiseñor que fue quien lo recomendó para aquel papel iniciático, impactado tras haberlo visto actuar en una de sus obras teatrales, “The Midnight Caller”, en 1957.
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A pesar de que en 1992 obtuvo un nuevo Globo de oro por su impactante personificación de Stalin en una película para la televisión, tendría que esperar 14 años para ser nominado nuevamente, esta vez por un filme que él mismo dirigió, El Apóstol, la historia de un predicador errático, aunque persistente, que huye de la ley para formar su propia iglesia. Al año siguiente obtuvo una nueva nominación al Oscar, por interpretar al sagaz abogado Jerome Facher en A Civil Action (1998). Curiosamente, fue otro drama legal, El juez (2014), donde compartiría roles con Robert Downey Jr. y Vincent D`onofrio, el que haría que el Globo de Oro (7 nominacionoes, 4 ganados) y el Oscar (siete nominaciones, uno ganado) lo volvieran a incluir entre sus nominados, batiendo records de longevidad. Robert Duvall ya tenía 83 años y, como Kilgore con el napalm, seguía amando el olor de la actuación por las mañanas, por las tardes y por las noches.
Tras obtener el premio de la Academia experimentó un ligero bajón en su carrera –que incluyó su rechazo para interpretar nuevamente a Tom Hagen en el Padrino III por desavenencias económicas con Coppola-, pero su impecable presencia volvió a obtener un lugar importante en filmes como Gerónimo (1992), Un día de furia (1993), Sling Blade (1996), Jhon Q (2002), Open Range (2003), We Own the Night (007), Crazy Heart o Get Low (2009), el drama criminal Viudas (2018) y hasta en blockbusters como Impacto Profundo (1999) o Jack Reacher (2014).
Antes, el 2007, ganó su tan anhelado Emmy por interpretar al cowboy Prentice Ritter en la miniserie Broken Trail. “Actuar representa mi vida. Si no actuara en cine, lo haría en teatro. Me encanta convertirme en diferentes personas y hablar con distintos acentos. Ser versátil. Stalin, Iceman, un vaquero de Montana, barbero, cubano, cantante alcohólico”, dijo alguna vez. En otra ocasión, en una entrevista al diario español El Mundo, aseguró que si fuera inglés, hubiera hecho una larga carrera en el teatro, pero que, para bien y para mal, era un actor del cine americano que apareció justo en el mejor momento del siglo XX para Hollywood, la renovación de los 60 y 70. Curiosamente, es el mismo hombre que dijo alguna vez: “Ser una estrella es el sueño de un agente, no de un actor”.
Tango feroz
Tras separarse de su tercera esposa, Duvall encontró el amor en la argentina Luciana Pedraza, 41 años menor que él, con quien se casó el 2004, tras varios años de convivencia. Se conocieron en Buenos Aires, cuando ella tenía una empresa de eventos y le dejó una tarjeta al actor para invitarlo a una milonga. Él, que había visitado la ciudad varias veces antes de aquel día –la ha llamado su “ciudad favorita”- ya conocía el tango por amigos suyos, y había sido iniciado por bailarines como María Nieves, Juan Carlos Copes, Ramón Rivera “Finito” o Virulazo. Conducido por esa obsesión, el 2002 dirigió Assassination Tango, la historia de un sicario crepuscular que, mientras prepara el asesinato de un general en Argentina, cae seducido por su ritmo vernacular.
Como al personaje de su película, a Duvall el baile lo enamoró de inmediato. Luciana, a pesar de ser argentina, confesó que bailó su primer tango con él. Bob, como lo llama, es casi un argentino más. Ama a Piazzolla y el fútbol, en los mundiales hincha por Argentina, en Argentina lo hace por Boca y es capaz de recomendarle pizzerías a los mismos porteños, mientras les sugiere ver películas con Ricardo Darín o Federico Luppi, hablándoles en español. “El tango no es una danza literal, por eso no puedo explicar con palabras porqué me gusta. Alguien me dijo una vez que la imaginación tiene su propia lógica y, si eso es así, no puedo decir con la lógica del lenguaje porqué me gusta el tango. Me gusta, me gusta bailarlo y me hace sentir bien, y si logro hacerlo cada día mejor, me provoca una sensación interior maravillosa”, ha dicho.
En estos días y con 90 años cumplidos, prepara el estreno de dos películas de temática deportiva, Hustle, junto a Adam Sandler y Ben Foster, y 12 Mighty Orphans, que marcará su reencuentro en la pantalla con Martin Sheen, protagonista de Apocalypse Now. “¿El secreto de mi juventud? –dijo el artista hace unos años, en una entrevista a la revista Argentina Gente- Mucho ejercicio -tengo un personal trainer-, dieta y tango. Poca carne, nada de vino, agua y, lógico, un amor de 30”. En aquella entrevista, también confesó que cuando aprendía a hablar español le encantaban las palabras con doble R: ferrocarril o guitarra. Y, también, cuál es la palabra en castellano con R que menos le gusta: Retiro. Lo que confirma con otra frase: “La actuación me gusta demasiado como para dejarla”.
Larga vida al consiglieri.
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