En los últimos meses, Josué Sánchez estuvo trabajando en Lima, lejos de su taller en Ocopa, donde tiene sus materiales, telas, bastidores, libros y cuadernos de apuntes. Y en sus cuadros recientes alude, justamente, a esa soledad y al cambio en las costumbres que la cuarentena nos ha impuesto. “La primera cuarentena —cuenta el artista— nos cogió a todos por sorpresa, nos puso inestables, y la ciudad cambió completamente: había un silencio extraño, nada se movía, había una soledad tremenda”.
Esa sensación de extrañeza lo llevó a pintar el cuadro que presenta al proyecto De Voz a Voz Perú, en el que a pesar que mantiene el color vivo que caracteriza a sus obras, por algunos resquicios de que se filtre lo gris, lo oscuro, como una amenaza. “Preferí adentrarme al mundo más interior de la ciudad —explica Sánchez—, la presencia del gris le da un tono de tristeza a la obra, a pesar del color fuerte. Hay escaleras que conducen a pasillos que no tienen fin, las puertas oscuras parecen llevarnos también a un vacío, y el único movimiento está representando por ese gatito negro, un animalito bastante mágico en la creencia de la ciudad. Después hay una carita de mujer (casi imperceptible) que es la única presencia humana en este mundo de soledad”.
Símbolos prehispánicos
En el cuadro destacan también algunos símbolos que recuerdan a la iconografía prehispánica y que son característicos en los cuadros y murales de Josué Sánchez, cuyos inicios en la escultura y la pintura se produjo a inicios de la década del setenta cuando, en la ya desaparecida escuela de Bellas Artes, de la Universidad del Centro. Ahí conoció al pintor Alejandro González Trujillo, Apu-Rimak, quien influiría notablemente en su trabajo pictórico.
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“El enseñó durante cuatro años en la Escuela —cuenta Josué— y yo aproveché mucho sus enseñanzas, solíamos caminar por el campo, por la ciudad, él me encaminó a tener una visión de lo nuestro, de la parte prehispánica. Esa fue mi formación. Al egresar, empecé a hacer reproducciones de obras y de iconografía chavín, mochica; eso me dio cierta línea cadenciosa en el dibujo”.
Esta búsqueda por los orígenes lo llevó también a investigar la iconografía de los mates burilados y de los telares así como de las mantillas andinas usadas desde tiempos incas, en cuyos patrones o símbolos se esconde, lo que Sánchez denomina, “una escritura visual”. Sobre este tema tiene ya un libro bastante avanzado que espera publicar en los próximos meses. “Algunos estudiosos ya han logrado algo, pero sería maravilloso descifrar los significados de esos símbolos para encontrar frases y oraciones”, dice.
Es conocido también su trabajo como muralista de grandes espacios, sobre todo religiosos, como los de la iglesia de Chongos Alto (350 m2) y del convento franciscano de Santa Rosa de Ocopa (400 m2), ambos ubicados en la región Junín.
Un tiempo mítico
La obra de Josué Sánchez está no solo poblada de color, sino también de motivos andinos, de personajes cargados de simbolismos, herederos de ese tiempo mítico que él se encarga de traer al presente a través de su trabajo artístico. “El indigenismo nos abrió una puerta grande para trabajar lo nuestro —reflexiona— pero siempre se manejó como un esquema académico, de escuela, que introdujo al indio como personaje, como decía Sabogal. Pero también tenemos a González Trujillo, a Elena Izcue, quienes, creo, se adentraron un poco más y no se contentaron con llegar solo a la casa del campesino. Eso es lo que yo busco hacer, conocer y expresar el mundo interior de ellos, llegar hasta el fogón de las casas, profundizar en la vivienda rural, y expresar eso desde lo figurativo, lo abstracto o lo conceptual como se viene haciendo ahora. Es una visión diferente”. Entre sus varias investigaciones, es autor “Creencias mágico religiosas en la vivienda rural” (2009) y coautor de “Tradición y modernidad en la arquitectura del Mantaro” (2014).
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En esa línea, Josué Sánchez ha empezado a trabajar una especie de bestiario con animales del Ande: el puma, el otorongo, el armadillo, animales a los que reviste de una iconografía que contiene eso que él mismo busca descifrar en los tokapus o telares andinos, mensajes ocultos de esos wiracochas milenarios, hacedores del mundo.
De colección
De voz a voz Perú es un proyecto desarrollado por el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y El Comercio, con el auspicio de Telefónica. Durante 21 semanas, diversos artistas presentarán una obra de colección.
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