La obra de Susana Torres es una exploración constante. Una búsqueda de raíces e identidades en una realidad donde todo parece disolverse en lo diverso. Dos aspectos de esta indagación son sus proyectos de Museo Neo-Inka, esos rastros de nuestro pasado que la artista ubica en algunos artículos de consumo, y su serie de huacos autorretratos que le permiten volver sobre técnicas ancestrales para responder a la pregunta de su propio origen.
“Al comienzo tenía problemas para retratarme —cuenta Susana Torres— porque no me hallaba en ninguna identidad, trataba de ubicarme en una identidad mestiza, pero algunos me decían ‘no, tú eres blanca’. En San Marcos (donde estudió Historia del Arte) yo era muy blanca, pero en otros sitios no lo era tanto y en Europa era más bien la exótica”. En medio de este dilema, decidió traer al presente la forma de retratar de los antiguos mochicas: esos huacos en los que estos habitantes precolombinos moldeaban sus propios rostros.
Concepto e intervención
“Como yo no soy ceramista —dice la artista— me demoré en encontrar a la persona que pudiera trabajar conmigo, hasta que hallé a Walter Acosta. Como él me dice ‘yo soy la mano, pero tú eres el ojo’. Al comienzo, los huacos le salían todos iguales porque era muy diestro para hacer copias, pero yo insistía con el tema de las facciones. Finalmente, nos entendimos y puedo decir que yo le doy el concepto, él los hace, y luego yo los intervengo”.
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Susana Torres no llegó a terminar la carrera de Arte, sino más bien se inclinó hacia el diseño de modas, la cosmética y la dirección de arte en el cine, actividades que le han servido para construir una obra que no sigue cánones específicos y que apuesta también por el ready-made y la perfomance. “La cosmética ha sido muy importante para mí —explica—, todos mis conocimientos de pintura son a partir del maquillaje y por eso mis huacos son intervenidos de esta manera, les pongo pestañas, aretes, objetos, como el de Ima Sumac que parece un alter ego mío”.
El tapado
La obra que ella presenta al proyecto De Voz a Voz Perú —”Tapado II”— parte de la intervención de un huaco autorretrato con diversas capas de gasas, siguiendo el concepto precolombino del mallki (momia). Idea que Torres ya ha desarrollado en trabajos previos y en performances en espacios públicos, como la realizada en 2005, en el Icpna, donde ella misma, con varios meses de gestación, se encerró en una vitrina o urna simulando ser una momia.
“Con el encierro, comencé a envolver todo —dice—, esta vez no rompí mis huacos ni los intervine, como en otras ocasiones; sino los envolví con varias capas de gasas muy finas, como una metáfora de estos tiempos, pues quienes podernos darnos el lujo de estar encerrados nos hemos vuelto como capullos. Y envolver estos huacos ha sido como volverlos a meter al útero, y esto me lleva al concepto de mallki en el mundo andino, cuya imagen evoca no solo a una momia, sino también un feto o semilla. Esto significa que la existencia no termina con la muerte, sino que esta es el anuncio de alguno nuevo, de algo distinto”.
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Bajo esta idea, para la artista, este momento límite en que nos encontramos puede significar también el comienzo de algo nuevo. “Nos puede servir para evolucionar, para crecer”, dice. Y eso espera de sus obras, ahora tapadas, a la espera de ser redescubiertas. En el texto que acompaña su trabajo, afirma con certeza: “Somos como tapados, aquellos restos guardados, tesoros a la espera que alguien los desentierre. Esperando ser descubiertos nuevamente. Para ser otra vez desenvueltos. Pero lo que finalmente se muestre, no será lo mismo de antes. Seremos un rostro nuevo. Como un nuevo huaco retrato”.
De colección
De Voz a Voz Perú es un proyecto desarrollado por el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y El Comercio, con el auspicio de Telefónica. Durante 21 semanas diversos artistas presentarán una obra de colección.
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