En esos días de cuarentena, Silvia Westphalen no pudo ir a su taller de Lurín y se reencontró en casa con una actividad que siempre había realizado de manera paralela a su carrera como escultora: el dibujo. “El dibujo en este periodo se volvió en algo más intenso y lo hice con mayor dedicación. Creo que he estado redescubriendo otro lenguaje —dice ella— y, además, empecé a usar el color, algo que no hago en mis esculturas, creo que esta es una nueva manera de expresión”.
Desde hace más de tres décadas, Westphalen ha explorado las posibilidades infinitas del mármol, de la piedra de Huamanga, del ónix, y sus esculturas, con hendiduras y pliegues sugerentes, siempre han estado marcadas por los tonos blancos o grises del propio material. Por eso, ella se sorprende de haber redescubierto al color.
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“He usado bastante durante este periodo los azules y los verdes que para mí tienen una relación fuerte con lo que es el aire, el oxígeno, el agua, la vida. En este momento en que había miedo de no poder respirar, de quedarnos sin oxígeno, me han salido mucho estos colores, aunque no son las únicas tonalidades con las que he trabajado”, comenta la artista.
El ritmo y el movimiento
Es por eso que, para el proyecto De Voz a Voz Perú, Westphalen ha elegido este dibujo de tonos azules y verdes, cuya ejecución alude al arte casero. “Es un dibujo hecho con lápiz y lápices de color sobre cartulina, y siento que tiene alguna relación con mi escultura”, cuenta. “Yo suelo trabajar con estos discos de corte, con los que dibujo sobre la piedra, y en el fondo mi trabajo escultórico lo siento también como un dibujo, incluso una de las primeras exposiciones que hice la llamé ‘Dibujos sobre piedra’, solo que ahí lo importante eran las tres dimensiones, la superficie y el volumen”, añade.
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En este dibujo, en cambio, lo que priman son las curvas bidimensionales, esas líneas aleatorias que forman una especie de armonía espacial. “Yo he relacionado mucho este trabajo con la música. Aunque no es una obra figurativa, creo que sí está presente esta idea del ritmo y el movimiento”, explica.
Como señala en el texto que acompaña la obra: “Empezar desde la línea a ver qué ocurre. Líneas que se juntan o separan, observar qué formas van creando, qué pasa cuando entra el color, y qué colores llaman a otros. Olvidando, por momentos, que el mundo está enfermo, y que estamos al borde del precipicio”.
El sentido del tacto
Aunque sus dibujos surgieron al inicio casi como una necesidad de expresión frente al aislamiento, Westphalen no descarta ahora realizar alguna exposición con estas nuevas obras producidas en época de cuarentena. “Era algo (el dibujo) que hacía en los viajes, en las épocas que no podía estar en mi taller, pero no pensándolo como parte de una exposición, sino como algo más intimo, pero ahora es una posibilidad que estoy viendo, no solo porque he dibujado mucho, sino porque he descubierto que se retroalimentan con la escultura. Hay cosas que encuentro en los dibujos que me dan ganas de pasar a la piedra y viceversa”.
Sin embargo, la artista se lamenta que en estos tiempos las exposiciones tengan que ser virtuales. “No logro imaginar abrir una exposición sin que el público pueda asistir. La escultura, por ejemplo, es algo imposible de llevar al espacio virtual, no se puede. Esta hecha para que uno pueda dar la vuelta alrededor de la pieza, la pueda tocar, sentir el material, y eso no se puede hacer por una pantalla. Aunque esto no me impide que yo siga trabajando y esperando que las galerías se reabran totalmente”.
En este tiempo de necesarios protocolos de bioseguridad, a ella le entristece también que “estemos olvidando el sentido del tacto”. Más aún cuando los abrazos han sido dejados de lado por el distanciamiento social.
De colección
De Voz a Voz Perú es un proyecto desarrollado por el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y El Comercio, con el auspicio de Telefónica. Durante 21 semanas diversos artistas presentarán una obra de colección.
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