El 17 de setiembre pasado, una carta llegó a la mesa de partes del Ministerio de Cultura. Estaba firmada por los miembros de la Comisión Consultiva de Cultura del MinCul, y en ella, le expresaban su interés por mantener la continuidad de las reuniones mensuales, que desde su designación a fines de octubre del año pasado, se realizaban siguiendo el reglamento de la institución. En la reunión solicitada, siempre de carácter público (se encuentran en la web del ministerio) los consultores querían expresarle su preocupación por los cambios de funcionarios del ministerio, profesionales de reconocida trayectoria que no habían sido reemplazados en sus posiciones clave. La preocupación era clara. El Ministerio de Cultura había perdido sus mejores cabezas.
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Sin embargo, no hubo respuesta para la carta firmada por artistas, historiadores e intelectuales, lo que motivó que el sábado 2 de octubre, se dirigiera otra carta al ministro, esta vez renunciando a sus cargos ad honórem. Ellos son el ensayista José Carlos Agüero Solórzano, la cantante Susana Baca, la historiadora Carmen McEvoy, las gestoras Ángela Delgado Valdivia y Diana Guerra, la bibliotecaria documentalista Hilda Machuca y el curador y emprendedor en cultura, nuevos medios y tecnología, José-Carlos Mariátegui Ezeta. El reconocido politólogo Alberto Vergara y la intérprete y antropóloga Sylvia Falvón dieron ese paso semanas atrás. Asimismo, Carmen McEvoy también renunció la semana pasada a la Presidenca del Comité Consultivo del Proyecto Especial Bicentenario.
“Nos preocupa la nula celeridad en la incorporación de reemplazos para los más altos cargos de gestión del Ministerio, y la contratación de funcionarios sin ninguna experiencia en la gestión cultural pública. Nada más elocuente ha sido el cambio en la lista de invitados que integrarían la delegación peruana en la FIL de Guadalajara, generando una innecesaria confrontación y desconociendo los criterios técnicos que se establecen para dichas selecciones. No menos importante es la promoción de un discurso estereotipado sobre nuestra diversidad cultural, que parece poner énfasis en la conflictividad y la existencia de grupos enfrentados, discurso frente al que manifestamos nuestra consternación y rechazo”, señala el colectivo en su renuncia.
“Creemos imprescindible mencionarle que las políticas culturales no se deciden de forma unilateral, a puerta cerrada, ni basadas en pareceres personales. Por el contrario, el Ministerio de Cultura es el encargado de ejecutar la Política Nacional de Cultura al 2030 (PNC), documento aprobado en julio del año pasado y que fue resultado de un proceso de diálogo largo y amplio con el sector, siguiendo las políticas de Estado del Acuerdo Nacional”, añaden en su carta dirigida al Ministro de Cultura.
Sus renuncias se suman a muchas otras al interior del Ministerio de Cultura, el cual, durante semanas, mantuvo acéfalos sus viceministerios de Industrias Culturales e Interculturalidad. Recién en los últimos días, Claudia Ruiz Canchapoma, quien se había desempeñado como gerente de EMILIMA, asumió el primero de ellos y el segundo de forma interina. Tomando la posta de la renunciante Leslie Urteaga. Ángela Acevedo, anterior viceministra de interculturalidad, fue una de las primeras en poner su cargo a disposición luego que el entonces flamante ministro Gálvez opinara que su cargo debía ser cubierto por un profesional de origen indígena. Puesto para el cual, dos meses después, no encuentra candidato.
Igualmente optaron por la renuncia Santiago Alfaro Rotondo, Director General de la Dirección General de Industrias Culturales y Artes y Mauricio Salas Torreblanca, director del Gran Teatro Nacional. En las oficinas del MinCul Se percibe la decisión política de que sea visible que hay otro gobierno al mando del ministerio, sin embargo, no se ha sabido reemplazar a los renunciantes. “No tienen cuadros”, señalan nuestras fuentes.
La fractura de la Comisión Consultiva de Cultura es otra muestra de la evidente crisis de la institución. Sus objetivos, como consta en sus reglamentos, es asesorar a la Alta Dirección en materia de política cultural, analizar, absolver consultas y emitir opinión sobre políticas, estrategias, planes e intervenciones que el Ministro considere, así como promover el diálogo y la generación de sinergias en materia cultural entre el Estado, el sector privado, la sociedad civil y la ciudadanía. Justamente aspectos en los que la gestión del ministro Gálvez, según los expertos consultados, ha mostrado su incompetencia. “Considero que la poca gente que se está quedando, son unos héroes. No debe ser fácil para ellos”, señala Mariátegui.
En los pasillos del MINCUL
Fuentes del propio ministerio que aún permanecen en sus cargos señalaron al diario, que si hay algo que caracteriza la gestión del ministro Ciro Gálvez es el desorden. Desde que empezó a despachar en el MinCul, se dedicó a recibir visitantes y viajar para participar en eventos cuyos acuerdos no se registraban de forma oficial. “Desde el inicio hubo una desconexión con todas las líneas del ministerio”, nos señala una fuente de la alta directiva.
“El actual ministro no tiene experiencia en el campo cultural ni en gestión pública. Tampoco sus gestos hasta ahora han sido claros. No sabemos si mantendrá la política cultural aprobada el año pasado. Y si lo hace, cómo la llevará, Las diferencias son buenas cuando hay diálogo, debate, pero el ministro articula diferencias sin hacer gestos concretos de cuáles son estas. Es totalmente ambiguo. No tiene ninguna claridad”, afirma Mariátegui.
La presión política que viene soportando el ministro se traduce en los cientos de personas que visitaron su oficina en su primer mes en funciones. “Era impresionante. Cada 20 minutos, se veía entrar y salir a representantes de partidos, especialmente de Perú Libre y de personas que habían apoyado su campaña”, recuerda un funcionario. Sin embargo, las fuentes reconocen que no han entrado miembros del partido al ministerio. Y ello porque, la mayor parte de veces, las candidaturas que manejaba o los pedidos de empleo que recibía, no se adecuaban al perfil de los cargos especializados. A ello se suman algunos conflictos con el Ejecutivo, que no respalda sus propuestas. Sucedió en el caso de Gonzalo Alegría, propuesto para la dirección de la Biblioteca Nacional, pero que no fue aceptado por el presidente Castillo, se sabe al interior de la institución.
Solo en los días previos a la presentación de Gálvez en el Congreso de la República, el ministro recurrió a los equipos del ministerio para pedir propuestas alineadas a la promoción de los derechos indígenas, su única prioridad. Pero más allá de ese único intercambio, los funcionarios del Mincul consultados concuerdan en esta imagen: la de dos ministerios operando de forma paralela. Por un lado el ministro Gálvez y sus asesores y, por otro, todas las áreas técnicas ejecutando sus proyectos regulares. Ningún asesor es especialmente influyente, sino que funcionan como asistentes para entender, traducir y conducir la voluntad de un ministro a quien le resulta muy difícil articular ideas más allá de su visión simplificadora. “Se trata de asistentes que tratan de traducir sus voluntades a la gestión pública, ya que las iniciativas del ministro suelen colisionar con los procedimientos regulares”, nos explica un funcionario.
Una de las mayores colisiones fue, qué duda cabe, sus desatinos respecto a la delegación de escritores peruanos invitados a participar de la Feria del Libro de Guadalajara. “Ahorita es un problemón”, confiesa un funcionario testigo del proceso: “Están buscando quién cubre a los renunciantes. Todo es muy extraño”, lamenta. Se sabe que el ministro Gálvez ha recibido una carta formal de la Feria de Guadalajara donde se le transmite la preocupación generada por los cambios y las demoras, que vienen afectando la propia organización del evento. Allí le recalcan que la feria espera con expectativa la visita de “autores internacionales” de nuestro país. Asimismo, la feria les ha comunicado que ya esta semana debía entregarse la lista con la delegación final, para no afectar la organización y la edición del programa ferial.
Pero Guadalajara es solo uno de los primeros problemas que conlleva la improvisación de la gestión de Gálvez. Una demostración de que la actual gestión del Mincul, además de desconocer la naturaleza de los eventos culturales de nivel internacional, no sabe convertir en políticas claras su discurso de lucha contra la desigualdad contra los pueblos indígenas. Así, un discurso de reivindicación regional se convierte en mero revanchismo que afecta la imagen del país y la propia institucionalidad del ministerio. “Se están equivocando los caminos. No hay una visión técnica, con experiencia en la gestión pública, sino solo una mirada bastante básica”, señala la fuente del MinCul.
A propósito, José-Carlos Mariátegui señala: “El ministro Gálvez promueve un discurso estereotipado, vetusto, que no construye. En vez de impulsar la diversidad cultural integrando a las personas, se enfatiza en el conflicto, en el enfrentamiento de grupos. Su discurso es muy elemental y pareciera plantearlo con intereses políticos personales”.
“Pienso que en el Perú siempre tenemos que anteponer toda iniciativa que integre a las comunidades indígenas, pero esto debe realizarse desde una visión moderna, que hoy el ministerio no tiene. Ciro Gálvez solo tiene opiniones. Y eso es lo que más daño le puede hacer a un ministerio: que un Ministro se crea un Rey o un candidato. Y él es solo un funcionario. No está actuando como un ministro”, añade Mariátegui.
Mientras tanto, en el MUNA
Ya vistos los errores en Guadalajara, para José-Carlos Mariátegui la actual gestión en el MinCul podría generar muchos más problemas al enfocarse en lo que él considera una de las infraestructuras culturales más potentes del mundo, el recientemente construido Museo Nacional del Perú (MUNA). “Tan impresionante proyecto necesita un equipo muy grande, con una capacidad y preparación de clase mundial. Sin embargo, teniendo una persona como el señor Ciro Gálvez como ministro, lo que podría ser un hito en nuestra historia podría volverse cualquier cosa”, advierte.
Mariátegui recuerda la oportunidad perdida que significó el hoy desaparecido Museo de la Nación. Para el MUNA, el especialista advierte que se necesita un liderazgo. “Hace tres años debió haberse contratado a su director”, señala. “El Museo Nacional necesita una definición. Tiene que hacerse una convocatoria clara y transparente”.
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En la nota original, publicada el 1 de octubre, aún no se recogía la carta de renuncia enviada el sábado 2 de octure al Ministerio de Cultura. Ahora se incluye los nombres de los renunciantes a la Comisión Consultiva de Cultura del MinCul y parte del contenido de la carta enviada al Ministro de Cultura. El 2 de octubre a las 17:30 p.m. se añadió la información.
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