A mediados de julio de 1919, en la Casa Brandes, una tienda ubicada en la céntrica calle de Espaderos, se realizó una exposición que cambiaría el curso del arte peruano del siglo XX. Su título era “Impresiones del Ccoscco” y estaba conformada por pinturas, dibujos y caricaturas realizadas por un artista nacido en Cajamarca, en 1888, y que volvía a Lima después de haber pasado una temporada en Europa y haber vivido en las ciudades de Jujuy, en Argentina, y el Cusco. Con esta muestra, en la que destacaban retratos de jóvenes criollas y mestizas, de personajes indígenas cusqueños, y paisajes con arquitectura prehispánica, José Sabogal inauguraba una nueva era en la historia del arte peruano. Su obra, finalmente, rompería con los cánones preciosistas y académicos de la Lima del novecientos, y pondría en relieve ese país profundo, indígena, mestizo y popular que comenzaba a asomar en los discursos políticos y sociales de inicios del siglo XX.
A casi un siglo de esa primera muestra de Sabogal, el profesor universitario e investigador Fernando Villegas Torres ha publicado “José Sabogal y la escuela peruana mestiza”, un estudio, editado por el Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que busca redimensionar el legado del gran artista cajamarquino, y alejarlo de la etiqueta de indigenista. Con este trabajo, Villegas lo sitúa más bien en el centro de todo un proyecto de búsqueda y descubrimiento de lo peruano, orientado en el mestizaje, es decir en ese encuentro entre lo prehispánico y lo virreinal. Por eso, el autor pone especial atención al Instituto de Arte Peruano, entidad fundada por Sabogal en 1931, y desde donde ejecutó una serie de investigaciones dirigidas a revalorar el arte popular, sin dejar de lado lo colonial y criollo, en un proceso de cambio y continuidad, vinculado con la modernidad.
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Lo prehispánico y lo virreinal
“Sabogal entiende lo mestizo como una posibilidad de identificar lo peruano”, dice Villegas Torres. “Lo ve desde el punto de vista estético y reconoce en el arte popular una trayectoria que viene desde las formas prehispánicas y que se nutre con elementos costumbristas del mundo virreinal para, luego, terminar en lo contemporáneo, en el arte popular de los mates burilados, por ejemplo. Hay una posibilidad de recuperación estético-formal —yo diría— en la que Sabogal entiende que hay una evolución de esas formas desde el Perú antiguo hasta nuestros días. Este discurso, de pensar lo peruano, esta muy relacionado también a proyectos como los de José Carlos Mariátegui. Eso es interesante porque entonces había, en el arte, tendencias que rescataban solo lo virreinal, como el neocolonial, o solo lo neoinca, cuyo ejemplo es el edificio del Museo de la Cultura Peruana, hecho por Malachowski”, añade el autor.
En este aspecto, Villegas destaca algunos hitos en la trayectoria de Sabogal. El primero es la muestra de 1919, después está el viaje a México, en 1923, donde descubre el arte popular, y el segundo viaje al Cusco, acompañado por su discípulo Camilo Blas, momento el en que pinta un óleo como “Cusco” (1925) que, justamente, sirve como carátula del libro. “Ahí se representa la portada de Arones —refiere el investigador—, que es una figura antropomorfa de elementos reconocibles del mundo inca, pero en la parte superior, en la cabeza, lleva un elemento radial y una cruz. Sabogal está viendo eso en el Cusco, esa superposición de elementos prehispánicos e hispánicos que están también en los muros por toda la ciudad”.
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Un laboratorio de identidad nacional
Así el proyecto mestizo sabogalino se expresa ya en las portadas que realiza para la revista “Amauta” en 1925, en las obras para el Pabellón Peruano de la Exposición de Bolivia realizadas ese mismo año y en los frisos inspirados en los queros incas que presenta en la Exposición Iberoamericana de Sevilla, en 1929. La maduración de todo ello, será la creación, en 1931, del Instituto de Arte Peruano, un proyecto que se convertirá en una especie de laboratorio de identidad nacional, en un intento por mostrar un Perú integral, y donde participaron activamente Julia Codesido, Camino Brent, Alicia Bustamante y Teresa Carvallo.
El Instituto se adhirió en 1946 al recién creado Museo Nacional de la Cultura Peruana, bajo el impulso de Sabogal y del ministro de Educación de entonces Luis E. Valcárcel, quien sería clave en esta etapa de búsqueda de lo nacional. “Se propuso un museo que sintetice la cultura peruana —cuenta Villegas— y se creó un Instituto Etnológico que tenía como director a José María Arguedas y un Instituto de Arte Peruano en el que estaba Sabogal. Se trataba de un proyecto intelectual muy interesante para pensar el Perú, desde la etnografía, la antropología y el arte”.
Las investigaciones en el IAP estuvieron centradas en el estudio del color de la cerámica Nazca, en producir acuarelas, en crear una colección de arte popular, en el que jugó un papel importante Alicia Bustamante, en revalorar iconos como los queros y en realizar investigaciones y publicaciones, como “El toro en las artes populares del Perú”, escrito por Sabogal, con prólogo de Luis E. Valcárcel e ilustraciones hechas por integrantes del Instituto.
Se trataban de proyectos integrales que, como expresa Villegas, excedían el indigenismo: “Ese calificativo nació de los epítetos que le querían dar a Sabogal y su grupo, pero si se revisa todas las entrevistas este y los demás artistas niegan ser indigenistas y se definen, más bien, como peruanistas. Lo más importante dentro de la historia del arte peruano es rescatar a los artistas en cuanto a sus proyectos ideológicos, entonces por qué seguir pensando en un término que fue usado de manera peyorativa contra ellos”.
“José Sabogal y la escuela peruana mestiza” es un trabajo que reivindica la figura del pintor cajamarquino desde un concepto más amplio, global y justo: su búsqueda de lo nacional en esa larga duración que viene desde lo prehispánico hasta nuestros días.
El dato
“José Sabogal y la escuela peruana mestiza”, de Fernando Villegas Torres, se presentará en la Feria del Libro Ricardo Palma, el próximo 6 de diciembre.
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