Gian Piero Frassinelli es una de las figuras de la arquitectura italiana y —allá por la mitad de los años sesenta— formó parte de Superstudio, un colectivo integrado, además, por los arquitectos Adolfo Natalini, Cristiano Toraldo di Francia, Alessandro Magris y Roberto Magris, quienes desafiaron los cánones de la especialidad con una serie de propuestas teóricas conocidas como “arquitectura radical” o “anti-utopía”, que significaron una severa crítica a la sociedad de consumo que por entonces emergía en el mundo.
Quizás su obra más conocida sea “Monumento Continuo”, una estructura única que se extiende por el mundo, a través de desiertos, paisajes y urbes. La imagen más llamativa fue la que ilustra la llegada a este hipotético monumento a la ciudad de Nueva York.
Frassinelli contesta una serie de preguntas, antes de su presentación, de manera virtual, en el ciclo de conferencias “Pianeta Fresco”, organizado por el Istituto Italiano di Cultura y la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
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Un cambio vital
¿Qué desafíos representa la pandemia para la arquitectura contemporánea?
No creo que nos demos cuenta todavía, pero estoy convencido de que esta pandemia que, por primera vez en la historia, ha involucrado a los 7 mil 600 millones de seres humanos presentes en la Tierra, cambiará para siempre nuestra visión del mundo y de nosotros mismos; incluso de todo nuestro pasado y ciertamente de nuestro futuro. En los próximos años, cuando nosotros, pertenecientes a las culturas de Occidente, seamos capaces quizás de contener el contagio, tendremos que tomar conciencia de que todos pertenecemos a una sola especie y que no podemos hacer nada más que tomar un solo camino para salvarnos de la extinción. Ha sido un virus, infinitamente pequeño, que nos está enseñando lo frágiles que somos. Creo que nunca podrá ser derrotado, definitivamente, quedará latente y listo para actuar, para hacernos ver que debemos dar una respuesta unidos y no unos contra otros; debemos convencernos de que somos un solo cuerpo. Entonces, será necesario repensar todo lo concerniente a nuestra vida como el uso compartido de los espacios comunitarios y privados; el uso común de los recursos limitados de nuestro planeta, que tendremos que aprender a no acumular, sino a compartir por una cuestión de vida o muerte. Solo así podremos sobrevivir como especie. Ese es el desafío futuro que nos espera; un desafío trascendental al que nunca nos hemos enfrentado todavía. No hay alternativa.
La época de Superstudio
Dos de sus grandes amigos, los arquitectos Adolfo Natalini y Cristiano Toraldo di Francia, con quienes formó Superstudio, ya no están con nosotros, ¿qué recuerdos tiene de ellos y cuánto influyeron en su desarrollo profesional?
Conocí a Adolfo y a Cristiano cuando tenía 20 años; diez años después conocí a Roberto y Alessandro Magris. He pasado toda mi vida activa con ellos y ahora me siento privado de una gran parte de mí mismo. Son mucho más que recuerdos, son iguales a mis padres, son como hermanos desaparecidos a los que instintivamente me refiero cuando tengo que tomar decisiones sobre nuestra común herencia cultural. Preguntándome cómo se comportarían ¿Qué hubiéramos hecho? ¿Qué decidiríamos? Esas son las preguntas que me hago constantemente hoy. Mi desarrollo profesional comenzó con el de ellos; hemos hecho un camino de investigación que, visto en retrospectiva, me parece sumamente coherente. Comenzó con la pregunta: ¿qué es la arquitectura? Y acabó encontrándose con el hombre desnudo de conocimiento; el hombre que piensa, imagina y actúa; incierto, temeroso y curioso.
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Uno de los trabajos del grupo que más se comenta es “Monumento Continuo”, ¿de qué manera esta idea crítica de un monumento que atraviesa ciudades y paisajes fue un presagio de esa arquitectura uniforme y globalizada de las grandes metrópolis?
El “Monumento Continuo” fue nuestro primer enfrentamiento con la Arquitectura. Antes habíamos explorado brevemente las arquitecturas que nos habían enseñado en la escuela y que no nos habían convencido, parecían demasiado contingentes, demasiado atadas a lugares y tiempos. Nosotros, en cambio, buscábamos la Arquitectura definitiva, pero nos equivocamos porque naturalmente aún estábamos lejos del objetivo final. Obviamente, el “Monumento Continuo” fue un presagio de la arquitectura globalizada. Como suele suceder en los viajes, sobre todo en lugares desconocidos, eso fue un espejismo y lo tomamos por la meta final. Probablemente, fue un hombrecito, que ni siquiera hablaba, el primero en insinuarnos la duda de que lo nuestro fuera un espejismo. Jacques Tati, con su “Playtime”, fue para nosotros un fluir de palabras, una profecía sobre el lugar al que íbamos. Invertimos la ruta y deambulamos un poco inseguros, solo entendimos a dónde no debíamos ir; pero al principio ni siquiera entendimos por qué. Al final, esa era la imaginación poética de un artista que nos había convencido, pero que no enseñaba las pruebas del error. Aquellas llegaron, unos años después, con “Los límites al crecimiento” del Club de Roma y el trabajo del grupo coordinado por Aurelio Peccei. Rompimos el velo en el horizonte de la cultura occidental y comprendimos que la idea de la Arquitectura Occidental tenía que ser desmantelada. Empezamos a trabajar en los “Actos Fundamentales”, en “Vida” la arquitectura desapareció repentinamente, en “Educación” negamos su enseñanza, en “Ceremonia” demostramos que era solo un ritual vano, antiguo y “Amor” hizo claro que la esencia de la arquitectura era solo sentimiento. Finalmente, “Muerte” nos reveló el sentido profundo de las palabras del gran Adolf Loos que concedió la dignidad de ‘arquitectura’ solo a tumbas y monumentos; eso son los dos artefactos más inútiles para la vida humana.
El peligro de la tecnología
Usted fue también un creador de mundos de ciencia ficción, ¿por eso quisiera conocer su opinión sobre las smart cities, esas ciudades dominadas por la tecnología?
Siempre he sido muy crítico con la disciplina del Urbanismo en sí, aunque la estudié en la universidad con un gran urbanista: Ludovico Quaroni. En realidad, mi visión antropológica sobre las reacciones populares al condicionamiento impuesto por las élites, me hizo muy escéptico sobre la posibilidad de que cualquier plan urbano pueda ser implementado de manera concreta, y que pueda traer una mejora sustancial a las condiciones de vida de la gente. Por otro lado, las tecnologías, cuanto más complejas y refinadas son, más revelan debilidades que las hacen dramáticamente peligrosas. Toda la tecnología electrónica muestra al usuario su rostro benévolo y gratificante, pero tarde o temprano esta termina bloqueándose o dejando de funcionar, algo irreversible, o reversible solo si, cuándo y a qué precio, lo resuelve el especialista. Es la nueva esclavitud tecnológica a la que todos voluntariamente nos rendimos, envolviéndonos en nuestras cadenas en la ilusión de ser más libres.
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Sobre su acercamiento a la antropología y el uso de los objetos en algunas culturas ancestrales ¿qué nos pueden enseñar estos pueblos aborígenes a las sociedades modernas?
Como ya he mencionado antes, el llamado “primitivo”, el hombre sin objetos, el ser humano capaz de producir por sí mismo lo que necesita, fue la etapa final de nuestro viaje. Habiéndolo encontrado, comprendimos que esa era la piedra angular desde la que tendríamos que empezar de nuevo a restablecer la arquitectura en la práctica, pero sobre todo en la teoría. Fue en ese momento en que nos separamos. Eran los años 80 del siglo pasado, y tuvimos que dividirnos para que cada uno pudiera encontrar su propio camino. Unos años antes, habíamos conocido físicamente a ese hombre “sin objeto”. Su nombre era Zeno Fiaschi, un agricultor de Riparbella, un pequeño pueblo de Maremma (Pisa, Toscana). Zeno fue un perfecto self made man; había construido su propio mundo con sus propias manos. Campeón del ready-made, con horquillas de árboles y elementos reciclados había hecho sus muebles, su ropa, su arquitectura; se convirtió para nosotros en un ejemplo mucho más importante que un curso universitario. Él, un aborigen italiano fuera de tiempo y de todos los lugares, nos explicó y mostró en vivo lo que había estudiado extensamente en los libros de antropología. Fue con ese viático que, a finales de los ochenta, nos embarcamos en nuestros ‘viajes individuales’. Con tristeza, admito que en esa investigación fracasamos, en parte por nuestra incapacidad; pero ciertamente también porque la florecilla de nuestra arquitectura no tuvo posibilidad de asentarse en la atmósfera mefítica de las sociedades en las que vivimos, envenenadas por la economía financiera, por el egoísmo y las prevaricaciones sociales, las ambiciones profesionales, la estupidez y la ignorancia incorporadas en un sistema, de las muchas otras cosas que me disgusta mucho mencionar y las que ya ni recuerdo.
Más información
La presentación de Gian Piero Frassinelli (22 de abril, 13:00) es parte del ciclo de conferencias Pianeta Fresco, que también tendrá como invitados a Francesco Faccin (29 de abril, 13:00), uno de los diseñadores más activos de la escena milanesa contemporánea; y el dúo Formafantasma, Andrea Trimarchi y Simone Farresin (6 de mayo, 13:00), dos de los diseñadores más influyentes de la actualidad. Las conferencias se difundirán a través de la página Facebook de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo-PUCP
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