Alejandro Villanueva, Teófilo Cubillas, Jefferson Farfán. La historia de Alianza Lima es también la del chocolate, magia que se expresa no solo en la cancha, sino también inspirando a las artes. Felipe Pinglo, Nicomedes Santa Cruz, César Miró. De allí que siempre sea bienvenida una nueva lectura sobre la identidad del último campeón del fútbol nacional, tal como la que los hermanos Enrique y Javier Fernández-Maldonado proponen en el libro de ensayos y fotos “A la victoria volveremos”. Sobre ello hablamos con Enrique.
—¿El vínculo Alianza Lima-Pueblo nace de un estereotipo desactualizado?
Sí. Los equipos tratan de tener narrativas que destaquen sus rasgos característicos. Y el origen de Alianza es más proletario, popular, plebeyo. Pero eso cambió, porque la sociedad peruana y limeña también cambió. Ahora los equipos tienen gente blanca y adinerada, de escasos recursos, mestizos y afroperuanos en sus hinchadas. Pero la imagen ya quedó.
—En su ensayo, Noelia Chávez escribe sobre un juego aliancista pícaro, alegre y creativo. ¿También son estereotipos divorciados de la realidad?
Alianza, como cualquier otro equipo de la actualidad, está empapado de las nuevas estrategias y tácticas. El fútbol tiene un paradigma nuevo, pero es cierto que, desde la perspectiva histórica, el estilo del club en sus inicios era más vistoso, gambetero, dribleador, jugaban en pared. A otros se les asoció con el fútbol fuerte, peleador, versus el de Alianza, más alegre y quimboso. Pero eso ya se diluyó.
—Varios clubes ofrecen experiencias adicionales en los estadios: ‘fan fest’, shows de medio tiempo. ¿Será que el fútbol ya no es suficiente para nadie?
No lo veo así. Los que van al estadio quieren ver fútbol y esperan que su equipo gane, pero sucede un par de cosas. Lo primero es que hay modelos internacionales, como el del Super Bowl, que han calado y que entienden que el deporte también es un espectáculo. Eso vende entradas y genera consumo. Lo segundo es que, a diferencia de otras épocas, ahora los estadios se llenan y, si no vas con una hora y media de anticipación, corres el riesgo de no tener un buen asiento. ¿Qué haces dos horas en el estadio? Yo llevo el periódico, lo leo y hago picapica. Pero mi hijo está contando los minutos, se agobia. Estos recursos, como los cánticos, permiten pasar momentos agradables y generan identidad.
—¿Los cánticos no son también la muestra de que el machismo sigue reinando en el fútbol?
El machismo es inherente a la sociedad y, por tanto, al fútbol. Las barras siguen siendo claramente machistas y homofóbicas. Es un tema complejo. También es cierto que ahora el machismo está en repliegue: hay campeonatos de mujeres, en las tribunas ahora ves mujeres y niños. Esas presencias desmasculinizan el fútbol, aunque hay rezagos machistas que todavía persisten en clara tensión. Hay hinchas que quieren avanzar hacia otro tipo de cánticos, no tan violentos. No sé si será fácil o en qué acabará, pero ya hay consciencia de esa carga. Así como cambiaron muchas cosas, esto seguro que también.
— De vez en cuando se escucha: “Alianza Lima es el Perú”. ¿Dirías que es una frase que se puede sostener?
No sé de dónde viene esa metáfora. Cuando me hice hincha ya existía y se coreaba. En todo caso, sí tiene sentido a partir de lo que pasó con el club en el 2020. ¿Cómo explicas que un equipo que desde el 2017 jugó todas las finales tenga un bache como el de hace tres años? Se me viene a la mente que tuvo que ver el contexto enrarecido que vivimos, la pandemia. El fútbol se paralizó, los jugadores extranjeros decidieron no volver al Perú. Y la sociedad peruana vivió un proceso similar: a la primera gran crisis después de vivir dos décadas con el cuento del milagro peruano, nos dimos cuenta que el Estado estaba lleno de huecos. Fue un choque psicológico fuerte para toda la sociedad. El fútbol no fue ajeno y se expresó con un resultado inesperado para un club ganador que, en los últimos años, tuvo dinero para pagar una buena plantilla. Los aliancistas creíamos que merecíamos estar en el podio solo por ser de Alianza, en lugar de entender que eso solo se consigue tomando acción.
— Entonces, ¿sería verdad eso de que los aliancistas “nacieron para sufrir”?
Recojo esa tesis de Víctor Vich. La historia de Alianza Lima es una de altibajos, periodos yermos deportivos; luego, la caída del Fokker que se combina con periodos más alegres, tricampeonatos, el buen fútbol de la selección peruana, y épocas recientes de logros. Alianza transita del sufriemiento, la tristeza, la desazón, al éxtasis y la alegría del triunfo.
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