Es curioso cuando personaje y persona distan tanto. El ‘Berlín’ de “La casa de papel”, marcado por el egocentrismo y la sociopatía, poco tiene que ver con el Pedro Alonso que lo encarna: un hombre de 49 años, risa contagiosa y sobre todo mucha, pero mucha espiritualidad.
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Es esta última faceta la que revela en la novela que acaba de publicar, “Libro de Filipo” (Grijalbo, 2020): un texto raro, por momentos críptico, que se inspira en los ejercicios de regresión que él mismo hizo junto a su novia, la cantante serbia Tatiana Djordjevic, y que tomó forma literaria durante un viaje que la pareja realizó al Perú. “Filipo es un soldado romano en tiempos del imperio, que se supone soy yo mismo, que se encuentra con un tipo que le habilita un sistema de pensamiento nuevo y lo invita a ser otro. Es un libro iniciático, un viaje de conocimiento con una vertiente espiritual, pero también un drama de época, un thriller, y un western”, según lo describe el propio Alonso.
A propósito de la charla que el autor del “Libro de Filipo” tendrá con sus seguidores de Perú (por medio de los canales sociales de Me Gusta Leer Perú y Crisol a las 7:30 p.m.), que se dará en unas pocas semanas, conversamos con el popular actor.
-¿Cómo es que terminas de escribir este libro en el Perú?
En agosto del año pasado terminé de grabar la tercera y cuarta temporada de “La casa de papel” y ya tenía una fecha de entrega del libro, para el 2 de noviembre. Entonces me quedaban dos o tres meses para terminar y sabía que tenía que escribir un poco por encima del ritmo habitual y, además, muy concentrado. Es así con mi pareja, Tatiana Djordjevic, empezamos a evaluar opciones adonde viajar para poder escribir: pensamos en La Habana, en California, y en un determinado momento ella dijo Perú, porque ella conocía a alguien con quien ya había estado seis años atrás en el Amazonas. Así que instantáneamente dijimos que sí.
-¿Y cómo fue el proceso?
Este amigo, que vive con su familia a una hora de Iquitos, nos recibió y nos dio una casita sin paredes, en mitad de la selva. Allí estuvimos dos meses. Tatiana yendo a las islas de los monos a hacer de cooperante. Y yo escribiendo como loco en las mañanas. Luego de eso, entre los dos nos la pasábamos pintando y completando las pinturas que ilustran el libro. Entonces puedo decir que escogimos Perú por dos razones: una, por la dimensión espiritual asociada a la mitología peruana; y dos, por el brutal contacto con la naturaleza, que son dos vertientes fundamentales en la configuración de “Libro de Filipo”. Así que puedo decir sin dudas que quiero mucho a tu tierra.
-Hablemos un poco más de Tatiana Djordjevic, tu novia, que es una figura importantísima en la novela. Ella escribe el prólogo, incluso.
Yo este libro lo defiendo como un proyecto conjunto. Lo he escrito yo, pero es evidente que desde que conocí a Tatiana la conversación enseguida se convirtió en un proyecto. Ella y yo pintamos casi desde el inicio de nuestra relación y a los pocos días me propuso lo de hacer una regresión, que la hago de su mano. Y al final hicimos cuatro. De tal forma que yo sentía que ella tenía que estar presente en el libro de alguna manera, y hemos encontrado la más lógica. Fue un encuentro providencial del destino.
-Cuéntame un poco más sobre esas regresiones, que son las que inspiran el libro. ¿Se pueden explicar con palabras?
Mira, a veces me preguntan qué es la meditación. Y puede ser algo muy fácil o tonto de explicar, pero también una cosa muy loca. Y claro, en términos occidentales, son muy tramposas. ¿Qué es hacer el vacío? ¿Qué es vaciar tu mente? ¿Qué significa eso para una mente taladrada como la nuestra? Yo muchas veces cuento que la meditación es como ir corriendo de pequeño por un campo con un amigo, y mirar las nubes y decir lo que ves. Tú no decides qué es lo que ves, simplemente te das el tiempo para que la nube sea lo que quiera ser. Y que tú le pongas nombre. Tú canalizas. Hay muy diferentes vías para ayudar a canalizar, a maniobrar de una forma menos mental, más intuitiva y perceptiva. Una de esas vías es la meditación. Y las regresiones hipnóticas trabajan en esas vertientes. Una regresión hipnótica implica que tienes que estar relejado y que alguien te introduce en una vía meditativa entre la vigilia y el sueño, por decirlo de alguna manera. No pierdes la conciencia, te acuerdas de todo, pero hay un momento en que si entras en la convención, y si quien te acompaña lo hace bien, haciéndote las preguntas adecuadas, empiezas a visualizar cosas. Y directamente trasciendes. Tú estás viendo una película, escuchas lo que se dice y lo transmites. Eso te hace conocerte y te limpias. Casi todas las regresiones hipnóticas tienen, cuando se hacen como se debe, un componente sanador. Lo mismo que la meditación, el chamanismo, la ingesta de plantas psicotrópicas. Lo mismo que todos aquellos intentos por canalizar lo que no es visible de una forma respetuosa.
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-Has sido durante muchos años actor de televisión. Y existe esta imagen de la TV como un medio esencialmente superficial. ¿Cómo complementas ese trabajo con una faceta tan espiritual?
Bueno, primero habría que decir que antes había una mirada más condescendiente a la televisión, pero hoy se hacen muchas cosas muy interesantes. Pero sí es verdad que los soportes de comunicación invitan fundamentalmente al ruido, y lo que yo estoy haciendo es caminar en la dirección opuesta. Aun así, si ves mis últimos papeles como actor, probablemente percibas que todo esto de lo que te estoy hablando está cada vez más presente en mi forma de vivir y en mi trabajo. Para mí, la ficción es cada vez más el arte de parar el tiempo, de aprender a respirar, de quitar del medio lo que tú piensas sobre las secuencias y los personajes. y canalizar la energía de los guiones. Si uno encuentra la manera, todos los prejuicios se suspenden y uno cree en lo que está pasando. Y cuando crees, es porque de alguna forma se ha tocado una vibración de la vida. Ese ejercicio lo he ido desarrollando porque me hacía falta como actor. Y porque en un determinado momento, hace 14 años, tuve una crisis fuerte. Desde entonces creo que todo en mi vida ha apuntado en esa búsqueda. Entonces para algunas quizá sí es una contradicción o una sorpresa el hecho de trabajar en la TV y a la vez seguir esa búsqueda, pero yo lo tengo absolutamente en el centro de mis emociones.
-¿Cuál fue esa crisis que experimentaste?
En una parte del libro incluyo brevemente algo de eso. Cuando narro mi encuentro con una bruja, en el Cusco. Al final de la conversación ella me dijo: “¿Recuerdas lo que te pasó hace 15 años?” Yo le respondí que sí. “Pues tenlo presente”, agregó, y yo automáticamente supe que se refería a eso, a esa crisis. Yo había pensado muy bien como actor, tuve una subida, empecé a hacer cine, me fue genial; pero en cierto momento tuve una gran bajada y de pronto me puse en cuestión si mi vida debía ir en esa dirección, incluso cuestioné mi carrera como actor. Fue un colapso profesional y vital, que me llevó a retirarme a Galicia, a la tierra de mi padre, y estuve como un año alejado del mundo. Visto desde la perspectiva presente, te diría que tuve una depresión profunda, que me hizo cuestionar todo el sistema con el que yo venía viviendo. Y empecé ir en otra velocidad, porque necesitaba reconectar con algo. Y esa vía de reaprendizaje de lo perceptivo ha ido ganando presencia en mi vida como actor y como persona, se parecen cada vez más.
-La pandemia nos ha hecho ver muchas que funcionan muy mal en el mundo. De eso también habla un poco el libro, ¿no?
Yo te confieso que he sido una de esas personas que al principio pensábamos que todo esto era una gran broma, un ejercicio de alarmismo desmesurado. Pero luego me he dado de que es tremendo, durísimo. Y muchas de las cosas que ahora entendemos mejor, en realidad ya las sabíamos: que vivimos en un mundo que privilegia unas variables a favor de los números, que olvida lo humano y pisotea la vida misma. La paradoja de este momento es que se nos está ofreciendo una oportunidad de poner en cuestión las cosas. Primero desde lo íntimo, pero también desde lo sistémico, hacia donde nos dirigimos. Y por otro lado, con esta coyuntura, también surgen nacionalismos y populismos nefastos. Discursos de carácter fascista de la peor especie, muy egoístas y tendenciosos, que solo nos puede hacer daño. Por eso es que, para mí, una de las claves es quitar esta discusión de la ideología. Yo ya estoy harto de esta discusión que no me representa, porque ni siquiera es una discusión de derecha e izquierda. Es una discusión de conciencia.
-Aunque es una novela muy íntima, imagino que también has tenido referentes externos y literarios. ¿Podrías mencionarme algunos?
En los últimos 10 o 15 años he leído básicamente no ficción. En ese campo te podría mencionar tres autores clave: el noruego Karl Ove Knausgård, el autor de la saga “Mi lucha”, que me reventó por dentro y lo he tenido como una referencia. Emmanuel Carrère, el francés, es otro que me entusiasma, que utiliza mucho aquello de investigar sobre cualquier tema y luego centrarse en lo propio. Y Gay Talese, un clásico del periodismo. En el campo de la ficción sí podría mencionarte uno del que me he leído todo: el sudafricano Coetzee. Cuando leí “Desgracia” me pegó un bofetón.
-Sé que es difícil predecir el futuro, pero ¿has tratado de verte de aquí a unos años? ¿Seguirás con la actuación o preferirás la escritura?
Bueno, hoy profesionalmente me va bien como actor, pero sí estoy utilizando esa posición momentánea de cierto privilegio para decir sobre todo que no. Rechazar ofertas. Porque por suerte tengo mucho trabajo. Este año voy a hacer la quinta temporada de “La casa de papel” y, si todo va bien, el próximo año tengo un proyecto como actor potente. Pero es verdad que a la vez el trabajo con la voz propia se me está derramando. Y ese trabajo lo hago porque no tengo escapatoria, está ganando cada vez más, y me parece que va a seguir así. En todo caso, mi aspiración máxima sería escribir historias para yo mismo interpretarlas. Creo que camino hacia allí.
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