Analizar el poema y contar una historia a la vez. Apreciar cómo, por ejemplo, el paso por la cárcel resultó una experiencia fundamental para la escritura del poemario “Trilce”, publicado en 1922. O analizar la presencia de la madre y de la mujer andina, el oficio de maestro, la conflictiva modernidad, los ideales de comunidad y solidaridad, como huellas en toda la poesía del autor de Santiago de Chuco, desde “Los heraldos negros” hasta “España, aparta de mí este cáliz”, dando cuenta de la visión de un poeta universal y profundamente peruano.
Ese es el desafío que, para el investigador y también poeta Luis Fernando Chueca, supone editar la obra lírica de César Vallejo. No solo por la necesidad de dialogar profusamente con los estudios de muchos otros investigadores, sino también al enfrentar una obra en parte dispersa, en parte compilada en circunstancia post mórtem.
De hecho, para Chueca ese ha sido el reto más complejo en el caso de “Poemas humanos”, por ejemplo. “Finalmente, cualquier forma de editar ese libro termina siendo arbitraria: No hay forma de establecer cuál hubiera sido la voluntad de Vallejo”, advierte.
Para el investigador, en Vallejo puede verse el desarrollo de un proyecto de escritura que se va complejizándose en todo el recorrido de su poesía y que, al mismo tiempo, se mantiene fiel a una cuestión fundamental: la indagación desde el lenguaje de nuestra condición humana. “Desde “Los heraldos negros” y en definitiva, en “Trilce”, se aprecia la preocupación de Vallejo por la exploración de las posibilidades del lenguaje. Sea en modismos y expresiones, pero también en representaciones directas de lo andino y lo mestizo”, explica Chueca.
El origen de “Trilce”
Publicado originalmente en 1922, “Trilce” apareció en la misma época en que el presidente Leguía colocaba a José Santos Chocano una corona de laurel en el Teatro Forero (el actual Municipal). Una coincidencia muy interesante en términos simbólicos que, para Chueca, evidencia dos polos: la poesía de lo establecido, estentórea y vinculada al poder, frente a la nueva poesía en gestación. No se trata, sin embargo, de una ruptura declarada. Prueba de ello, advierte el prologuista, es que tanto Vallejo como José María Eguren estuvieron presentes como público en aquella coronación modernista.
La recepción del fundamental “Trilce” resultó polémica. En Chiclayo y Trujillo los primeros comentarios favorables provocaron una reacción de indignadas cartas, artículos y columnas periodísticas dirigidas contra el poeta norteño. “Son peleas dentro de grupos de poder, pero también generacionales”, dice Chueca.
Pero lo más interesante quizás sea advertir los precarios orígenes del libro: su paso por la cárcel. “Hasta donde se conoce por testimonios del poeta Juan Espejo, en la cárcel de Trujillo Vallejo escribe entre 8 y 10 poemas, pero especialmente reescribe todo lo que tenía. Allí aparecen sus preguntas sobre la existencia, la justicia, la soledad. Su radicalidad parte de la experiencia carcelaria, sumada a la muerte de la madre, así como la de sus admirados González Prada y Abraham Valdelomar. La cárcel le permite a Vallejo repensarse por completo, tanto a sí mismo como a su lenguaje”, explica.
—Señalas que esta oportunidad de editar a Vallejo es un aprendizaje “humano y peruano”. ¿Cres que estamos desperdiciando la oportunidad de celebrar el centenario de Trilce?
Hasta donde sé, esta edición es una de algunas cosas buenas que están ocurriendo. Muy pronto se presentará una edición de los facsimilares de las ediciones de 1922 y 1930, y en la Universidad Católica se está avanzando en la realización de un Congreso sobre Trilce. Pero claro, habría que trabajar mucho más en esa celebración, que no solo corresponde a un espacio académico sino que forma parte de la conversación de todos los peruanos. Con todo su hermetismo, “Trilce” está marcado por un lenguaje, unas imágenes, una tonalidad, una conciencia del mundo que tiene que ver con su ser peruano. Trabajar en la edición de sus poemas me ha devuelto esa perspectiva.
—Al leer la poesía de Vallejo, realmente impresiona como su proyecto resulta tan coherente en su evolución. ¿Cómo adviertes su coherencia poética?
En Vallejo hay el desarrollo de un proyecto de escritura que se va complejizando, que va encontrando nuevas aristas, y que al mismo tiempo se mantiene fiel a una cuestión fundamental: el propósito de la indagar desde el lenguaje de la condición humana. De la persona como sujeto individual y colectivo. Eso lo vemos en todo el recorrido de su poesía. Otra cuestión que se ve desde “Los heraldos negros” y en definitiva, en “Trilce”, es la preocupación por la exploración de las posibilidades del lenguaje, que no son siempre las mismas.
—¿Cuán importante crees que es la formación de maestro de escuela de Vallejo en su poesía?
No lo tenía tan en cuenta, pero fue algo que fui encontrando al preparar la edición. Quien me lo planteó fue Mónica Bernabé, quien dice que en “Poemas humanos”, o en los textos de Vallejo en Europa, una serie de referencias y aproximaciones que se conectan con el Vallejo inicial, como profesor de colegio que escribe poemas didácticos. Esos lenguajes que incorporan tecnicismos, explicaciones, que reflejan la experiencia del profesor que ha quedado en otro tipo de registro. Recordemos el último poema de “España Aparta de mí este cáliz”, donde habla de España como “madre y maestra”. Me parece importantísimo.
—¿Cuánto hemos leído a Vallejo desligado de su contexto social? ¿Cómo Vallejo forma parte de nuestra modernidad?
Desde el ámbito de la literatura y de la poesía, es la pieza fundamental para empezar a trabajar el edificio de nuestra modernidad poética. La modernidad vista como experiencia conflictiva con respecto a las expectativas de estos procesos siempre amenazados por derrumbes. Vallejo está apostando por la posibilidad de una forma/otra de construir una modernidad en sitios donde las modernizaciones eran (y siguen siendo) terriblemente excluyentes. Hay en su poesía una confrontación entre las expectativas que se abren y hacia las que habría que andar y los lastres que arrastramos como sociedad.
—Afirmas que hay una experiencia central en Vallejo mientras escribe Trilce: su paso por la cárcel.
Hasta donde se conoce por testimonios del poeta Juan Espejo, en la cárcel Vallejo escribe entre 8 y 10 poemas, no mucho más. Pero lo que sí hace es reescribir todo lo anterior, como puede verse al cotejar con algunas versiones previas. Aparecen también las preguntas sobre la existencia, la justicia, la soledad. Esa radicalidad parte de la experiencia carcelaria, sumada a las experiencias anteriores como la muerte de la madre, de González Prada y de Valdelomar, que también lo afectaron mucho. Pero es la cárcel lo que le permite a Vallejo repensarse por completo. A sí mismo y al lenguaje, en un contexto de modernización fallida. Todo eso le hace pensar cómo es el lenguaje que estamos usando y cómo hay que darle la vuelta para salir de ese encarcelamiento que nos impone. “Trilce” tiene que ver con la necesidad de salir de esos encarcelamientos: de la lógica y de la linealidad temporal.
—Es muy sugerente la idea de pensar lo que llamas “la cuadratura del lenguaje” en algunos de sus poemas, a propósito de la estrechez de su propia celda.
En el poema 2, por ejemplo, la construcción visual del poema apunta a mostrar lo que en otros poemas serán las cuatro paredes de la celda. Vallejo habla de la celda en la que se encuentra, pero también sobre la celda del lenguaje, del etiquetar con un nombre la definición del objeto. Romper con las definiciones es fundamental aquí.
—¿Crees que ”Trilce” comienza con la imagen de un yo poético defecando, como señalas en tu texto?
Hay varias lecturas. Lo anecdótico, según lo que cuenta Juan Espejo, es que ese es el origen del poema 1. Definitivamente, si uno lo lee desde ese hecho anecdótico, encuentra una coherencia vinculada al reclamo de dignidad del ser humano en un momento tan privado como la defecación. Pero, al mismo tiempo, poner esa escena como apertura del libro es desafiar una serie de concepciones respecto a lo poético, la belleza, lo permisible. Pero hay otras lecturas, también interesantes. Ese poema permite, desde esta línea del desafío, plantearse como una poética en que la defecación es un símil para hablar de la escritura, por ejemplo.
—Cuando hablamos de “Poemas humanos”, ¿Cuán distorsionada es nuestra lectura en la medida de que Vallejo no estaba allí para darle su visto bueno tanto al título como al orden de los poemas?
No le dio su visto bueno por una cuestión de tiempo. En sus últimos meses de vida, él estuvo embarcado es en la escritura de “España, aparta de mí este cáliz”. Y probablemente, no tuvo más tiempo para armar los otros poemas. Hay en las libretas de Vallejo que su viuda Georgette menciona, varios proyectos. Probablemente, si Vallejo hubiera podido vivir más tiempo, se hubieran definido de otro modo. No tenemos cómo saberlo. Pero no creo que eso signifique desconfiar de los textos, sino una inconclusión respecto a su orden y ubicación. Están los manuscritos y páginas a máquina, ese arduo y permanente trabajo de correcciones, que nos habla de un Vallejo tratando siempre de lograr una expresión. De repente, podemos decir que esos poemas los podría haber seguido corrigiendo y no habrían sido como los conocemos ahora, pero no creo que eso hubiera significado descartar algunos. Lo que está en papeles sí representa, por lo menos hasta donde se pudo, el proceso de escritura de un texto avalado por Vallejo.
¿A Georgette hay que agradecerle o recriminarle? ¿Es heroína o villana? ¿Es parte de la confusión o ayudó a estar más claros?
Me alejaría de las posiciones dicotómicas. Creo que es un personaje complicadísimo. Finalmente, contribuyó a tener lo que tenemos. Contribuyó con sus ediciones, que podrían ser discutidas, pero ayudó a sostener la condición de poeta de Vallejo, y que esto pueda haber llegado a nosotros. Hay algunos críticos que dicen que más bien Georgette no apreciaba tanto su poesía y ponía énfasis en sus otros textos, novelas, cuentos, teatro. Pero más allá de su valoración personal, los poemas se conservaron y por eso los conocemos. Y eso es lo valorable.
Vallejo no es responsable de Sabina
Terminemos este artículo con un chiste: en el cintillo del libro, hay una frase que Sabina que ya circula en redes con la irónica contundencia de un “meme”. “César Vallejo es directamente responsable de lo que yo he escrito”, señala el llamado “genio de Úbeda” y las respuestas se multiplican advirtiendo que nuestro poeta no tiene la culpa de nada. Quizás la divertida reacción tenga que ver con la forma en que hemos leído equivocadamente a Vallejo, desde el prejuicio, intentando desentrañar cada verso buscando solo dolor y gravedad, cuando el poeta ofrece mucho más que eso.
¿Finalmente, qué recomiendas desaprender de las formas en que usualmente hemos leído a Vallejo?
Hay dos cosas que siguen persistiendo en la manera en que se lee a Vallejo y que podríamos aprovechar el centenario de Trilce para darle la vuelta. Una, es esta idea de Vallejo como el poeta del dolor y la pesadumbre. Una cuestión importante es encontrar un Vallejo en que si bien el dolor sigue siendo fundamental, tiene muchas otras dimensiones. Por otro lado, tenemos la dimensión de lo hermético, de lo incomprensible. Probablemente de “Trilce” no entendamos muchísimo, seguimos leyéndolo aunque persistan sus zonas oscuras. La poesía no solo nos llega a la razón, sino que toca el cuerpo. Acercarnos a “Trilce” desde esa otra posibilidad, sintiendo sus tonalidades, intensidades, sonoridad, vaivenes, volúmenes, son posibilidades de conexión que no necesariamente pasan por la comprensión. Mueve fibras y despierta nuevas miradas. Frente al miedo de no comprender Trilce, la posibilidad de dejarse tocar por las palabras, por los significantes, es importante.
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