Hace cuatro décadas, en nuestro país, la oferta de libros para niños y jóvenes era escasa. Primaban los textos académicos y las enciclopedias (“El tesoro de la juventud”, la colección “Historia del Perú”, de Jorge Basadre; los 14 tomos de la “Nueva Enciclopedia Temática”, la “Enciclopedia Británica”, los libros de Baldor y más) que usualmente se vendían de casa en casa. Hoy podemos encontrar, además de librerías especializadas, opciones atractivas en cuanto a formato y a temática.
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En la Feria del libro Ricardo Palma, que se inaugurará virtualmente el 25 de noviembre y que va hasta el 6 de diciembre, de los más de 80 mil títulos que estarán a la venta, casi el 20% son publicaciones infantiles. ¿Cómo se explica esta demanda? ¿Qué ha cambiado? Para la editora Anahí Barrionuevo, el cambio radica en que las madres y los padres de familia son cada vez más conscientes sobre lo fundamental que resulta la lectura para la formación de sus hijas e hijos. Comprenden hoy, en mayor número, que la lectura determina unas capacidades cognitivas distintas y sin duda mejores, más complejas, para el futuro. “Este entendimiento de la lectura como un canal fundamental para el desarrollo, ha sido impulsado de manera significativa desde el Estado, y eso empezó con el Plan Lector en 2006 [estrategia de promoción de la lectura entre los estudiantes escolares, que propone que ellos lean 12 libros durante el año]. La Generación Bicentenario es producto también de ese plan, si consideramos que hacia 2016 egresó de la escuela la primera generación educada íntegramente en la lectura. Entonces, son las madres y los padres quienes generan una mayor demanda”.
A partir de este incremento, ¿es correcto hablar de un auge de la literatura infantil o de la producción de contenido para niños? Irina Burgos, especialista en literatura infantil y juvenil, piensa que no. Ella sostiene que para hablar de un auge tendríamos que pensar primero en cuántas editoriales locales especializadas en este tipo de publicaciones tenemos, cuántos editores especializados hay en este rubro y cuánta diversidad tenemos en cuanto a géneros discursivos y materialidad del libro. Asimismo, observa la especialista, en nuestro país no se celebran ferias exclusivas de libro infantil y juvenil, como en Argentina, Colombia y México, por mencionar solo algunos países; ni crítica especializada que nos ayude a calibrar la calidad de estos contenidos. “Pienso que la mirada está puesta más en el niño como sujeto de consumo con necesidades particulares que tienen que ser satisfechas por el mercado editorial, ya que está ligado al Plan Lector. Veo publicaciones masificadas que en muy pocos casos puedo llamar literatura infantil y juvenil”.
Aunque hay desafíos pendientes, mucho camino por recorrer y páginas por leer, vamos bien. Lo positivo es que estas cifras indican un avance, un posicionamiento del niño y del adolescente, así como de este tipo de literatura. “Tenemos librerías especializadas (como Lupas, C&E Librería Infantil, La Casita del Sapo, Malcontenta Librería), secciones de literatura infantil y juvenil en librerías como Ibero o Crisol, y sellos editoriales, como el Fondo de Cultura Económica en el que encontramos joyas literarias y estéticas”, destaca Irina Burgos.
Otro punto importante es que las editoriales que generalmente publican para el mercado de Plan Lector, están arriesgando un poco más. «Es claro que las editoriales se vienen esforzando para diversificar su oferta. Ya entendieron que “La Caperucita Roja” y “Blancanieves” no sintonizan plenamente con las niñas y los niños de hoy, y buscan nuevos formatos y, sobre todo, nuevos contenidos, acordes con los tiempos. Sin embargo, considero que el principal desafío hacia el futuro más inmediato es el de abrir plenamente las puertas a las publicaciones infantiles-juveniles en lenguas originarias. Porque el acceso al libro sigue siendo más fácil para los sectores urbanos e hispanohablantes; pero la lectura es necesaria para todos. Volviendo a la Generación Bicentenario, con ella vemos hasta qué punto no solo aporta un mayor y más complejo desarrollo cognitivo, sino que genera ciudadanía. Y esas dos cosas deben ser el objetivo último de la educación», concluye Anahí Barrionuevo.
CLAVES PARA FOMENTAR LA LECTURA Y EL PENSAMIENTO CRÍTICO
- Para formar lectores librepensadores, capaces de razonar y de tomar decisiones moralmente conscientes, es fundamental procurar a los niños libros que aborden diferentes temáticas. Desde aquellos que se ocupan de la emergencia climática, hasta los que inviten a filosofar sobre la vida o hablar de la muerte. No hay que huir de los temas “complicados”.
- No conformarse con formar lectores de bestsellers, sino sujetos del lenguaje capaces de descifrar la escritura, capaces de interpretar un texto, adjudicarle sentido y apropiarse de este, de manera que puedan trasladar ese aprendizaje a diversos textos como los discursos de los políticos, los posts de Facebook, las imágenes publicitarias o identificar fake news, por mencionar algunos ejemplos.
- Invertir en libros de calidad y tiempo para el acto de leer. Dedicar un espacio para que padres e hijos lean juntos.
- Ofrecer a los niños, variedad de formatos: libros álbum y libros ilustrados, libros informativos, interactivos, pop up, historietas. También revistas y periódicos. No hay una fórmula exacta para despertar el interés en la lectura. Hay que probar.
- Animar a los niños a jugar con preguntas y respuestas, para que aprendan a argumentar. Pedirles siempre su opinión.
QUÉ LEER
Josefina Jiménez, mediadora de lectura y creadora de “Pequeños Lectores”, un espacio que fomenta la lectura infantil, recomienda: “Esto no es un libro”, de Jean Jullien; “Cuentos silenciosos”, de Benjamin Lacombe; “Enciclopedia de malos alumnos y rebeldes que llegaron a ser genios”, de Jean-Bernard Pouy, Serge Bloch y Anne Blanchard; “La historia de las cosas” de Neal Layton o los libros de los por qués.
Para hablar de temas complejos en sociedad, sugiere la colección “Libros para mañana” de editorial Media Vaca, que contiene cuatro volúmenes: “Así es la dictadura”, “Cómo puede ser la democracia”, “Hay clases sociales” y “Las mujeres y los hombres”. En esa línea también menciona “¿Qué es el poder?”, de Editorial Amanuta; “Pequeños grandes gestos por la tolerancia”, de Francisco Lorca y Elena Hormiga; “La composición”, de Antonio Skármeta; y “¡Huye!”, de Marek Vadas. Para hablar del duelo es útil “Historia de un oso”, de Gabriel Osorio y Antonia Herrera; “El pato, la muerte y el tulipán”, de Wolf Erlbruch; y “Camino a casa”, de Jairo Buitrago.
Otros libros que aconseja para estos tiempos son “Los días raros”, de Roger Ycaza y María Fernanda Heredia; “Aprender a vivir juntos”, de Mélanie Rutten: y “De familia en familia”, de José Nesis y Paula Szuster; útiles para abordar el tópico de la separación y de familias diversas.
ACTIVIDADES PARA NIÑOS
La edición 41 de la tradicional Feria del libro Ricardo Palma se realizará este año de manera virtual. Aquí una lista de actividades para los menores del hogar.
• Presentación del libro “La caída de Fangoso”, de Javier Zapata Innocenzi. 5 de diciembre a las 15.:30 p. m. vía YouTube
• Cuentacuentos “Día internacional del niño”. 27 de noviembre a las 4:00 p. m. vía Facebook.
• Taller “Crea tu personaje con plastilina”, a cargo de Raúl Vázquez. 28 de noviembre a las 11 a. m. vía Facebook.
• Narraciones en quechua con Yesenia Montes. 5 de diciembre a las 11 a. m. vía Facebook.
• Taller de cómic para niñas y niños con Alfonso Vargas. 5 de diciembre a las 12 m vía Facebook.
Para conocer la relación completa de actividades visite la página de la feria www.facebook.com/feriaricardopalma/