La facilidad con la que se produce y comparte información en la actualidad ha cambiado la manera en que leen las personas. Adaptarse a las tendencias que cada vez ganan más espacio entre los lectores se ha convertido casi en una obligación para las librerías. Por ejemplo, Bunkitsu y Lello en Japón y Portugal, respectivamente, cobran entrada para ingresar a sus locales y a cambio brindan servicios de cafetería o el asesoramiento de libreros especializados. Sin llegar a tomar medidas de ese estilo, en el Perú las librerías también se reinventan.
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En su aniversario 18 y con el reto de adecuarse a las preferencias de su público, Librerías Crisol inauguró recientemente su remodelada tienda en el Óvalo Gutiérrez. Para su gerente general, Sergio Galarza, el objetivo es incentivar la lectura y reconectarse con las personas que los acompañaron a lo largo de tantos años. Y para dar inicio a las actividades la casa reunió a los escritores Alfredo Bryce Echenique, Fernando Ampuero, María José Caro, Karina Pacheco y Renato Cisneros en el conversatorio “Reencuentros de generaciones: la literatura peruana en los últimos 30 años”, en el que compartieron con el público asistente anécdotas y dialogaron sobre la vigencia del libro.
Quien resaltó el rol ineludible que tuvieron las librerías en su formación literaria fue Bryce Echenique. El autor de “Un mundo para Julius” detalló que en los años setenta era un asiduo visitante de la librería Mejía Baca, en la calle Los Huérfanos (hoy Azángaro), donde asistían invitados de la talla de Pablo Neruda o Sebastián Salazar Bondy. Más adelante, durante su paso por Francia conoció a escritores que compartieron con él su necesidad por la lectura y la gran admiración que sentían todos por la misma librería en París, una que exhibía en sus repisas una enorme cantidad de títulos.
Según confesó Bryce, era tal la variedad de publicaciones que encontró un ejemplar de su primer libro “Huerto cerrado”, del cual él mismo no tenía ni uno. Contó el escritor que en aquella ocasión intentó llevarse su obra sin pagar, pero lo descubrieron.
EL PASO DEL TIEMPOPara Fernando Ampuero, los avances tecnológicos han modificado los hábitos de las personas. “La gente lee más que antes porque paran todo el día pegados a la pantalla leyendo artículos o enviándose mensajes”, explica. Desde su perspectiva, la vigencia del libro no desaparecerá, sino que las versiones digitales e impresas sabrán coexistir. “Desde que se inventó la imprenta y se extendió la actividad de la lectura, se creó una secta de lectores. Esa secta no ha desaparecido a lo largo de los siglos ni creo que vaya a desaparecer”, destacó el autor de “Caramelo verde”.
Durante el conversatorio, Ampuero subrayó la relación intrínseca entre las librerías y su aprendizaje. Reveló que para él, estas son una prolongación de la biblioteca de su abuelo, cuyos estantes estaban repletos de historias que lo cautivaron en su niñez.