Un día caminaba por un zoológico y se acercó a una jaula sin público. Tras la reja, un gorila le ofrecía su enorme espalda. Sin embargo, un momento después, el escritor recuerda que el simio giró la cabeza y lo miró a los ojos. Y encontró desesperación en su mirada. Como si un reo le preguntara, sin hablar, por qué lo tenían allí. Cuando Fernando Ampuero comentó a sus amigos que iba a escribir la historia del zorro Run Run, lo encontraron gracioso. “¡Haz que el zorro hable!”, le decían. Pero como aquel gorila silencioso de su recuerdo, su zorro también observa, asimila en silencio. Como evaluándonos.
“Run Run. La triste y desmesurada vida de un zorro cautivo”, es el título del más reciente libro de Fernando Ampuero quien, por primera vez, se ha dirigido a la exigente lectoría infantil. Género en el que debuta “con mucha humildad”, pues se reconoce nuevo en esta plaza. “Nunca se me ocurrió que escribiría un cuento para niños, pero si lo hice es porque algo se quebró dentro de mí”, confiesa.
Ese quiebre tiene que ver con la indignación, por supuesto. Con el impulso de un escritor conmovido que una tarde de fines de noviembre, cuando en los medios se daba cuenta de la persecución policial a un zorro criado como perro mientras la familia pedía que respetaran su vida, escribió el cuento de un tirón. “Este zorro, siendo un cachorro, fue víctima de traficantes que lo vendieron como un perrito de raza. Cuando su situación llegó a la prensa y la tele, ya era un célebre fugitivo”, explica.
Miles de peruanos supimos entonces que el animal había perdido primero a su familia biológica, y luego, tras descubrir su gusto por cazar gallinas, también perdió a su familia humana. Para Ampuero, no solo resulta impresionante el drama del animal y el de la estafada familia que lo crió amorosamente, sino la conmoción general del país. “Su historia nos hizo olvidar durante unas semanas el caos político que todavía vivimos. Hasta su nombre sorprende: “Run Run”, se convirtió en tema de comentarios y murmullos. Me pareció una historia redonda”, afirma.
Como advierte el título, se trata de un relato melancólico, pero las imágenes iluminadas por el pincel de la ilustradora Camila Gómez aporta humor e incluso, alguna que otra carcajada. “Ella me entendió y plasmó todo en acuarela” dice Ampuero.
Más allá de dar cuenta de la historia que hizo popular a Run Run, tu libro tiene que ver con la identidad, con la defensa del instinto de un zorro que vive entre perros y gallinas.
Es cierto. Hay un gran peso simbólico que aparece al escribir un libro. Pero no lo veo tan así: este libro tiene que ver con mi experiencia personal, como habitante de mi ciudad y del planeta. Cuando tenía 8 años, conocí una Lima rodeada por el campo, entonces la naturaleza podía crecer con cierta exuberancia. Pero eso se ha ido transformando a lo largo del tiempo, a veces para bien, pero la mayoría para mal. No paramos de destruir la naturaleza. Y no lo digo solo por un sentimiento ecológico, sino de humanidad, de ayuda al débil. No hay animal más feroz que el hombre. Él siempre encontrará la manera de eliminar al resto de animales. Lo vemos ahora con el derrame de petróleo, con miles de peces y aves agonizando. Escribí el libro no por “buenismo”: fue una reacción visceral, una indignación natural.
Hay una viñeta muy divertida en el libro: las gallinas leen el periódico y dicen “Por fin estamos tranquilas” cuando Run Run ha sido capturado.
¡Están engañadas! (ríe) No saben lo que les va a pasar...
¿Cuánto crees que nos representan esas gallinas como sociedad?
Creo que mucho. Todos, de alguna manera, vivimos en una enorme granja de pollos, donde en algún momento te llega la hora. Mientras tanto, te hacen trabajar con la luz siempre encendida para que creas que es de día y se debe seguir produciendo. Sin embargo, dejo el lado simbólico a los lectores. Esta es una historia sencilla, como debe serlo un cuento para niños.
Una historia sencilla, pero con mucho contrabando de ideas...
Ese contrabando está para quienes saben entender.
En la historia de Run Run el papel de la familia a su cargo es clave: al no ser atendidos por las instituciones oficiales, tuvieron que denunciar el caso en la prensa...
Los mecanismos serios y supuestamente eficientes no se dan abasto ni tienen los recursos, y sencillamente se alzan de hombros. Es por ello que, desde hace muchos años, la gente recurre a los medios para encontrar justicia. El niño y su madre, la familia adoptiva de Run Run, se dieron cuenta de que habían sido víctimas de una estafa cuando les vendieron un zorro como si fuera un perro de raza. Y su decisión fue ir a la prensa porque los vecinos lo iban a matar. Ellos sentían un cariño especial por ese animal, que el zorro les retribuía. Este es un drama nacido de la estupidez humana.
“La realidad suele ser aleccionadora”, escribes. ¿En verdad crees que podremos aprender algo de esta historia?
Esa es una frase que me interesa. Mi intención no es ofrecer sermones, sino contar una historia como no la habían contado tantos otros. Recrear las consecuencias de un episodio cruel, perpetrado por depredadores de fauna. Debe haber un registro para que los niños no olviden esta historia: ellos serán los que impulsarán el cambio, con una sensibilidad diferente, para resolver el problema del maltrato a los animales.
Es cuando la realidad adquiere formato literario que podemos entender su sentido.
Sí. Y te organiza como escritor, porque te hace pensar como armar aquellas piezas. La realidad es mucho más “creativa”, armadora de historias que la ficción.
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