“El homónimo”, de Bruno Rivas (Lima, 1981), quiere ser la historia de una crisis profesional y de una dramática confrontación de identidades. También desea ser una novela de redacción periodística, subgénero que tiene no pocos exponentes en nuestro entorno (dos ejemplos recientes: “Contarlo todo”, de Jeremías Gamboa, y la divertida “Cierre de edición”, de Juan Carlos Méndez). Además, aspira a sacar provecho del registro sobrenatural. Termina siendo algo a medio camino entre las tres opciones y ninguna de ellas se cumple a plenitud: son líneas a las que el autor no ha sabido dar equilibrio o eficaz conjunción, más interesado por privilegiar un discurso minuciosamente autorreferencial y autoindulgente, que en consumar los cometidos que su novela prometía en un inicio.
El protagonista y narrador de la novela es Bruno Rivas, un exitoso periodista con experiencia en internacionales que trabaja en el diario más importante del país; tiene una novia “de rostro angelical” llamada Alejandra y resulta el típico personaje liberal biempensante al que cierto sector de la novela peruana reciente nos tiene acostumbrados. El director del periódico le asigna un audaz proyecto de reestructuración, que él se enfoca a cumplir con éxito, a pesar de los enemigos de extrema derecha –villanos sin el menor matiz– que lo hostigan en las reuniones de trabajo. Mientras Rivas lucha contra esos demonios fascistas, se le aparece en distintas situaciones un homónimo que, en cada encuentro, va cambiando su fisonomía hasta ser cada vez más parecido a él y, de paso, le recuerda sus grandes logros como periodista (lo llega a llamar “una de las estrellas” del diario) para luego cercarlo en un extraño duelo en que sus identidades se ponen en liza.
Rivas está interesado en ser fluido y ameno: lo demuestra su lenguaje práctico, los capítulos de breve extensión, algunos ‘cliffhangers’ por aquí y por allá. El planteamiento y la presentación de los actores secundarios de la historia, aunque ninguno es especialmente relevante, es llamativo. El primer problema surge cuando el narrador recibe el trascendental encargo del director: la novela se llena de información acerca de proyectos digitales y demás parafernalia del periodismo contemporáneo, brindada en crudo, casi como crónicas de reuniones laborales, y eso hiere la atención del lector, que debe sobreponerse a la clamorosa falta de intensidad de varios pasajes del volumen.
Otro inconveniente para que esta novela alcance vuelo es la ausencia de un conflicto real. Podría ser el de un individuo que se halla emboscado entre los pliegues del dogmatismo ideológico –es decir, entre sus colegas ultramontanos y el padre de su novia, un viejo comunista– pero la flácida psicología de sus oponentes no da para tanto. Estaremos de acuerdo en que tampoco es muy sobrecogedor un homónimo misterioso que brota de la nada para recordarnos nuestros momentos dorados y recomendarnos que no le hagamos caso a nuestras némesis porque somos los mejores. Sin embargo, quizá lo que más se extraña en este libro es alguna sombra de sugerencia, algún amago alegórico, algo que escape a la mera enumeración de hechos y de reportes emocionales que el personaje de Bruno Rivas, informativo, nos endilga. Pero esta vez la literalidad ha ganado la partida y “El homónimo” acaba siendo el borrador de lo que pudo ser una novela atendible.
Editorial: mediática
Año: 2023
Páginas: 183
Relación con el autor: ninguna
Calificación: ★★✰✰✰
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