Durante décadas, la ciencia ficción peruana fue entendida por la crítica, gran parte de los lectores, e incluso por muchos escritores, como un excéntrico ejercicio adolescente. En los últimos años, dicha circunstancia cambió de modo rápido y radical: el género ha alcanzado la mayoría de edad (gracias al empeño divulgativo de José Güich, José Donayre y Daniel Salvo) y sus cultores se han multiplicado, cimentando su calidad y audacia. La situación ya no es la misma que cuando José Adolph publicó, en medio de la incomprensión y la condescendencia, “Mañana las ratas” (1984), novela pionera entre nosotros, que profundizó en temas espinosos -la sexualidad libre, el triunfo del avance tecnológico sobre la divinidad- e intocados por la narrativa realista local.
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Alexis Iparraguirre, uno de nuestros autores de ciencia ficción más reconocibles, ha seleccionado el trabajo de catorce nombres que contribuyen a la renovación y madurez del género entre nosotros. Tomando como modelo los objetivos de la emblemática antología “Visiones peligrosas” (1967) de Harlan Ellison, Iparraguirre pretende demostrar en “Esta realidad no existe” que sus escogidos son capaces de “sintetizar lo raro, lo nuevo, lo imaginativo y, desde luego, preservar lo mejor de las virtudes narrativas clásicas”. Es una compilación confeccionada con conocimiento y criterio, barnizada por cierto carisma cómplice que induce a consumir sus disímiles propuestas. Unas palabras sobre las notas biográficas de Francisco Joaquín Marro: no solo son divertidas e informadas -poseen el mérito de hacer de cada escritor que se ausculta un personaje bien perfilado- sino que trazan inteligentes reflexiones acerca de sus derroteros artísticos e inclinaciones temáticas. Un aporte valioso para el lector no iniciado que se enfrenta a esta dimensión desconocida.
Sobresale una serie de cuentos, al margen de la etiqueta que se les imponga. Siguiendo los pasos de Asimov o Bester, Jorge Casilla Lozano combina hábilmente en “Nostos” el relato policial con la ciencia ficción. Consigue el extraño efecto de adaptar las personalidades ásperas de los detectives y las atmósferas clásicas de la novela negra con un ambiente futurista enmarcado en venganzas de narcotraficantes y drogas alucinatorias de impensables alcances. Claudia Salazar tiene en “Cyber-proletaria”, una de sus piezas más perturbadoras: nos dispone ante una fría y angustiante anécdota cuyos tentáculos se amplifican hasta poner en jaque el destino de la especie. “Azul profundo”, de Stuart Flores -quien ya había demostrado en “La velocidad del pánico” su inconformidad con las leyes narrativas predeterminadas- es un notable alarde de oficio técnico y lirismo contenido de iluminadora eficacia para catalizar el viaje por la frontera que separa y unifica a la vez humanidad y maquinaria.
Ya hemos apreciado en “Cuentos peruanos de la pandemia”, a cargo de Ricardo González Vigil, que la catástrofe del covid-19 no ha pasado desapercibida para nuestra ciencia ficción. Es el caso de Carlos Vera Scamarone, quien se apoya más en la peripecia que en las formas a la hora de concretar “Donahue”, texto que sale airoso por sus personajes, tan curiosos como consistentes y un acercamiento a la biociencia ficción, siempre alerta de no trastabillar en una de las trampas recurrentes del género: el exceso explicativo de las enfermedades o de la tecnología movilizadoras de la diégesis. Carlos Enrique Saldívar también acude a los rituales y hábitos del estado de emergencia en “Ahí donde escupí”, historia de prosa segura y atroz onirismo, de visiones minuciosamente construidas que van abriendo paso a la promesa de un apocalipsis reconstructor.
Diego Cebreros, la primicia del volumen, sorprende con un cuento afianzado y ambicioso, “El señor de la danza”, en el que indaga por los recovecos de la migración venezolana (representada por ese inolvidable personaje que es El Chamo) y la hace partícipe de una escaramuza destinada a conjurar los estragos del fundamentalismo. “Golem” de Mariangela Ugarelli brilla en su concisión, por su tratamiento de las relaciones humanas y la cercanía con que lo monstruoso respira sobre nuestra identidad. Igual de recomendable es “El lugar donde la nieve no se va”. Aquí la fórmula del erotismo, el conflicto y la distopía -que en su momento implementó Adolph- es revitalizada por Jeremy Torres Montero. Finalmente, la cuota de absurdo y desenfreno la pone el inaudito Julio Meza Díaz, quien con “Como un mono” da un gran salto adelante.
MÁS INFORMACIÓN
Título: “Esta realidad no existe”
Autores: Alexis Iparraguirre y Francisco Joaquín Marro.
Editorial: Estruendomudo
Año: 2021.
Número de páginas: 250 pp.
Relación con los autores: Iparraguirre, cordial. Marro, ninguna.
Valoración: ☆★★★★ (4 estrellas de 5 posibles)
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