Tres décadas han debido transcurrir para que el polifacético escritor Jorge Eslava (Lima, 1953) nos entregue un nuevo volumen de poesía. El último había sido el notable “Territorio” (1989), conjunto donde nuestro autor enunciaba desde un lugar de soledad pura: aquel de la reclusión hogareña, rodeado de libros, figuras familiares y una memoria que, semejante a las olas del mar, devolvía trozos de una vida más estoica que plácida. En ese espacio sus textos lo mostraban presto a aprehender las imágenes que brinda la contemplación y el silencio profundo. Eslava se develaba como un poeta intimista que no cae en la efusión lírica o el desgarramiento: la suya era una voz austera y sencilla, en ocasiones cercana a un prosaísmo confesional, que ejercía un sereno interrogatorio consigo misma.
“Gimnasium” es el reciente libro de Eslava, una breve reunión que gira en torno a otra de sus pasiones: el deporte. Valiente arquero y boxeador aficionado, los escenarios y símbolos de las canchas de fútbol o de los entarimados pugilísticos le sirven de ideal correlato objetivo para exponer sus preocupaciones personales, concernientes al paso del tiempo, la derrota vital y el zarpazo de la muerte. Estos poemas recuerdan a ese de Eugenio Montale que hace del ring metáfora del absurdo existencial y su angustia: “No me canso de decirle a mi entrenador:/ tira la toalla,/ pero él no oye nada porque en el ring ni incluso fuera/ nunca se le ha visto./ Quizás, a su manera, trata de salvarme/ del deshonor. Que tanto se preocupe/ por mí, el idiota, o sea yo su bufón/ me tiene en vilo entre la gratitud/ y el furor”.
La mención a Montale no es gratuita: Eslava es un poeta que bebe preferentemente de la tradición mediterránea. Lo demuestra su lejano “Ítaca” (1983). Del poeta de “Satura” ha aprendido esa sequedad que se adentra sin aspavientos en el llamado “mal del vivir”; de Pavese toma las lecciones del relato poético, de la fábula que sobrepone la sabiduría a la belleza, como el buen Rose exigía. De ese modo, construye algunas composiciones memorables que enfrentan el pesar de una esperanza magullada: es el caso de “Pelea preliminar”, meditación acerca de la fútil aunque digna defensa humana ante los embates de la realidad, resumida en estos sobrecogedores versos: “Llegar al final será un milagro/ controlar la ansiedad, sortear el vértigo/ y ejecutar mínimas combinaciones/ imprecisas como espejos./ Orinaré sangre en el vestuario/ pero habré resistido”.
Lo mismo ocurre en otros poemas como “Guardameta”, redonda viñeta luctuosa que contiene la duda de “si hay algo arreglado antes del partido”; es decir, sopesa la posibilidad de estar encerrados sin salida en un determinismo cruel. O “Envión”, que revisita los motivos de “Territorio”, solo que desde una perspectiva impregnada por una luz nostálgica y tristona: “tendré/ entre mis dedos tu boca, el destino tembloroso/ de mis hijos y un inventario inútil de lecturas.// No es gran cosa, pero fue el paraíso/ mientras guardaba en secreto un dolor/ o una pasión rota”. Jorge Eslava ha retornado con una expresión muy personal y sugestiva que justifica romper un largo y limpio silencio. Mi única discrepancia es sobre aquella afirmación de la contraportada: “Galeano es autor del mejor libro de fútbol”. Por favor, no seamos tan herejes.
Autor: Jorge Eslava.
Editorial: Colmillo Blanco
Año: 2022
Páginas: 30
Relación con el autor: cordial.
Valoración: 3.5 estrellas de 5 posibles