“Isabel”, serie biográfica dedicada a la escritora chilena Isabel Allende ya se exhibe en Estados Unidos. Y sobre ella, la crítica ha escrito: “Al igual que su escritura, Isabel es personal y política, mezclando ambos términos para contar la historia de un ser humano que se enfrenta a un mundo duro con valentía pero de manera imperfecta”. Personalmente, me quedo con la idea de la imperfección. En efecto, la serie producida por la televisión chilena y próxima a estrenarse en América Latina a través de Amazon Prime, no es una hagiografía, no es la vida de una santa. Es la historia de una mujer apasionada, impulsada siempre por un irresistible deseo de libertad, pero que suele cometer errores y sentir culpa por ellos. En la misma serie, mientras esconde a perseguidos por la dictadura de Pinochet en su destartalado Citroen para llevarlos a lugares más seguros, la voz en off de la escritora interpretada por la actriz Daniela Ramírez nos dice: “nunca fue heroísmo: no tenía conciencia de ese momento, ni de la magnitud de la barbarie”.
Hablamos de una heroína imperfecta, y la propia escritora lo reconoce. “Era la imperfección enorme, en todo sentido”, nos dice en esta entrevista vía Zoom. Allende asume esa imperfección desde que la serie muestra cómo empezó a trabajar como periodista en la revista feminista “Paula” a fines de los años 60. “¡No sabía siquiera escribir una frase sin faltas de ortografía! Todo lo aprendí en la revista, gracias a mis compañeras”, dice.
Lo mismo sucede en los tiempos de la dictadura, cuando como ella, miles de ciudadanos chilenos trataban de asistir a las víctimas y los perseguidos de la dictadura tras el bombardeo a La Moneda en 1973. “Muchas veces te caía el problema encima sin que lo eligieras. Tú no salías a buscar una persona para ayudar, sino que te llamaba un cura por teléfono, y te decía: “pase por la avenida Italia y recoja a tal”. Yo tenía una citroneta pintada con flores, que no era precisamente el vehículo adecuado para pasar discretamente. La falta de conocimiento de lo que estaba ocurriendo, no creer que estaba pasando todas esas cosas entonces, me hizo cometer muchísimas imprudencias que arriesgaron a mi familia. Hasta ese punto llegaba la imperfección”, dice la autora de “Eva Luna”.
Dividida en tres capítulos, la producción chilena “Isabel” cuenta con la dirección de Rodrigo Bazaes y con guiones de Jonathan Cuchacovich. Cuenta con Daniela Ramírez en el rol de la escritora, retratada en un periodo histórico que abarca su infancia temprana, sus orígenes en el periodismo y en la literatura, su exilio en Venezuela y la enfermedad de su hija Paula. También se aproxima a la creación de su primera novela, “La casa de los espíritus” (1982).
La serie inicia con uno de los momentos más terribles de tu vida, cuando tu hija Paula enferma gravemente y entra en coma que durará un año. Imposible no conmoverse desde el arranque. Quería preguntarte cómo te ha conmovido a ti...
Esa primera escena en que Paula cae en coma en el hospital es tan fuerte que tuve que detenerla. Me preguntaba si sería capaz de verla. La segunda vez me salté esa escena para poder ver la teleserie. Mi hijo no la ha podido ver, no quiere ver a su hermana en ese momento ni quiere verla muerta al final de la historia. A mí, la serie me parece muy emocionante por muchas razones. Sobre todo la parte de mi infancia, donde aparece el abuelo. Fue algo que me pegó muy fuerte porque yo adoraba a mi abuelo. Tengo su voz dentro de mi cabeza, constantemente. El actor Rodolfo Pulgar, que no se parece físicamente tanto, habla como él, se mueve como él, los gestos son suyos. Es muy impresionante y emotivo para mí.
Ya has comentado que la actriz Daniela Ramírez, quien te encarna en la serie, ha sabido capturar tu personalidad. ¿Qué podrías decir de Ema Godoy, la pequeña actriz que te interpreta de niña? ¿Cómo te sientes reflejada en ella?
¡Ella es fantástica! (Ríe). Me identifiqué con ella completamente. Se parece, a mí, a mis fotos de aquella época. Tiene esa cosa introvertida, rabiosa, curiosa. También el sótano de la casa de mi abuelo está perfectamente conseguido. Pero también los otros niños, que interpretan a mis hijos Paula y Nicolás, son iguales. Y la actriz que interpreta a Paula de adulta, es muy parecida a la Paula de verdad. El equipo de producción vino a mi oficina e hizo cientos de copias de fotografías, videos y entrevistas para reproducir la época. ¡Cada peinado, cada vestido, hasta las casas fueron iguales! Pudieron recrear, creo yo, cada época de mi vida. ¡Porque son muchos años!
¿Estuviste muy comprometida con el proyecto o te limitaste a abrir la puerta a los investigadores para dejarlos hurgar en tu memoria?
Eso hice. No me metí para nada. Tuvieron la amabilidad de mostrarme los guiones, pero soy consciente de que una cosa es el guion y otra el producto terminado. Yo lo único que les pedí fue que tuvieran mucho respeto por las otras personas que aparecen en la serie, que tienen vidas privadas, como mi exmarido o mi hijo, y así lo hicieron.
El título del primer capítulo nos habla de la libertad, pero otro gran tema tiene que ver con la culpa. No solo la sentida por una madre que ve sufrir a su hija, sino la que siente una mujer profesional que, por dedicarse al trabajo, sacrifica el tiempo familiar.
¡Sobre todo en aquella época! La idea de que las mujeres salieran a trabajar era novedosa todavía, piensa que yo nací en 1942. ¡El próximo año voy a cumplir 80 años! ¡Es mucha vida! En aquella época te decía que si los hijos salían mal era culpa tuya, por no haber estado con ellos. Sin embargo, yo tuve mucha ayuda. Primero, una suegra maravillosa que vivía al lado de mi casa, y una abuela adoptada que vivía con nosotros. Tuve empleadas en casa que me ayudaron a cuidar a los niños. Sin esa ayuda no habría podido hacerlo. Pero mira: mi inquietud por el mundo era tan grande, que no podía quedarme en la casa. La culpa mayor aparece en el segundo episodio, cuando me fui con un amante argentino y abandoné a los niños. Eso no me lo he perdonado nunca. Verlo en la pantalla me devolvió toda la culpa.
El tema del padre, su ausencia o la mala relación con él, se repite en la narrativa biográfica de muchos escritores. ¿En tu caso, como marcó su ausencia en tu vocación como autora?
Nunca lo he analizado. Pero debe tener una gran importancia, porque no existen en mis libros padres presentes, cariñosos, afectuosos. Si hay un personaje que hace la función de padre, no es el padre biológico. Es un abuelo o un amigo, alguna persona que llega a la vida de la protagonista a cumplir esa función. Pero no hay padres verdaderos porque yo no conocí al mío. Hasta el punto que me tocó ir a identificar su cuerpo en la morgue y no pude hacerlo, nunca lo había visto ni en foto. Mi madre destruyó hasta sus fotografías. La ausencia fue total, un vacío que después llenaría mi padrastro, aunque no lo acepté hasta que tuve 20 años.
La revista “Paula” es no de los escenarios principales de ese primer episodio, donde se muestra el inicio del movimiento feminista en el Chile de los años sesenta. ¿Cómo contrastas ese momento con lo que está pasando hoy día con el “Me Too”?
Me alegra enormemente esta renovación. Hay que mirar la historia, hay que ver cómo comenzó en Chile y en otros países entonces, cuando nunca se había cuestionado la posición suprema del macho. La revista “Paula” inició en Chile un movimiento organizado del feminismo que cambió la cultura en 6 años. Hoy día, visto en retrospectiva, parece casi ingenuo, porque lo que se está alegando hoy, la forma en que la juventud está peleando hoy es muy distinta. Es mucho menos intelectual, mucho más activa, emocional e incluyente. Y eso es una maravilla. No son solo las mujeres las que desfilan, sino que han invitado a sus hijos, a sus novios, a sus nietos, a sus amigos gays, a las minorías raciales, a toda la comunidad que se siente marginada o explotada por el patriarcado. ¡Estamos todos incluidos!
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La historia de la momia Juanita: ¿Dónde se exhibe actualmente a la “Dama de Ampato”?
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