La muerte de Javier Heraud, acaecida hace ya seis décadas, significó el nacimiento de un mito: el del poeta de prodigiosa precocidad que fue, al mismo tiempo, un combatiente social hecho y derecho que sacrificó su vida en pos de un ideal revolucionario destinado a liberar al Perú de la desigualdad y la injusticia. Esa mitología nos ha ofrendado una imagen de Heraud santificada por una izquierda que lo convirtió en símbolo y modelo para las generaciones posteriores, mientras que la derecha más recalcitrante, aquella que solo lee libros contables, lo redujo a un subversivo traidor a su clase. “Enteramente y eternamente”, epistolario que reúne la totalidad de la correspondencia del autor de “El río”, a cargo de su hermana Cecilia -intachable albacea y difusora de su legado-, nos demuestra que no fue ni lo uno ni lo otro, sino un personaje más complicado de lo que su externa sencillez puede hacernos suponer.
Las misivas de Heraud delatan a un muchacho de una bondad candorosa, ultrasensible al punto de derrumbarse cuando su gran amigo Dégale declaró banales unos poemas enviados con expectativa, capaz de desgarrarse hasta la procacidad ante la negativa de Adela, causa de sus desvelos; es, al fin y al cabo, el mismo Javier Heraud al que César Calvo recordaba llorando desconsolado sobre la cama al leer noticias acerca de una matanza de comuneros en Puno. En sus cartas también podía caer -como es natural en un chico de dieciocho años- dentro de la estridencia exhibicionista y la ingenuidad desarmante. Heraud era eso: un adolescente como todos los que en el mundo han sido, pero dotado de una percepción emocional que le permitía escribir poemas rotundos, algunos de ellos magníficos.
Esa ingenuidad lo condujo a creer que el camino de la Revolución Cubana era el idóneo para instaurar el paraíso socialista en nuestro país. A partir de 1960 sus cartas comienzan a llenarse de consignas y latiguillos a favor del régimen de Castro y de la Unión Soviética. Escribe de ellos con un entusiasmo acrítico, que lo llevaría primero a entrar al Perú clandestinamente, luego a integrar el grupo guerrillero que asesinó a un sargento e hirió en combate a dos policías, para después rendirse y ser ultimado con balas destinadas a cazar fieras. El suyo fue un sacrificio semejante al de tantos otros jóvenes que murieron cual moscas a lo largo del continente, seducidos por los cantos de sirena de la revolución castrista, esa que parecía dar término a la explotación del hombre por el hombre y que acabó siendo una gran prisión de donde la gente huye encaramada a cualquier cosa que pueda flotar.
¿Qué queda de Heraud entonces? Para quienes lo conocieron, la remembranza de un hombre tierno, desprendido, tercamente soñador; para sus lectores, una voz límpida y poderosa, de inusual madurez y despojamiento, a la que los años solo han sacado lustre. Queda también su muerte, que con el tiempo resulta cada vez más incomprensible para esas generaciones a las que debió servir de ejemplo. “Enteramente y eternamente” es el homenaje más justo que puede recibir Javier Heraud: el que lo humaniza y lo muestra tal como fue, retratado por él mismo y por el prójimo en el que se reflejó, alegre, triste, solitario y solitario.
Editorial: Lumen
Año: 2023
Páginas: 425
Valoración: 4 estrellas de 5 posibles.
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