Días antes de esta entrevista, lo encontré en el Facebook. Jorge Eslava no tiene cuenta (ni siquiera usa celular), pero allí está con sus alumnos de la Universidad de Lima, saludando desde la puerta del cine, minutos antes de asistir a la función de “La última tarde”. Bajo la imagen, los jóvenes comparten su entusiasmo por el imprescindible filme de Joel Calero, y nos animan a no perdernos esta historia sobre la culpa y la difícil reconciliación. Desde hace años, Eslava no pierde oportunidad para asistir con sus estudiantes al cine, al teatro, a la presentación de un buen libro. Reconoce con puntos de bonificación a los chicos que asisten a estas actividades extraacadémicas.
Para él, se trata de una forma de cubrir los vacíos del programa educativo, que destierra de sus contenidos al cine, el teatro, el fútbol o cualquier tema incómodo, como puede serlo la memoria histórica. Su más reciente novela, “Sol tan lejos”, historia de una joven universitaria que se enlista en una ONG para recoger testimonios y denuncias sobre violaciones de los derechos humanos, tiene una intención parecida: revelar a los jóvenes la dolorosa historia vivida en el Perú en una década de terror. “Estoy convencido de que el arte y la responsabilidad de enseñar te generan una serie de dudas. Pero estoy convencido de que hay que procurar acercarse a la verdad. A pesar de que el Ministerio de Educación recomienda debatir el tema de la violencia terrorista, este se evade en la clase por el temor de las autoridades del colegio o de los propios profesores”, explica.
Intentar olvidar es un fenómeno propio de los tiempos de posguerra. Pero en el Perú estamos próximos a cumplir 25 años de la captura de Abimael Guzmán y aún tenemos problemas para acercarnos a esta dolorosa etapa histórica. Cerrar los ojos y pretender no ver las heridas parece ser lo más práctico. Reabrir esas heridas supone demasiada responsabilidad, pero creo que los intelectuales, los maestros, los escritores, debemos arriesgarnos a mostrarlo. Sé que tratar el tema del terrorismo y de las desapariciones forzadas son heridas que no terminan de cicatrizar, pero hay que mostrarlas. Cuando se reabren asuntos como la equidad de género, la pena de muerte o el aborto, estos tienen que verse en la escuela. Procurando sintonizar el tema, el lenguaje, el tono y la intención, dependiendo de la edad de los estudiantes. Pero no podemos sustraernos de esa responsabilidad. ¿En los medios no faltan las encuestas rápidas en que se les pregunta a los jóvenes si conocen a Abimael Guzmán y al decir que no, se convierten en objeto de burla. ¿Cuánta responsabilidad tenemos los mayores por ese olvido?Pareciera que la sociedad está demasiado inclinada a burlarse de estudiantes y profesores. Cuando hablo de la sociedad hablo de los medios de comunicación y de la academia, los que deberían asumir su responsabilidad pedagógica. Antes de la burla, deberíamos anteponer la responsabilidad. Los estudiantes no son sino el resultado de lo que les dejamos. Estamos viviendo temas urgentes de ética y mi gran duda es si los profesores tienen la capacidad de tocar esos temas en la escuela. Para hacerlo, no basta solo la buena voluntad. Uno tiene que conocer los rigores del oficio. Siempre que pienso en el magisterio, pienso en su endeble vocación y el conocimiento de su oficio. Por eso pienso que una tarea urgente en el país es la capacitación de los docentes. Tener maestros bien pagados y con una muy buena capacitación intelectual. Enseñar es un arte y una ciencia.En “Sol tan lejos” retomas a Sol, un personaje presente en muchas de tus novelas... Es un personaje inspirado en mi hija Nayara, que se parece mucho a ella. Y tiene también algunas cosas que yo no le pude dar a mi hija. Mi labor de profesor trata de enmendar lo que no le pude dar como padre. El personaje nació hace 15 años con una colección de cuentos que se llamó “Las estaciones de Sol”, en la que aparece ella de 5 años, cuando acaba de perder a sus padres en un nebuloso accidente. Yo no soñaba continuar una saga, pero años después apareció “Sol en la escuela”, con ella al final de la primaria y su amiga Valentina, una chica de Apurímac que ha quedado ciega tras una golpiza recibida de unos hombres armados. Luego viene “Sol en su piel”, ya hacia la mitad de la secundaria, una novela de carácter no sé si erótico o erógeno, en la que se habla del cuerpo femenino. Luego “Clave de Sol”, cuando ella termina la secundaria y enfrenta grandes conflictos, como elegir qué va a estudiar en la universidad o sus relaciones amorosas. Y después de “Sol tan lejos” tengo ahora en la cabeza una historia que cerraría la saga y que aborda una de mis obsesiones: la educación. Me gustaría imaginar al personaje de Sol cinco años después de salir de la universidad, algo decepcionada de la educación en Lima, luego de malas experiencias enseñando en colegios más o menos acomodados y decidiendo enseñar en una comunidad rural. En mi caso, esa es una de mis asignaturas pendientes: quedarme un tiempo trabajando como docente en una comunidad. En tu novela, resulta simbólico que Sol sea fotógrafa. Ella abandona la universidad para unirse a un grupo de activistas que investiga en fosas comunes, y debe registrar todo ese trabajo. Para recobrar la memoria, la historia nos invita a volver a ver. A enfocarnos. Así es. Tenemos que aprender a respetar nuestra historia. Etimológicamente, ‘respetar’ significa ‘volver a ver’. Respetar es volver a mirar aquello a lo que no habíamos prestado atención, con ojos más comprensivos, más inteligentes, más sabios. El respeto nace de allí. Además, Sol está en un proceso de educación. Así como educamos el gusto y el tacto, también educamos la mirada. “Sol tan lejos” se ubica en el gobierno de Paniagua, hace 15 años. En su relación romántica, se reproduce la situación de dominio masculino sobre la mujer, incluso en círculos que se definen como progresistas. ¿Crees que su rebeldía tiene que ver también con desafiar esos roles? Es verdad que Sol está jugando en un tablero aún de dominio masculino. El abuelo ejerce un dominio sobre la abuela y sobre ella. He procurado que Sol juegue en calidad de alfil, no jugando solo al borde del reglamento, sino arriesgándose, buscando transgredir. En su crecimiento, está fundamentalmente oponiéndose a lo que dice su abuelo. Decide correr el riesgo de dejar la universidad, y el abuelo no estará dispuesto a seguir pagándola si ella no estudia lo que él quiere. Es un chantaje muy frecuente hasta ahora. Con Sol, aunque con las limitaciones de mi propia mirada masculina, me interesó hacer un personaje femenino progresista. ¿Crees que hoy Sol encontraría espacios de mayor igualdad?Creo que hoy existen espacios más de postura que de esencia. Lo veo con mis estudiantes de ambos sexos, por ejemplo. Chicos que toman la relación amorosa como un jugueteo, pero que cuando piensan en el matrimonio, se lo toman muy en serio y creen en todo el protocolo. Desde la pedida de mano hasta los ritos más convencionales. Tengamos en cuenta que yo no trabajo con toda la juventud de Lima, sino con un sector privilegiado de esta. Pero esas fórmulas conservadoras se reproducen de una manera alarmante.MÁS INFORMACIÓNTítulo: “Sol tan lejos”.Autor: Jorge Eslava Editorial: Nube de tintaPáginas: 184