Se extraña más a quienes –sin estar aquí– de alguna manera siguen presentes. Tal es el caso de Julio Hevia (1953-2018), psicólogo, escritor, docente y amigo de tantos, que hoy habría cumplido 68 años.
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Caserito de la prensa para cuanta consulta uno pudiera imaginarse, Hevia era un especialista para aterrizar los más complejos panoramas cuando, como ocurre a menudo, las palabras parecían no encajar con las ideas. Y así llegaba él, siempre dispuesto y agudo, a reconciliar ambos enigmas, a volverlos nubes sólidas.
Cómo hubiera disfrutado, seguramente, desmenuzar el léxico pandémico con sus virus, asintomáticos y covidiotas. Cuántos giros lingüísticos –de la mismocracia al ‘vacunagate’– habría usufructuado de la apocada política peruana reciente. Qué habría pensado del hecho que la camiseta de la selección se convirtiera de pronto en instrumento de propaganda electoral.
“SIMULACRO DE LA REALIDAD”
Para Eloy Jáuregui, cronista hermanado con Hevia por la jerga y la calle, el autor de “¡Habla, jugador!” habría asegurado, “coincidiendo con Baudrillard, que donde vivimos no hay realidad, sino simulacro de la realidad, una suerte de lo real virtual creado por los medios de comunicación. Y que este universo posmoderno, el lenguaje, ante el ensordecedor bullicio, nos deja un silencio expandido que preserva la forma y el hueco de lo que culmina”.
Y continúa: “Hevia, perspicaz, ante los quebrantos de la pandemia juraría que nada quedará intacto y que en sí, el virus no es más que el signo puro, inocente, cruel y dual, que nos arranca la vida y por un tubo nos envía al mundo en su forma iniciática, a su estado de inocencia, anterior a su exterminación”.
“Radical, Hevia, ante el desconcierto político –agrega Jáuregui– advertiría que se requiere una forma particular de pensamiento para entender la estofa de los actores y factores. y que la institucionalidad en ruinas ya quemó los lenguajes, cual forma de cavar un hueco en el que cae por su propio peso la significación”.
“NOS HUBIERA DESPELLEJADO”
Otro amigo entrañable suyo, el escritor y maestro Jorge Eslava, afirma que Hevia habría reaccionado a la coyuntura actual del modo menos previsible, como era su estilo. ¿Qué habría dicho frente al caos pandémico y político? “Aunque puedo recordar nuestras largas conversaciones de estudiantes en San Marcos, la euforia después de un partido de fulbito, sus disquisiciones sobre una película en blanco y negro y sobre todo esos traviesos juegos de palabras en nuestro barrio de Jesús María, de verdad me resulta difícil adivinar su respuesta”, responde Eslava.
“Si a aquellos recuerdos juveniles –continúa Eslava– añado la lectura de sus libros, desde ‘El limeño como estereotipo’ hasta ‘Del dicho al hecho’, y los comentarios académicos que intercambiábamos entre los pasillos de la universidad (ya como docentes respetables, pero sin dejar ciertos modos callejeros), el asunto se complica. Es que hay una razón de fondo, porque lo sorprendente era su estilo”.
“Lo único predecible era su disposición para el disparo: cambio de pierna, una mano a la cintura, la mirada sagaz y de pronto la ráfaga de un discurso abigarrado, repleto de citas eruditas y reflexiones agudas, numerosas acrobacias lingüísticas y todo acompañado con risitas sardónicas que terminaban ofreciendo el brillo extraordinario y filoso de una navaja”, afirma Eslava, antes de agregar una idea final y certera sobre la afilada destreza de Hevia: “Sin duda nos hubiera despellejado, con el mayor humor, a todos los personajes de este teatro de enredos y desgracias”.
“YA VIVÍA EN CUARENTENA”
Pamela Gutiérrez, esposa de Hevia, dice que aunque él era un distante de las pasiones políticas partidarias, de alguna manera anticipó el descalabro que hoy padecemos: “Recuerdo que en el 2016 me dijo que si ganaba PPK, el país se iba a ir al carajo. ‘No va a poder gobernar. Este país está partido’, me decía. Luego ocurrió la renuncia de PPK, el cierre del Congreso, la vacancia, y todo lo que ya sabemos. De alguna manera nos lo anticipó. La vio venir”.
La memoria de Julio en el hogar de los Hevia-Gutiérrez pervive en conversaciones continuas entre Pamela y Paula, Gonzalo y Pierina, los tres hijos de ambos. “Es como si Julio hubiera dejado una de esas gavetas con ficheros de una biblioteca: para cada tema del que uno conversa hay una frase suya, una forma de rastrear qué hubiera dicho o pensado”, afirma.
¿Cómo hubiera encarado la pandemia? Probablemente con más optimismo del que uno imaginaría, según su esposa. “También hemos conversado sobre eso en casa. Y mi hija mayor me dijo algo muy cierto: ‘Papá ya vivía cuarentena’. Porque su espacio vital era la casa. Él salía porque tenía que dictar clases, pero si podía quedarse en casa leyendo, escribiendo o dibujando, era feliz. Creo que se habría adaptado fácilmente a la situación”, agrega Gutiérrez.
Conviene ahora recordarlo de esa forma.
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