En 1963 Pier Paolo Pasolini filmó un extraordinario cortometraje titulado “La Ricotta”. Trataba de los avatares de un rodaje sobre la crucifixión de Cristo en el extrarradio de Roma. El poeta boloñés exhibía a los actores que pasaban de interpretar a los santos y a los apóstoles a ser ellos mismos: individuos anónimos, pedestres, vulgares y capaces de las peores fechorías. Cuando se estrenó, Pasolini fue procesado judicialmente por ofender a la religión del Estado. Su defensa se resumió en una frase: “Escandalizar es un derecho y ser escandalizado es un placer. Quien rechaza ser escandalizado es un moralista”.
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Aquel parece el lema de Javier Ponce Gambirazio (Lima, 1967), quien escribe sus novelas bajo la consigna de provocar, mediante las ácidas armas de lo políticamente incorrecto, tanto a conservadores ultramontanos como a progresistas de puño en alto. Su mordacidad no hace concesiones, ni siquiera a sí mismo. Esto lo podemos comprobar en “Lo tenemos levantado hacia el Señor”, su último libro. Al igual que “La Ricotta”, esta ficción se sitúa en el detrás de cámaras de una película acerca de los evangelios, revelando las miserias y sórdidas pulsiones de quienes pretenden encarnar al Redentor y a sus apóstoles. Y el actor elegido para hacer de Jesucristo es “un tal Javier Ponce”, irreverente homosexual que trastoca los textos bíblicos con su irrefrenable y demoledora impudicia.
Esta novela puede leerse como una continuación o complemento de “El cine malo es mejor”, la entrega anterior de Ponce. Coinciden los mismos personajes –destacando el de la hiperbólica y extravagante Almudena Sombrero, directora de películas de ínfima factura y suicida potencial–, que dan rienda suelta al sarcasmo más corrosivo a través de diálogos hilarantes, crueles y vertiginosos que Ponce desarrolla con buen ritmo, desternillante ingenio y un humor negro que no toma prisioneros: “Primero comeremos toreros, luego derechistas y todo lo que los medios consideren inaceptable. Y al final terminaremos engulléndonos unos a otros sin distinción” (p. 37).
Lo que distingue y hace de “Lo tenemos levantado hacia el Señor” un libro más logrado que el precedente es que su ambición no se reduce a eslabonar ocurrencias perturbadoras y atroces destinadas a retar al lector biempensante o a buscar la complicidad de quien se solaza con ellas. En esta ocasión Ponce consigue cristalizar un persuasivo submundo basado en el colorido espectáculo de seres pintorescos y travestis flamboyantes –por ejemplo, la trajinada Divina Lima–, a quienes fuerza a convivir con un sardónico acercamiento a la autoeliminación y a la trágica resignación de aceptar su monstruosidad física y moral. El humor de esta novela, aparentemente festivo, está matizado por un constante trazo amargo y siniestro que impide a los protagonistas cualquier esperanza de cambiar o adaptarse a la realidad en la que se hallan inmersos: “Aquí solo son capaces de organizarse cuando se trata de destruir algo. Si intentas ponerlos de acuerdo en algo positivo, fracasarás” (p. 139).
Aunque “Lo tenemos levantado hacia el Señor” significa un paso adelante en la obra de Javier Ponce, contiene defectos insoslayables que dificultan considerarla una narración redonda. El más patente es un exceso de situaciones cómicas cuya reiteración hace cansinas e innecesarias para el adecuado despliegue de la historia; ello produce que el lector pierda el interés y la ilación de lo contado. Esto se agrava por la tibia conclusión, que no cumple con engarzar eficazmente las distintas subtramas que el libro ofrece, quedando todo al final en desvaídos jirones. No obstante, es innegable que Ponce Gambirazio está haciéndose de un espacio propio y radical dentro de la literatura humorística peruana, desafiando con su esperpéntico imaginario las convenciones que todavía encorsetan al género entre nosotros.
DATO
3.5/5
Autor: Javier Ponce Gambirazio.
Editorial: Testigo 13.
Año: 2019.
Páginas: 250.
Relación con el autor: conocido.