Aunque pueda parecer improbable el encuentro entre fútbol y poesía, en realidad no lo es. Solo para restringirnos al escenario local, hay ejemplos como el polirritmo dedicado por Juan Parra del Riego al delantero uruguayo Isabelino Gradín, o la belleza cinética e inocente de Blanca Varela mirando a su hijo patear una pelota.
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Hay que sumar a esa lista a Mario Montalbetti, quien hace solo unos días, durante una lectura online para el Festival Filba 2020, presentó su hasta ahora inédito “La teoría del poema de Juan Román Riquelme”, que ensaya una interpretación libre sobre unas declaraciones del exjugador argentino e ídolo de Boca Juniors.
El poema arranca así: “El cuatro está solo, dice Juan Román Riquelme,/ y esa frase es la primera parte de su teoría del poema./ No se trata de un elogio de la soledad del cuatro/ sino de un elogio de la soledad del espacio/ que se abre alrededor del cuatro”. Como señala Montalbetti, la cita “el cuatro está solo” es literal. La dijo Riquelme durante una entrevista con el programa “Hablemos de fútbol” de ESPN.
En este punto vale la pena preguntarse a qué cuatro se refería Riquelme en su declaración. Tradicionalmente, podría aludir a un defensa central con salida como Beckenbauer o Chumpitaz; pero Montalbetti tiene una lectura distinta: “El cuatro es el cuatro argentino, es decir, el lateral derecho”, responde el poeta ante la consulta.
Sin embargo, Riquelme se refería en realidad al juego del español Andrés Iniesta en el Barcelona. “Si hay mucha gente por acá, Iniesta va por allá y el cuatro está solo”, decía el argentino en esa entrevista del 2015. ¿Quién era el cuatro del Barcelona en el 2015? El croata Iván Rakitic. Y es muy probable que estuviera pensando en él si atendemos otro detalle: ese mismo año, el Barça ganó la final de la Champions League con un gol de Rakitic tras pase de Iniesta. Toda la jugada podría describirse con la frase (con la teoría) de Riquelme.
MONTALBETTI CON ESPACIOS
La segunda parte del poema de Montalbetti –y de la “teoría del poema” de Riquelme– es acaso más interesante todavía. Dice así: “Si vas por la autopista y hay un atolladero/ entonces doblás, dice Juan Román Riquelme,/ y vas por donde no hay congestión./ El símil es con el poema./ Si estás escribiendo un poema/ y ves que hay muchas palabras delante de ti,/ te desviás y vas por donde hay pocas”.
Y aquí Montalbetti separa a otra especie de talentos (futboleros y poéticos) que irían a contracorriente en la situación: “Hay quienes, a veces locos, a veces genios,/ ven un atolladero y se meten por ahí./ Messi, Góngora, gente rara que aborrece la soledad del espacio”.
La idea de Montalbetti remite a un clásico de la literatura sobre el balompié que es “Fútbol. Dinámica de lo impensado”, del argentino Dante Panzeri: un libro que, entre otras cosas, reivindica la capacidad del futbolista para romper la lógica del aburrimiento y, al mismo tiempo, denuesta la transformación del juego en un negocio.
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Le preguntamos a Montalbetti si así como el lenguaje y el fútbol son herramientas claves del capitalismo contemporáneo, ¿el sentido del poema y del juego puro (el de la dinámica de lo impensado) podría funcionar como una alteración de ese sistema? “Exactamente. Pero la dinámica de lo impensado sale de la cabeza del futbolista, no de sus pies –responde–. Son los que piensan lo impensado: Riquelme, Cruyff, Cueto... Los otros, los Messi, Cristiano, Suárez, son los eficientes de la productividad”. Un poema y un pase imprevisto son dos formas de desafiar al mercado.
El poema de Montalbetti remata, coherentemente, con una alusión a otro de esos futbolistas que nos enseñaron lo que es jugar con la cabeza: “Zinedine Zidane –pero debo buscar la referencia–/ había dicho algo similar:/ si te dan dos metros, cualquiera escribe bien”.
“La teoría del poema de Juan Román Riquelme"
El cuatro está solo, dice Juan Román Riquelme,
y esa frase es la primera parte de su teoría del poema.
No se trata de un elogio de la soledad del cuatro
sino de un elogio de la soledad del espacio
que se abre alrededor del cuatro.
Es en la soledad que se juega el poema,
pero no en la soledad de las palabras,
sino en la soledad de los espacios
por donde se van a mover las palabras.
Cuando Juan Román Riquelme dice el cuatro está solo,
el cuatro no está solo para orar en una ermita,
ni para meditar sobre la futilidad del juego.
El cuatro está solo es que el espacio delante del cuatro se puede abrir.
¿A qué? Al movimiento, dice Juan Román Riquelme.
El movimiento exige la soledad de espacio, ésa es la primera parte.
La segunda parte de la teoría del poema de Juan Román Riquelme
es un símil: si vas por la autopista y hay un atolladero
entonces doblás, dice Juan Román Riquelme,
y vas por donde no hay congestión.
El símil es con el poema.
Si estás escribiendo un poema
y ves que hay muchas palabras delante de ti,
te desviás y vas por donde hay pocas.
Hay quienes, a veces locos, a veces genios,
ven un atolladero y se meten por ahí.
Messi, Góngora, gente rara que aborrece la soledad del espacio.
La dificultad del poema es que hay muchas palabras juntas
y entonces nada se mueve y todo apunta al cero a cero,
el aburrimiento radical de cuarenta y siete pases horizontales
para que nada realmente ocurra.
Esa es la teoría del poema de Juan Román Riquelme.
Zinedine Zidane -pero debo buscar la referencia-
había dicho algo similar:
si te dan dos metros, cualquiera escribe bien.
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