Por definición, el periodismo es una cosa del momento. Con Eloy Jáuregui Coronado fue el caso contrario. Fallecido el domingo último a los 70 años; sus crónicas, maceradas en un aljibe de permanente actualidad, combatieron la inevitable “muerte” de los textos, para que ese “periódico de ayer” merezca releerse. Sus palabras no han perdido vigencia, los personajes que retrató a punta de golpes de teclado viven en las páginas o en la red. Generoso en adjetivos, descripciones anatómicas y en construcción de escenas, es un referente para el periodismo nacional en una época donde la crónica ya no tiene la misma presencia que en décadas pasadas, ahora que se habla de consumidores y no de lectores. También fue poeta, con al menos tres libros que recopilan sus versos.
Para Jáuregui no había tema pequeño. Allí donde ponía las manos, caía su sabor, sea en una columna crítica al desempeño de un proceso mundialista, tal vez en la historia del violinista amigo de José María Arguedas, o la última entrevista que le hizo a otro bohemio como él Julio Ramón Ribeyro (rescatada en YouTube).
“(En Lima) todo el mundo se achora, y si no te achoras, te achoran”, contó a El Comercio años atrás, cuando presentó uno de sus libros de crónicas, “Usted es la culpable” (2004), un conjunto donde vertió sus pasiones, como en todo lo que hacía. Textos sobre farándula, música, nostalgia por su amado Surquillo, barrio del que se movió, donde se formó gracias a la Gran Unidad Ricardo Palma, pero que nunca abandonó del todo. Amante del buen trago, temerario (algo que pagó caro), alguien que siempre puso la palabra por delante. Escribió para Expreso, El Comercio, La República, hizo televisión para Panorama; escribió sobre deportes, política, música, literatura, de la ciudad. También fue docente en la Universidad de Lima. El Ministerio de Cultura lamentó su partida, igual sus muchos amigos.
“Eloy siempre fue un tipo bromista, de frases que pegaban. Un tipo muy inteligente”, nos cuenta Mario ‘El Tigre’ Fernández, su amigo y colega. Lo conoció cuando ambos hacían comisiones de fútbol, y el último encuentro entre ambos fue, también, por amor a la pelota: la presentación en un libro sobre la blanquirroja, justo hace un año. “Eloy perdió un cuarto de su vida con el coronavirus, que lo pescó. Se contagió justo en el hospital Loayza, por entrevistar a gente enferma. Él era así, él iba, se metía, estaba presente en la noticia”, subraya.
El poeta y periodista Enrique Sánchez Hernani lo recuerda en términos similares. “A Eloy lo he conocido antes de cumplir los 20 años, cuando éramos poetas jóvenes y trajinábamos los bares del centro de Lima con nuestros respectivos grupos, él de Hora Zero, yo de La Sagrada Familia, en busca de esa verdad última que tratamos de conseguir los poetas”. Un vínculo que se sumó al gusto mutuo por la calle, por los bares, por la vida. Ya no se veían mucho en persona, pero entre ambos nunca faltaba una conversación telefónica. Las bromas siempre estuvieron presentes en Jáuregui y, recientemente, la nostalgia por el pasado. “Trabajaba como cronista, pero era un poeta. Vivía, celebraba y sufría como poeta”, nos dice por su parte Renato Cisneros, periodista y escritor.
"Eloy perdió un cuarto de su vida con el coronavirus, que lo pescó. Se contagió justo en el hospital Loayza, por entrevistar a gente enferma."
“Era una persona de un sentido del humor extraordinario”, añade Sánchez Hernani. “Tú no podías pasar más de 10 minutos serio con él, porque siempre hacía bromas; manejaba bien los ritmos de la conversación. Cuando se le añade de que él tuvo una vida bohemia, que le gustaba la bebida; sí pues, así fue. No vamos a decir que no ha sido así. Pero si fue así, es porque su inmensa capacidad para arrancarte una sonrisa hacía que fuera el contertulio ideal en cualquier bar donde tú entrabas a relajarte un rato. No había tema que no conociese, personaje que no hubiese frecuentado”. Con él murió una parte del periodismo peruano.
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