Enrique Planas

La gran literatura se impone por su inédita manera de iluminar la condición humana. Y es por ello que, desde su publicación en 1843, el popular “” de Charles Dickens, definió la manera en que celebramos las fiestas pascuales. En su tiempo, rompió con la tradición puritana británica proponiendo una fiesta basada en el cariño y la generosidad. Y a lo largo de los años, ha saltado las páginas literarias para instalarse en la cultura popular, sea en obras de teatro, clásicos de cine, la televisión y hasta en parodias de los Simpson.

Es la historia del viejo prestamista Scrooge, mezquino y cascarrabias, quien espera la visita de tres fantasmas: el espíritu de la Navidad pasada que le mostrará su infancia y su amor perdido, el fantasma de la Navidad presente, que le enseña el valor de personas que no merecen su desprecio y, el de la Navidad futura, aparición que le permite atisbar la inminente soledad y muerte. Pero la fantasía esconde una denuncia social: “Cuento de Navidad” puede leerse también como una denuncia sobre el hostigamiento laboral, al mostrarnos como Scrooge obliga a Bob Cratchit, su dependiente, a trabajar en las peores condiciones, escatimándole hasta el carbón de la calefacción. Como Emile Zola en Francia, al autor de “Oliver Twist” nadie tuvo que explicarle lo que era la miseria. A los 12 años, trabajó en una fábrica de betún y poco después visitó a su padre en prisión, condenado por deudas impagas. Se dice que Karl Marx comentó alguna vez que el autor británico había proclamado más verdades de importancia social y política “que todos los discursos de políticos, agitadores y moralistas juntos”.

Esperando un milagro

Siendo Scrooge la personificación del capitalismo desbocado, obsesionado por el lucro, este no será un análisis literario. Acorde con los tiempos de crisis, decidimos dar a leer el cuento de Dickens a dos especialistas en derecho laboral. Así, para el abogado Jorge Toyama Miyagusuku, Profesor Principal en esta materia por la PUCP, las novelas del autor británico son un retrato cabal de la realidad de su tiempo. “No había leyes que cautelen los derechos laborales ni menos una ‘Sunafil’ que proteja a los trabajadores, mujeres ni niños. Era “normal” que se trabaje hasta 16 horas, no había domingos de descanso ni protección contra enfermedades, ni seguros médicos, de jubilación o accidentes. El “derecho” laboral era solo recibir un salario”, afirma.

Su colega, la abogada Katy Noriega Góngora, señala que, para entender el contexto laboral de la Revolución Industrial, es preciso imaginar su etapa previa, una sociedad agraria y artesanal, en la cual las relaciones laborales se regían por costumbres locales. “El trabajo, las jornadas y los salarios eran resultado del acuerdo y no existían organizaciones que regularan condiciones uniformes”, explica la profesora sanmarquina. “La Revolución Industrial supuso cambios en la tecnología y la producción, pero especialmente en la estructura social y laboral, llevando a la necesidad de un nuevo marco legal laboral. Recién a mediados del siglo XIX la legislación laboral comenzó a cambiar lentamente”, añade.

Este 2023 en La Molina (Lima) se intervino una vivienda con 50 personas de origen asiático, hacinadas en condiciones no aptas para la vida humana. Se investiga el caso por los presuntos delitos de tráfico de personas y explotación laboral.
Este 2023 en La Molina (Lima) se intervino una vivienda con 50 personas de origen asiático, hacinadas en condiciones no aptas para la vida humana. Se investiga el caso por los presuntos delitos de tráfico de personas y explotación laboral.
/ PNP

En “Cuento de Navidad”, Dickens nos habla de caridad y solidaridad, pero también de una redención posible para todos, incluso para Ebenezer Scrooge. Todos merecemos una segunda oportunidad: tras su paseo fantasmal, un arrepentido Scrooge sube el salario y paga la hipoteca de Cratchit, permite todo el carbón necesario para la calefacción en la oficina y ayudar al pequeño Tim, el hijo discapacitado de su empleado. Valdría preguntarse, en estos tiempos urgentes, si algún milagro podría cambiar la conducta de los “Scrooge” peruanos. Según explica Toyama, los actuales “Scrooge” son las empresas explotadoras que no ponen a los trabajadores en planilla, o que les pagan “a la mano”, los que les descuentan por sus uniformes, que los maltratan a diario. Centros laborales donde el reclamo no es un derecho y donde se trabaja sin seguros de pensiones, salud, ni accidentes. “Son empresas donde la “gratificación” navideña es una propina, y la canasta y pavo son, en el mejor de los casos, una oferta de pollo a la brasa con gaseosa. El “milagro” en esa época sería que el hijo del “empleador explotador” conozca y sufra la realidad de la explotación y el abuso y los persuada al cambio”, propone el especialista.

Atenta a las cifras, Katy Noriega, observa el perfil de la empresa informal. Según el Reporte Trimestral del Mercado Laboral 2023, la tasa de empleo informal en el Perú ascendió a 73.5%, durante el periodo abril 2022 a marzo 2023. “Esta alta tasa de informalidad es particularmente elevada entre las mujeres (76 %) y en trabajadores jóvenes de 14 a 24 años (86.6%). Además, se observa una mayor incidencia de empleo informal en áreas rurales (95.1%) en comparación con áreas urbanas (68 %)”, explica.

Apreciando la data que ofrece la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Noriega encuentra una situación especialmente grave en materia de seguridad y salud laboral. “Anualmente, 2.78 millones de trabajadores pierden la vida debido a accidentes o enfermedades relacionadas con su entorno laboral, mientras que otros 374 millones sufren accidentes no mortales. Esto traduce a 7,500 decesos diarios atribuidos a condiciones de trabajo inseguras o insalubres, de los cuales, 6,500 están vinculados a enfermedades laborales y 1,000 a accidentes en el ámbito laboral”, advierte.

Por otro lado, para la especialista también podemos hablar de “Scrooge selectivos” en nuestro país, sobre todo al pensar en lo mucho que nos falta para reducir la brecha salarial por género y lo poco que las empresas han hecho al respecto: “Según datos proporcionados por Women CEO Perú, en promedio, solo el 13% de los cargos directivos en nuestro país son ocupados por mujeres. Específicamente, en áreas como finanzas, logística y tecnologías de la información, la brecha se ensancha aún más, revelando una distribución desigual en el poder organizacional. Asimismo, según el Instituto Peruano de Economía, la brecha de ingresos laborales entre hombres y mujeres a nivel nacional aumentó de 19% a 25% en un año. El incremento de mujeres contratadas en altos puestos es minúsculo, sobre todo en industrias como la minería, metalmecánica y construcción”, dice.

Finalmente, la comunidad LGTBIQ+ es también víctima de los Scrooge contemporáneos. “Según información de Macroconsult, las personas que la integran tienen una tasa de desempleo cinco veces más alta que las personas heterosexuales”, afirma Noriega, para quien un milagro navideño será siempre la información: “Sería mezquino negar que muchas empresas han logrado dar pasos importantes de forma unilateral y no por mandato de la ley. Aquellas que están interesadas en evolucionar y generar un cambio social, lo consiguen y todos estos ejemplos expuestos son ejemplos de laboratorio para ellas. Por supuesto, no caería mal que ese milagro autoformativo tenga asidero en nuestros representantes y consigamos leyes que, si no promueven mejoras en las condiciones laborales, al menos no minen los esfuerzos de quienes quieren generar un cambio”, añade.

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