“Habitar el desasosiego”
Autor: Eric V. Álvarez
Páginas : 286.
Editorial: Quimérica.
Ubicada en los años 30 del siglo pasado, esta novela tiene como protagonista a un crítico literario peruano, Javier Deustua, en su búsqueda de Bernardo Soares, uno de los tantos heterónimos del esquivo escritor portugués Fernando Pessoa, “casi un lenguaje propio que solo él comprende”, como es descrito en el libro. Y así es como empieza el relato: con el viaje de Deustua de Lima a Lisboa, comparando sus neblinas, dejando en claro desde su primera página que se trata de una novela bastante atmosférica, climática. Una en la que “la lluvia es también un estado de ánimo”, y cuyo marco lisboeta es eficazmente recreado gracias a un muy cuidado trabajo en las descripciones y las justas metáforas.
La trama de “Habitar el desasosiego” no solo se centra en el seguimiento de Deustua a Soares, sino que va introduciendo a otros personajes, letraheridos como los ya mencionados, que erran entre las enfermedades, el alcoholismo, la soledad y otros arquitipos del malditismo literario. También hay una figura femenina clave, la portuguesa Isadora, cuya historia aporta el componente emocional y melodramático al relato.
Vallejo, James Joyce y otras referencias librescas se asoman también por esta novela debut a la quizá podría objetársele cierta inverosimilitud o impostación en los diálogos, pero que en general deja la sensación de estar frente a un autor prometedor.
“Momentos estelares de la Independencia del Perú”
Autores: Bruno Polack y Mario Pera.
Páginas : 142.
Editorial: Planeta.
Uno de los diecisiete textos incluidos en este volumen cuenta la curiosa historia de Joaquín Jaime y María Antonia Ascorve, dos ciudadanos africanos cuyos restos descansan en el Cementerio Presbítero Maestro.
Nacidos a fines del siglo XVIII y traídos al Perú como esclavos durante el Virreinato, ambos recibieron sus nombres y apellidos españoles presumiblemente de las personas o familias que los compraron. Lo cierto es que sus vidas siguieron destinos diferentes: él, Joaquín Jaime, trabajó como cargador de bultos en el mercado del Baratillo, en el Rímac. Por eso causa sorpresa que lograra ocupar un nicho de elevado costo, que fue pagado por un hombre llamado Francisco de P. García, aunque no hay detalles de sus motivos.
Ascorve, en cambio, podría haber sido la fundadora de la Devoción de San Antonio del Fondo, y quizá gracias a ello obtuvo su libertad antes de morir, lo que permitió que yazca en el exclusivo camposanto.
Jaime y Ascorve representan bien a esos personajes hasta hace poco anónimos, incluso marginales, que también simbolizan la independencia peruana, porque soportaron el peso de la esclavitud y el racismo que no se resolvió en aquel 1821 (y que aún se siente hasta hoy). Y es de relatos como ese, sorprendentes y no oficiales, que se compone el ameno libro de Polack y Pera. Como para empezar a mirar nuestra propia libertad con otros ojos.
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