Su rostro pasa de mano en mano en los billetes de veinte soles y circula por todo el país, ese Perú que tanto amó Raúl Porras Barrenechea (1897-1960) y que lo homenajea no solo en este papel de tonalidad anaranjada. Calles llevan su nombre, así como colegios y salas de instituciones, como la del Congreso. Incluso, existe un busto de su figura en Cuba.
Sesenta años después de su muerte, Porras está vivo en el imaginario simbólico peruano por la profundidad de sus aportes a la construcción de nuestro pasado y el estudio de los personajes más significativos como el Inca Garcilaso de la Vega o Francisco Pizarro, por su noble papel como diplomático y por llegar a los corazones de sus discípulos, los mismos que ahora también hacen historia.
AL MAESTRO CON CARIÑO
Era un hombre de baja estatura, rubio y de ojos claros. Su palabra hipnotizaba, sus clases en las aulas de la Casona de San Marcos fueron míticas. “Logró en su aula escolar y universitaria algo muy raro en una época contestataria: que los alumnos lo aplaudan entusiasmadamente”, anotó el historiador y discípulo, Pablo Macera.
Cuentan sus alumnos que cada una de sus clases se llenaba a tal punto que las otras aulas quedaban vacías. “Era un gran profesor cuyas clases eran deslumbrantes. Eran tan extraordinarias por la elegancia con la que él exponía y también porque cada clase era resultado de una investigación personal”, relata Mario Vargas Llosa en el documental “Mario y los perros”. Y continúa: “Quedé tan deslumbrado que llegué a dudar si seguir estudiando literatura o estudiar más bien historia”, recuerda el Premio Nobel de Literatura. Al parecer, el espíritu investigador y el detalle minucioso de Mario Vargas Llosa en su obra literaria se lo debe a la influencia de la metodología de Porras, la cual aprendió cuando trabajó con él.
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Según el historiador sanmarquino Carlos Rojas Feria, además de sus novedosos trabajos, Porras fue un maestro formador de investigadores entre los que incluye a la historiadora María Rostworowski, autora de Pachacutec: “En el caso de Rostworowski él le vio el brillo que tenía cuando era muchacha. Él le alcanzó bibliografía y la asesoró en sus investigaciones. Ella le tuvo mucho cariño, por eso lo reconoce como el que la encaminó en la investigación histórica”, nos dice Rojas. Porras aportó muchísimo en la formación profesional de la historiadora autodidacta. Ella recuerda que se inscribió como alumna libre a las clases de Porras en San Marcos, actividad que debía compartir la crianza de su hija. Porras le enseñó a fichar y a tener una metodología de investigación.
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En sus recuerdos sobre su paso por las aulas sanmarquinas, la historiadora escribió: “Así un día, tímidamente y con gran respeto, me asomé por primera vez a la universidad. El aula donde hablaría el maestro estaba colmada y los alumnos se apiñaban. Con dificultad me hice un sitio, nadie quería perderse ni una palabra del curso. Brillantes eran las charlas de Porras, los sucesos de la conquista eran repasados con erudición y ante la expectante audiencia desfilaban los galeones, los soldados con sus yelmos, arcabuces y alabardas. Imaginábamos la llegada de Pizarro en su tercer viaje a Tumbes y su sorpresa al hallar la ciudad en ruinas y quemada después de la derrota naval que sufrió Atahualpa ante el empuje del curaca de la isla Puná, partidario de Huáscar”.
Rojas agrega que el historiador Carlos Araníbar, quien también fue secretario de Porras, dijo que le hizo ver la historia en imágenes: “Era muy denoscriptivo. Como era erudito y conocía bastantes datos, esto enriquecía su manera de contar”.
Su conocimiento y palabras resonaron hasta en la música peruana, como en el caso del origen de una de las canciones más famosas de nuestra historia musical. Esta es “La flor de la canela” de Chabuca Granda. Tras escuchar la conferencia “El río, el puente y la alameda” sustentada por Porras en abril de 1953 en favor de la recuperación y cuidado del patrimonio, Chabuca quedó cautivada y sus palabras resonaron en su mente para aparecer en la emblemática canción.
Por otro lado, el historiador Rojas Feria rescata también el papel que jugó Porras en la trayectoria del poeta César Vallejo. Fue él quien notó su genialidad y publicó Poemas Humanos bajo su patrocinio, en París, tras la muerte de Vallejo. Como senador promovió que su viuda, Georgette, recibiera una pensión, la misma que se mantuvo hasta la muerte de Porras Barrenechea.
EL DIPLOMÁTICO EJEMPLAR
“Cuando decimos el nombre de Porras pensamos de inmediato en el historiador porque estamos hablando de unos de los más grandes historiadores de la república, pero nos olvidamos del Porras diplomático”, nos comenta el embajador Harry Belevan-McBride, director del Instituto Raúl Porras Barrenechea, casona miraflorina donde vivió y murió el historiador y diplomático peruano.
En los años veinte asumió la jefatura del Archivo de Límites. En 1926, publicó la importante Historia de los límites del Perú; en 1948, fue nombrado embajador en España; y, en 1958, juró al cargo de Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Manuel Prado, acto que se realizó en su casa debido a su mal estado de salud. Resalta Belevan-McBride que Porras trabajó en las cuestiones limítrofes con Ecuador, Chile y el Protocolo de Río, formando así una tradición diplomática muy rica tanto en sus acciones como en su obra escrita.
Uno de los episodios que más se suele recordar es un discurso pronunciado por Porras Barrenechea en la sede de Costa Rica de la Organización de los Estados Americanos (OEA), donde se pronunció en contra del intervencionismo de Estados Unidos frente a Cuba. Belevan-McBride aclara el sentido legendario de esta participación. “Se dice que defendió el latinoamericanismo frente al imperialismo yanqui y los fueros de América Latina. No, no fue eso. El gran liberal que fue Porras, como a él mismo le gustaba llamarse, defendía el principio de la no intervención”. Y, aclara: “El principio de la no intervención de Estados Unidos respecto a Cuba porque quería sancionarla y sacarla de la OEA”. Este mismo día, continúa el embajador, Porras “también asume un papel diplomático principista para condenar al dictador Trujillo en sus intentos de desestabilizar al presidente democráticamente elegido de Venezuela, Betancourt”. Al regresar a Lima, Porras renunció a su cargo por haber ido en contra de las disposiciones del presidente Manuel Prado.
El aprecio de Cuba frente al papel del peruano ante la OEA se tradujo en un busto de Porras construido como agradecimiento.
UNA OBRA QUE NO TERMINA
La obra de Raúl Porras Barrenechea trasciende las páginas de sus libros, ensayos, artículos periodísticos e investigaciones. Pequeña antología de Lima, El testamento de Pizarro, Las relaciones primitivas de la conquista del Perú, Los cronistas del Perú y otras publicaciones se manifiestan con un legado que está fresco en la memoria de quienes siguen recibiendo su toque cautivador. “Por su enorme sensibilidad, curiosidad, espontaneidad, vocación de servicio público, amén de una pluma incomparable, Porras es mi historiador favorito. Las habilidades artísticas del autor de una obra prolífica con la que iluminó todas nuestras etapas históricas, se expresa en Oro y leyenda del Perú. Una pieza maestra en la que relata el ‘azaroso devenir’ de nuestra patria, inmersa en un sentimiento de ‘muerte y resurrección’, enfrentada a ‘agentes de disolución y dolor’”, escribió la historiadora Carmen Mc Evoy.
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Profundizó en las crónicas rescatando así documentación repartida en otros países, información que recuperó para la posteridad. Según el historiador Carlos Rojas, al publicar El Inca Garcilaso, en Montilla, 1561-1614 : nuevos documentos hallados y publicados rescata “muchas fuentes que no habían sido encontradas antes. Aparece Garcilaso como un vecino notable de Montilla, ya no el oscuro mestizo, sino que acaba sus días como un pequeño noble o un capitán que había peleado por el rey de España. Porras encuentra documentos donde Garcilaso compra y cría caballos, y apadrina a niños españoles en la religión católica”. Resalta Rojas que Porras gestionó la repatriación de los restos del cronista mestizo.
Del mismo modo, Francisco Pizarro fue también un personaje que lo cautivó. Publicó un libro elogioso que quiso complementar y por años continuó con sus indagaciones acerca del conquistador. Lamentablemente, la muerte lo alcanzó antes de tiempo y no pudo publicar sus nuevos hallazgos.
Su discípulo, Félix Álvarez Brun, anotó en el prólogo del libro El legado quechua: indagaciones peruanas: “Porras, es cierto, se dedicó a investigar y profundizar sus conocimientos sobre la Conquista y la Colonia, curso que desarrolló poniendo de lado las tradicionales lecciones narrativas, para ocuparse de preferencia del régimen colonial, las instituciones y las fuentes históricas pertinentes, sobre todo los cronistas y los quechuistas que no solo le sirvieron para conocer mejor las etapas mencionadas sino además para descubrir las esencias del pueblo indígena y la cultura quechua. Su magnífica obra Los Cronistas del Perú, es un ejemplo, como lo es también Fuentes Históricas Peruanas para el curso que tuvo a su cargo con dicho título”. Principalmente, las etapas de la conquista y la colonia fueron iluminadas bajo sus aportes.
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