Sylvia Falcón creció en Lima, pero no titubea cuando llama paisanos y mamachas a sus hermanos que viven en la sierra. Será porque su corazón está ligado para siempre a la montaña a través de su música, en la que convergen casi a la perfección la lírica y la música andina envueltas en una producción visual impecable y una interpretación notable. Ser fiel a sus raíces –su padre es de Ayacucho y su madre de Huancavelica– y al trabajo duro son las claves de esta soprano. “Creo que la trascendencia de nuestro trabajo es lo único que nos va a decir qué cosa se hizo bien”, dice Sylvia sobre su música. “Es la única forma que hay de subsistir como artista, porque todo es efímero”, agrega.
En “Fantasía pokcra”, su tercer disco de estudio, Falcón da rienda suelta a una serie de imaginarios andinos ya presentes en sus anteriores producciones, pero ejecutados con elementos tradicionales. Se trata de un viaje al toque del arpa y violín hacia la montaña.
—A diferencia de tus anteriores discos, en “Fantasía pokcra” hay un mayor apego a lo andino. ¿Esa era la intención?
Quería transmitir eso. La tradición para mí es como una gran fuente limpia, diáfana, de inspiración. Regresar a ella y reinventar clásicos temas ayacuchanos es algo que me gusta mucho. Me hace pensar nuevamente en cómo podemos plantear nuestra tradición hoy en día.
—La música ayacuchana es profunda, fuerte, dolorosa. ¿Cuánta relación hay entre ella y nuestras vidas?
La música ayacuchana es un reto para la interpretación. Puede ser muy densa, no a partir de una nostalgia vaga, sino una especie de sentimiento que no es triste desde el sentido trágico o dramático, sino desde el sentido de renovación. A mí siempre me ha hecho sentir eso la música ayacuchana, me lleva a estados en los que repienso mi existencia.
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—La interpretación es uno de los pilares de tu carrera. ¿Qué es lo que buscas transmitir cuando estás sobre el escenario?
Quiero transmitir lo mismo que siento cuando me sumerjo en la música tradicional de mi pueblo, cuando estoy allá. Es como si una fuente pasara por mí, como si fuera yo un filtro. Siempre he pensado en el mundo andino como algo muy real, porque no hay nada mágico en esto. No tengo esa especie de romanticismo por el mundo andino.
—¿Se ha idealizado mucho el mundo andino?
Mucho. Y se ha idealizado mal, creen que el paraíso está en los Andes, cuando el paraíso lo construimos nosotros. La mía no es una idea romántica, pero sí es real pues es lo que he vivido, lo que quiero proyectar. El canto de mi padre, de mi madre y mis abuelas, combinados con lo que yo mismo he vivido como persona.
—¿Qué cosas has vivido que se plasman en tu música?
Voy todos los años al pueblo de mi mamá o de mi papá. Soy peregrina de Qoyllority, las fiestas patronales, el almuerzo al lado del río con la familia... Es como que yo crecí en Lima, pero siento que el cordón umbilical es largo y me tiene agarrada de una montaña. Estoy ahí, la he sentido siempre, desde niña.
—Cantas lo que vives. Algo que cada vez es más difícil de encontrar. ¿Es difícil hallar hoy en día artistas coherentes?
Sí, por eso creo que ahí perdemos muchas veces al intérprete. No hay que subestimar al público, él sabe muy bien cuando alguien está cantando realmente lo que siente. A veces las personas creen que podemos maquillar el arte. Por eso también mi propuesta visual va por ahí: a mí me llaman para dar conferencias, puedo hablar del mundo andino por 30 minutos, pero cuando enseño un video donde canto por 3 minutos, cambia todo. El arte es la mejor herramienta, hay que desmitificar la idea que se tiene del mundo andino.
—¿Cuáles son los mitos que se deben vencer?
Me refiero a los clichés, no al sentido mucho más profundo o mágico-religioso. No pretendo desmitificarlo en el sentido de lo maravillosos que pueden ser los mitos. Me refiero a desmitificar el pensamiento que dicta que el serrano es triste o llorón, lo que hace que muchas veces sea discriminado. Que no habla bien el castellano. Que no se puede presentar algo bien hecho desde nuestra trinchera de identidad, que no se puede contar una historia desde nuestra tradición, con nuestros argumentos y nuestra historia. Esos mitos se deben romper.
—Hoy en día, en nombre de la Marca Perú se han producido discos de música andina –y otros géneros– en versiones contemporáneas. ¿Qué diferencia tu trabajo de esas producciones?
Lo que mantiene mi identidad es esta conexión con mi pueblo. El conocer, el haber ido allá... No solo saber de oídas cómo suena un huaino. La música andina no son solo tres acordes. Solo Puno tiene un millar de melodías. Se cree que lo andino es solo un huaino y el zapateo, pero esa es la falencia para mí: que no conocemos. Mi trabajo no es algo que se me ocurrió ayer. Mi afán por cantar huainos, yaravíes e interpretar música tradicional ha sido desde siempre. Es algo sincero, para mí no es una pose.
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Lugar: auditorio de la Universidad del Pacífico.Dirección: Jr. Sánchez Cerro 2121, Jesús María.Día y hora: martes 29 de noviembre a las 8 p.m. Entradas: Teleticket.