Es hermoso ver caer la noche en Santiago. Sobre todo, porque a las 20:00 horas el sol todavía brilla. Es hermoso también soñar que la pandemia se ha terminado y cambiar los temores por la libertad que da la música. Esta es una crónica de lo que sucedió durante tres días en el Parque Bicentenario de Cerrillos en Santiago de Chile, donde miles de personas sintieron por un momento que la vida era otra, pues tras dos años de ausencia, Lollapalooza volvió.
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Cada verano la capital chilena había acogido con éxito el evento, congregando a personas de toda Latinoamérica. El año 2020, cuando el evento se canceló a causa de la pandemia, hubiera cumplido 10 años, fecha redonda. La celebración se pospuso, y este 2022 se multiplicaron las razones para armar la fiesta: una década del festival que pronto se volvió emblemático, la lucha por retomar algo parecido a la normalidad, la superación de la prolongada e intermitente cuarentena, y la posibilidad de volver a abrazarnos mientras la banda puertorriqueña de reggae Cultura Profética canta, acertadamente, que la complicidad es tanta que nuestras vibraciones se complementan.
Experiencia Lolla
Lollapalooza nació en la ciudad estadounidense de Chicago en 1991. La primera edición fuera de los Estados Unidos se dio, justamente, en Chile, en abril de 2011. Mucho ha sucedido desde entonces. Hoy, no solo congrega a melómanos, sino también empresas, marcas que se lucen en estos días buscando conectar con el público. Por ejemplo, el colaborador de Lollapalooza Nissan que, para promover experiencias que impacten positivamente en las personas, presentó dos nuevos automóviles como parte de un plan que contempla un futuro con cero emisiones contaminantes y cero accidentes. Nada menos.
Así, todo apunta a que Lollapalooza en general ha impactado bien no solo a los asistentes, sino también a la economía chilena post confinamiento. Al estilo de Woodstock, miles de personas disfrutaron del evento bajo el sol, que alternó su presencia con fuertes vientos que ocasionaron pequeñas tormentas de arena. Encontrar sombra era una misión casi imposible. Los platos fuertes de esta edición fueron Foo Fighters, Myley Cyrus y The Strokes, magníficos todos; pero los especialistas y los concurrentes habituales destacaron que esta era la edición que había contado con más bandas chilenas. Y estas no tuvieron nada que envidiar a sus pares internacionales.
La entrada fue posible desde el mediodía, y las últimas almas se retiraban del Parque Bicentenario pasadas las 23:00. El espacio Kidzapalooza Chile 2022, pensado para los más pequeños y que funciona hasta las 18:00, hace del Lollapalooza un evento familiar. Mujeres embarazadas, madres con bebés en carriolas y familias enteras caminaron, almorzaron, durmieron y despertaron para corear sus canciones favoritas.
En Kidzapalooza, decenas de niñas y niños disfrutaron de espectáculos de magia, música y cuentacuentos, acompañados por sus padres que empezaban a moverse entre escenarios a las 15:00, hora en la que empezaban los espectáculos pensados para adultos pero que decenas de niños y niñas supieron disfrutar.
Día 1: Foo Fighters, Jane’s Addiction y más
Volvamos al día uno, a la presentación de Cultura Profética, donde entre la audiencia una joven madre de 24 años llamada Irina le cantaba a su hijo en brazos “La complicidad”. “Tú eres la libertad soñada”, dice la letra que escuchó el pequeño Oliver de tres años mientras la abrazaba, feliz. De eso estuvo lleno Lollapalooza, de experiencias. El viernes 18 la pasarela de artistas había programado cerrar el día con los shows del DJ Martin Garrix y los míticos Foo Fighters. El primero destacó, sobre todo, por la pirotecnia al final de su show, quizá buscando retener al público que migraba al escenario donde la banda del gran Dave Grohl empezaba su performance.
En junio de 2021, los Foo Fighters fueron los encargados de reinaugurar la temporada de conciertos en el Madison Square Garden tras la “sequía pandémica”. En marzo 2022, cerraron el primer día del festival chileno. Dave Grohl sabía lo importante del festival e hizo gala de su encanto para conectar con el público. Diría, más francamente, que hizo lo posible por engreírnos y recordarnos que los años 90 fueron una gran época musicalmente hablando por gente como él. Ahora, en pleno 2022, los nostálgicos usamos las cámaras del celular para registrar a la distancia performance de temas como “All My Life”. El poder del rock noventero sigue vivo.
La sorpresa de la noche la dio Perry Farrel, fundador de Jane’s Addiction y del propio Lollapalooza, cuando subió a tocar junto a Foo Fighters y cantar “Been Caught Stealing”, una de las canciones de su agrupación. Sorpresivo por todos lados, pues Jane’s Addiction canceló su participación a última hora argumentando problemas por el coronavirus (aseguraron que el 2023 volverían). A pesar de su indiscutible calidad, no todo el público fue feliz con los Foo Fighters. O no le alcanzó la felicidad para aguantar hasta el final del día. A poco más de las 22:00 empezó un éxodo masivo, la gente se iba. Los entendidos adjudican esto al difícil acceso de este Parque Bicentenario. “Todo era mejor en el O’Higgins”, fue la frase que escuché en más de una persona.
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Día 2: el reino de Miley Cyrus
El sábado 19 los ánimos continuaron a tope. “Cachay que necesitábamos ser libres”, me dice Camila, muchacha que en el último Lollapalooza, en el 2019, aún asistió a la sección Kids y que este año fue con sus amigas a la zona de los grandes. Ocasionalmente, se cruzaba con sus padres en algún escenario, sin que esto significase para ella algún tipo de problema. “Ellos me enseñaron a disfrutar del festival, ¿por qué tendría que haber problemas?”, me dice extrañada y divertida.
En balance, este segundo día fue eminentemente una muestra de girl power. Y no solo por el espectacular cierre que supuso el show de Miley Cyrus, sino por el ambiente que se formó previamente y cuya potencia fue creciendo con el pasar de las horas. Estuvo, por ejemplo, el cuarteto Slowkiss, liderado por Elisa Montes, cuya presentación rocanrolera levantó la bandera feminista en más de una oportunidad. O la hermosísima y cuidada presentación de Javiera Parra, acompañada de su grupo Los imposibles que, en un show impecable por lo fuerte y bien cuidado, nos recordó que eran mucho más que aquel hit noventero que no tocaron. O el gran descubrimiento que supuso, para una foránea como yo, Cami, cantante pop chilena que en medio de su potente show hizo una pausa para ayudar a encontrar a una niña perdida.
Lo que hizo Miley Cyrus en el escenario merece palabras aparte. Fue la reina del día, quizás del evento. Vestida de azul eléctrico, supo pararse en el escenario con la seguridad que le otorga el ser una fuerza de la naturaleza. Cantó, saltó, rugió, recibió los regalos de sus admiradores y lo dejó todo en el escenario. Volvió a Chile tras ocho años de ausencia para demostrarle a sus fans que la espera había valido la pena.
Día 3: Doja Cat, The Strokes y más
El último día, domingo 20, hubo que sacar fuerzas de flaqueza, pues el evento así lo requería. Mariel Mariel, Princesa Alba, Marcianeke, fueron algunos de los nombres que quedarán en la memoria de los asistentes. Pero creo que el Lollapalooza se resume, sobre todo, en la frase de Machine Gun Kelly —sí, el novio de la actriz Megan Fox, presente en el show—, quien dijo algo como: “Si el fin del mundo es hoy, que nos encuentre aquí, haciendo música”.
El concierto más aplaudido del día fue el de Doja Cat, una figura que demostró saber hacer espectáculo y no desafinar en el intento. Entonces, llegó el final con The Strokes. Hubo rumores desde Buenos Aires —donde el grupo se presentó el día anterior—, que serían un fiasco, que Julián Casablancas no estaría a la altura, que era causa perdida. Pero no fue así. Entregaron, más bien, un concierto nostálgico, sin sorpresas, pero impecable. Fue como estar en el viejo Lollapalooza.
¿Una nueva casa?
Acostumbrados al céntrico Parque O’Higgins, el mover el evento al periférico Parque Bicentenario de Cerrillos le pasó factura al Lollapalooza. “Este espacio era antes un aeropuerto, por eso no hay suficientes árboles ni áreas verdes y por eso tuvieron que poner esta alfombra verde, para simular grass”, me cuenta Felipe, para quien la euforia de este año se debe más a la necesidad de exorcizar la pandemia que a la espectacularidad del evento. “Soy fiel al Lollapalooza desde su primera edición. No me imaginaba la vida sin volver a él”, añade. Toma un Red Bull, prende un cigarrillo, corre a alcanzar a sus amigos al escenario de Doja Cat.
Loollapalooza en inglés se define como “algo que es extraordinariamente impresionante”, y, según los entendidos, este año sacó menos nota que los anteriores. ¿Los motivos? El sonido jugó algunas malas pasadas, la disposición de los escenarios no ayudó en algunas ocasiones y el nuevo recinto no agradó del todo a la concurrencia. Culpan a la alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, por no otorgar el permiso necesario, culpan a los vecinos del O’Higgins por oponerse a la realización de otro Loollapaloza, y también a la insuficiente organización en torno al local finalmente elegido. Aun así, es imposible decir que la gente la pasó mal. Sobre todo, la pasó sin mascarilla. Aquí la pandemia no existió por tres días, aprovechando tal vez el gigantesco espacio abierto que se abrió ante ellos. “No se puede estar en un concierto con mascarilla. Va en contra de todo principio. El lugar es enorme, es abierto, estamos vacunados todos, ¿qué más podemos hacer?”, me dice Javiera, a quien no deja de incomodarle mi pregunta. Pero lo mío era curiosidad periodística, no un intento por quitarles la felicidad.
El balance, me dijo un colega chileno, no es musicalmente memorable. Yo discrepo modestamente. Ya sea por la calidad de los artistas o por lo que significaron sus presentaciones para los millares que se liberaron del encierro, habrá más de una cosa que recordar. Los auspiciadores del festival también tuvieron lo suyo. Nissan, por ejemplo, presentó dos autos desarrollados bajo la visión de Intelligent Mobility, cuyo eje fundamental es el cuidado del medioambiente y la seguridad para los usuarios. Estos vehículos fueron el Nissan LEAF, 100% eléctrico y el Nissan Kicks Lollapalooza; un modelo desarrollado especialmente para este evento e incluye, entre otras particularidades, un sistema de audio Bose, incluyendo un sistema de parlantes especiales en la cabecera del conductor. Para que la música siga siendo la protagonista de esta historia.
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