“Lo primero que aprendí a tocar fue la mesa”, cuenta divertido Marcello Motta. Aunque parezca broma, palmotear la madera le hizo entender que todo lo que sonara podía ser un instrumento. Su primer interés estuvo puesto en la batería, pero fue una guitarra maltrecha la que le dio vida a sus primeras composiciones. Sin estudios de música, pero con un buen oído, su natural forma de expresión se impuso. Los genes de su familia materna, los Velarde, habían hecho su trabajo. El abuelo tenía una voz potente, sus tíos tocaban hasta el amanecer y su madre cantaba. Ella, incluso, llegó a grabar un disco en los tiempos de la Nueva Ola. Con esos antecedentes su destino no podía ser otro.
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Años después, cuando Motta tenía 21 años, Ventanilla fue testigo del surgimiento de una banda con un sonido muy particular. Mezcla de rock y blues, Amen -así, sin tilde- ha conquistado a un público fiel que los sigue desde que lanzaron “Libre”, en 1997. El año pasado, en medio de la pandemia que ha enlutado al mundo, la agrupación que Motta lidera cumplió 25 años. Y aunque no hubo festejos, grabaron un disco al que bautizaron como “2020”. Casi un año después del lanzamiento por redes, este 16 de abril ofrecerán un unplugged para presentar oficialmente su nuevo trabajo. En esta entrevista Motta comenta algunos pasajes de su vida, los motivos que inspiraron su último álbum y los reparos que siente ante la nueva normalidad.
¿De quién heredaste la vena musical que ha marcado tu vida?
La música es una herencia familiar. Siempre la he tenido tan cerca que nunca lo he visto como un trabajo ni como un sueño, simplemente era algo que estaba ahí y así de natural creció, creo que va más por la genética que por querer hacerlo. Mi abuelo cantaba tangos, mis tíos tocan, mi madre grabó un disco con FTA y tiene una canción que recuerdo mucho “Himno al amor”. En realidad tiene varias cosas, trabajó con Rulli Rendo. Su nombre artístico era Yvonne.
¿Hay alguna canción que recuerdes de tu infancia que tenga un significado importante para ti?
Hay una. Se llama “Milagros” y siempre la cantaba en las reuniones familiares. Es una canción que la escribió mi tío, el hermano de mi madre. La llegué a grabar creo que en el disco Amén. Increíblemente después de tanto tiempo la pude compartir con muchas personas.
¿En qué momento te das cuenta qué tú también puedes crear música?
Cuando empecé a componer canciones. Eran como señales de que estaba construyendo algo para poder compartir y vivir de eso, pero no lo tenía tan presente en la cabeza, no solo yo sino también mi tío Freddy, que se puede decir fue el primer bajista de Amen, con él siempre fuimos como hermanos y componíamos juntos. Hasta que alguien nos dijo que participemos en algún concurso de bandas.
¿El deseo de concursar fue el origen de Amen?
Sí, éramos como una pequeña comunidad de amigos que nos reuníamos y cantábamos, poco a poco fue concretándose la idea de formar una banda. Primero con Steve Suárez, que tocaba el bajo, luego conseguimos al baterista Renán Díaz. Esa fue la primera formación de Amén, también con Henry Ueunten en los teclados. Con ellos grabamos el primer disco. Luego Steve se fue de viaje y entró Nathan Chara. Después ingresó Manuel Chévez en la batería, a quien cariñosamente llamamos ‘el pulpo’ y el último que se unió fue Maluki Santa Cruz que está en la percusión.
¿Desde cuándo compones?
Creo que desde que tenía 11 o 12 años. Había una guitarra vieja en la casa de mi mamá sobre la que alguien se había sentado y había volado dos clavijas. Estaba toda chancada y solo tenía cuatro cuerdas. Con ellas yo me imaginaba muchas cosas y tocaba con un solo dedo porque nadie me había enseñado a tocar. Aunque realmente mi instrumento favorito era la batería. Solo me acercaba a la guitarra cuando tenía una idea de algo, por ahí la concretaba y hacía mis maquetas que sonaban horribles, pero ahí estaban las ideas. La verdad no tenía idea que lo que hacía.
¿Y sobre qué te gustaba escribir?
Sobre las cosas que pasaban en el barrio, de mi vida cotidiana. Eran letras de niño. No lo recuerdo bien, pero era más un juego que otra cosa. Luego empezaron las letras que tenían ya un fondo más sentimental, y la verdad, que ni cuenta me di porque cuando uno compone, cuando haces algo relacionado con la música y las armonías tiene que haber un sentimiento muy profundo del que muchas veces no somos conscientes. Simplemente es un sentir. A veces te pasa cuando estás durmiendo, no tienes ni idea cómo llegó la inspiración, pero ahí está.
¿Además de batería y guitarra tocas algún otro instrumento?
Yo realmente me considero un baterista de la guitarra. Sé tocar otros instrumentos, pero no es que se tan virtuoso. También toco, piano, bajo. Es bien loco, porque en la banda me he encontrado con personas muy versátiles, todos tocan todo. Eso nos ha ayudado varias veces. Alguna vez la guitarra no sonaba y el ‘chino’ ha tenido que tocar en los teclados los acordes necesarios para salvar la situación.
¿El debut como banda de Amen fue en 1995, en qué circunstancias sucedió?
Fue en un concurso en Ventanilla en el que ganamos. En realidad, ganamos varios, eso hizo posible que nuestro primer disco fuera gratis. Me acuerdo de que cuando ganamos nos dijeron que vayamos a tal lugar y grabemos en el estudio. Nosotros preguntamos cuántas horas tenemos y nos dijeron que podíamos tardar lo que quisiéramos. Fue un relajo que nos sirvió para poder hacerlo de buen ánimo y bien. Así se grabó “Libre”, el primer disco. Nosotros íbamos a los concursos porque queríamos ser escuchados, que haya gente. Siempre tocábamos en la casa de alguno de nosotros, así que cada vez que había la oportunidad íbamos. Nunca tocábamos para ganar. Con el dinero que ganábamos comprábamos instrumentos o terminábamos de pagarlos, al inicio nos hacía falta equipos, amplificadores.
Tú has dicho que el nombre de la banda surgió de un sueño. ¿Qué fue lo que pasó exactamente?
Fue justamente para un concurso en el que íbamos a tocar y no teníamos nombre. Conversamos toda la noche, pero entre broma y broma, quedamos en nada. Al día siguiente cuando me desperté recordé que en mi sueño mientras cantábamos la gente gritaba Amen. Me pareció raro, pero como es una palabra que se utiliza para un buen final, no solamente religioso, se lo comenté a los chicos y Steve me dijo, “ya, que sea por mientras”. Y se quedó.
En estos 25 años la banda ha tenido varios cambios de integrantes…
La vida empieza llevar a las personas por donde tienen que ir. Amen es una familia que está muy libre para ir y venir. Y depende de la decisión de cada uno, no hay ataduras. Nosotros somos una reunión de amigos que nos encargamos de poner la electricidad correcta y comparte música. Eso ha sucedido, algunos se han ido por fuerza mayor otro por fuerza menor. Somos los de ahora.
¿Cómo evalúas estos medio siglo con tu banda?
Es una bolsa de tanto, pero que se resume en experiencia, porque hasta las cosas malas son buenas al final. A pesar de toda la tristeza que vive el mundo cantar y ver las sonrisas de las personas, sentir el aplauso, abrazarnos, mirarnos aunque sea con la mente son cosas que ningún bicho, ni nadie nos va a poder quitar.
El último álbum es “2020”, grabado en plena pandemia, ¿Cómo lograron sortear las restricciones?
Felizmente tenemos nuestros sus propios juguetes en casa. Así que cada uno logró sacar un buen sonido de su instrumento y me lo pasaron. Yo mezclé todo. Y mira, ha quedado muy bien. Este es el álbum que yo considero uno de los mejores que Amen ha hecho.
¿Porque concentra el estilo y fuerza de la banda o por alguna otra razón?
Lo que pasa es que hay una madurez musical que es importante resaltar. Cada uno ha tenido un avance y velocidad para madurar musicalmente y por eso la ejecución resulta distinta a la de nuestros inicios. El sonido de “2020” está muy bueno, los mensajes son directos y con buena onda, sin dañar a nadie. Considero que la música es para curar a las personas y este disco tiene los ingredientes precisos para lograrlo, para abrir los ojos. El tema que da nombre al disco “2020″ fue compuesto en el preciso momento que se dio la ‘cuareterna’, como dice un amigo. Tiene canciones con mucho mensaje y eso es lo que queremos compartir. Somos una banda con los pies en la tierra y estamos siempre atentos a sembrar. La gente necesita un mensaje, un respiro, alguien que les dé no solo música sino también esperanza con las letras, “2020″ es una opción para apagar la pantalla y prender la mente.
¿El disco es también una reflexión sobre uso y abuso de la tecnología?
Puede decirse que sí, de manera general. Cada vez que una persona prende una pantalla de celular o televisión tu mente se apaga y se programa con lo que hay ahí. Dejas de conversar y normalmente lo que hay en televisión es muy vacío. El disco es una opción de escape para empezar a pensar.
¿Alguna otra de tus composiciones, que no sea parte de “2020”, resulta oportuna en estos tiempos?
Todas son un pedazo de vida, pero hay una en especial que ahora resulta muy importante. Dice en una parte “fin del tiempo para el que no ve”. Siento que es como si ahora estuviéramos en un partido de fútbol donde juegan los que ven y los ciegos. Yo puedo ver, pero estoy en el equipo de los ciegos (risas). La canción que te comento es “Fin del tiempo” y es parte del disco Amen.
Como muchos, ustedes han utilizado la tecnología para mantenerse en contacto con su público. ¿Cuál ha sido tu percepción sobre esta nueva forma de compartir la música y la vida en general?
Hemos tenido dos conciertos virtuales con toda la banda y personalmente hicimos algunos encuentros, más como colaboraciones. Nos ha ido bien, ha habido respuesta, pero la comunicación a través de una pantalla es limitada. Es como si hablaras con tu chico virtualmente. Lo ves, te emocionas, pero cuando quieres abrazarlo o darle un beso no puedes. Las cosas deben ser presenciales. Yo no estoy de acuerdo con la nueva normalidad que tanto mencionan, para mí hay una sola normalidad. Respeto los puntos de vista, pero para mí uno más uno es dos. No me gusta estar frente a una pantalla, no creo que esto sea lo que llamamos progreso. Esta situación nos ha afectado a todos, pero los músicos nunca nos hemos ido. Siempre hemos estado ahí, trabajando, pero vamos a ser los últimos en volver. Tenemos que esperar un poco más, pero yo tengo la esperanza de que pronto baje la marea y que podamos compartir presencialmente. Una de las cosas que más extraño es el aplauso en vivo del público.
En dos semanas tendrán un concierto desde el nuevo auditorio en Miraflores. ¿Qué novedades trae este desenchufado?
En este espacio hemos encontrado una opción bien chévere. Vamos a utilizar un micrófono binaural que lo que nos ofrece es tener un sonido holofónico, tridimensional. De tal forma, con ayuda de unos audífonos, vas a sentir que estás ahí, sentado en una de las butacas. A parte de eso el lugar tiene una acústica que favorece mucho a la calidad de sonido. Vamos a compartir lo nuevo de 2020, pero también los clásicos. La interacción con el público también va a estar presente en este concierto. Conectarnos con las personas es lo que nos hace vivir.
Más información
Concierto “Amen Unplugged” el viernes 16 de abril, a las 10 p.m. desde el auditorio Julio Ramón Ribeyro de la Municipalidad de Miraflores Entradas: Joinnus (S/25 ).
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