Billy Corgan no es el ‘frontman’ más carismático que haya pasado por Lima, pero hace su esfuerzo. Sonríe solo cuando es necesario, no lanza guiños a la comida peruana, y en algunos momentos del show prefiere cederle la palabra a su guitarrista de toda la vida, el gran James Iha.
Todo lo cual no impidió que en la noche del último domingo, The Smashing Pumpkins regalara al público de Lima un espléndido concierto de contrastes, que fue a la vez dulce y ruidoso, pesado y nostálgico. No fue precisamente puntual porque arrancó incluso antes: a las 8:56 de la noche se alistaban las luces y la banda en pleno salía al escenario, con un Corgan envuelto en una túnica blanca y negra.
El saludo es escueto, pero la música empieza bastante alto. “The Everlasting Gaze” y “Doomsday Clock” son dos temas de los aoños 2000 que le dan sentido a tener tres guitarras sobre el escenario. Es un arranque arrollador, intenso, pero que aún no se atreve a ingresar a ese universo noventero por el que parece haber acudido la mayor parte de melancólicos congregados en el Parque de la Exposición.
Hasta que llega “Today” y, ahí sí, el respetable empieza a corear y saltar con un clásico irrefutable. Un par de canciones más adelante, otra infalible: la bellísima “Tonight, Tonight”, durante la cual Corgan empieza a mostrarse más a gusto, risueño, cómodo incluso. La respuesta del público parece entusiasmarlo.
“Ava Adore” y “Disarm” mantienen la animosidad de la noche, antes de que Corgan quede solo en el escenario para ofrecer un par de covers acústicos: “Landslide” de Fleetwood Mac y “Shine On, Harvest Moon” de Ruth Etting. Es el pasaje más íntimo del recital, un pausa y respiro para lo que vendrá después.
Porque con “Bullet with Butterfly Wings” –otro hit de los 90– la gente estalla. Se arman pogos reducidos por aquí y por allá, vuelan los vasos de cerveza, y se eleva en el aire el clásico preservativo inflado que, entre las luces y la humareda del show, se confunde con la perfectamente rapada cabeza del vocalista. El sello máximo de un artista que invoca cada tantos minutos el grito más repetido de la noche: “¡Buena, pelao!”. Con suerte, Corgan no habrá captado la alusión.
¿Qué más vendría? La introducción a la nueva guitarrista, Kiki Wong, algunos momentos destacados del baterista Jimmy Chamberlin, una impecable ejecución de “Sighommi”, tema del más reciente álbum de los Pumpkins, y el cierre redondo de una presentación que tuvo 21 canciones y aproximadamente 1 hora y 45 minutos.
La furiosa “Cherub Rock” daría paso luego a unos falsos inicios de temas como “Smells Like Teen Spirit” y “Come As You Are” (Nirvana presente), así como de “Are You Gonna Go My Way?” de Lenny Kravitz. Es un juego entre Corgan e Iha, el anzuelo lanzado para que el noventero nostálgico caiga en la trampa, pero nada más que eso.
El punto final llega con “Zero” y un nuevo estallido de euforia entre el público. Es una canción muy bien ejecutada (como todas), que reivindica el poder guitarrero del rock alternativo, que nos devuelve por unos instantes a una juventud de casetes, sin redes sociales, con MTV transmitiendo música para saciar la voracidad melómana pre-Spotify.
Corgan se despide y recoge una banderola lanzada por sus seguidores: “The Impossible is Possible Tonight”, dice. Un lindo verso para resumir lo que se vivió esta noche de domingo en Lima.
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