Su taller está lleno de cuadros. Algunos se encuentran en bastidores, otros cuelgan de la pared, otros aparecen extendidos sobre el piso, y otros ya están envueltos, listos para ser llevados a la galería John Harriman, del Centro Cultural Británico. Después de cinco años, Rember Yahuarcani presenta una exposición individual en Lima que revisa —”no quiero llamarla retrospectiva”, dice— su producción pictórica desde el 2003 hasta la actualidad. La muestra se titula “Rember y Jitoma” y va del 15 de octubre hasta el 18 de diciembre, en la mencionada galería miraflorina.
Esta revisión le permite constatar la evolución que ha seguido su obra desde sus primeros cuadros hechos con tintes naturales sobre corteza de yanchama hasta aquellos óleos y acrílicos sobre lienzo, en los que ofrece su propia visión de los mitos uitotos, esas historias del clan Aymenu de la Garza Blanca que le contaba su abuela, la sabia Martha López. En estas telas aparecen unos seres legendarios y luminosos que Rember Yahuarcani exorciza a través de fondos oscuros y azules que imitan la inmensa noche amazónica.
Converso con el artista sobre sus procesos creativos, sobre el arte amazónico actual y sobre su papel como activista en una época en la que la Amazonía vuelve a estar bajo amenaza por el afán depredador occidental y por el tráfico maderero y aurífero.
¿Casi veinte años después de tus primeros cuadros, qué cambios saltantes percibes en tu obra?
Primero, la técnica y después los materiales que he venido usando… En un primer momento, usaba la yanchama, los tintes naturales y pintaba escenas costumbristas, naturalistas, escenas de pesca y caza; en cambio, los cuadros de los últimos años tienen una visión más surrealista, más onírica, diría yo, con colores intensos, y son como una reinterpretación del mito. Ya no narro el mito como hacía hace 15 años, sino ahora hago una lectura mucho más personal y propia.
Empezaste contando la mitología uitota, mitos sobre la creación del mundo o la aparición de las aves…
Sí, hay cuadros como este (señala una obra en la que destaca un personaje con ramas que se convierten en múltiples cauces) que está sobre yanchama, y narra el mito de este niño que se convierte en árbol, cuyo tronco es cortado y al caer a la tierra se vuelve agua y de sus ramas se originan los ríos, los riachuelos, etcétera. O cuadros como “La extracción de la yanchama” que, digamos, tienen una lectura más antropológica, más etnográfica, en el sentido de que tratan de contar los mitos o las costumbres, eso ha ido cambiando de acuerdo al contexto y a los cuestionamientos sobre qué lugar debe ocupar el indígena dentro de la realidad nacional.
En la última etapa te has insertado también como artista en el medio urbano, has realizado exposiciones en el extranjero y has tenido acceso al arte contemporáneo, ¿de qué manera ha alimentado todo esto tu proceso creativo?
Son cuadros en los que, diría yo, ya no hay miedo al proceso de construir una obra. En muchos de ellos, utilizo una pintura totalmente pura, sin combinar colores, con trazos muy fuertes; pero en otros voy al extremo opuesto, los trazos son más delicados y el fondo tiene muchas capas y son trabajados tanto en acrílico como en acuarela. Hay, diría, la pérdida del miedo a exponer la obra y a lo que el público pueda decir de ella; en ese sentido, es una obra mucho más personal, que conversa conmigo sin necesidad de pensar en el otro.
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Siempre has apostado por el fondo oscuro…
El fondo oscuro primero es porque las noches amazónicas son muy oscuras. Es un negro tenebroso, profundo, en el que no logras ver ni siquiera a quien está a tu lado; pero esa oscuridad contiene un montón de vida, es el momento perfecto para cientos de especies que viven en la selva: aves, plantas, grillos, ranas, sapos, serpientes. En la mitología uitoto se habla que en el principio solo había agua, oscuridad y frío. Sobre esos tres elementos se comienza a crear todo lo que vemos ahora, entonces los fondos negros son la recreación de ese primer momento del génesis uitoto.
Territorio amenazado
El año pasado, por la pandemia, pasaste una larga temporada en Pebas, ¿cuánto de esa experiencia se ha reflejado en tu obra última? ¿Hay alguna correspondencia?
Claro que sí, hay un cuadro importantísimo que he estado trabajando y que se llama “El territorio de los abuelos”, es un cuadro que no está ambientado en un terreno físico, natural, es decir no es paisajista; pero se llama así porque es la construcción espiritual del territorio, un lugar invisible. Sin embargo, al mismo tiempo uso esta palabra porque connota un espacio geográfico determinado que le hace muchísima falta, en este momento, al mundo indígena.
Un territorio que está siendo amenazado por el cambio climático, la depredación de recursos, en ese aspecto tú eres también un activista, ¿de qué manera eso aparece en tu obra?
Hay escenas o imágenes en las que sutilmente aparece esta visión mucho más activista. “En el territorio de los abuelos” hay un personaje que está con la bandera peruana y que está degollando a un dios uitoto; de esta manera trato de sugerir lo que el Estado peruano ha venido haciendo, un asesinato cultural y físico del mundo indígena. Tampoco busco que mi obra sea una denuncia explícita de las atrocidades que están pasando en la Amazonía, pero sí se puede hacer una lectura sutil de este tipo.
Pero el tema del caucho sí te interesa
Me interesa porque el caucho es un episodio histórico que se ha ido repitiendo con otras materias primas como la madera, el oro, los minerales, el petróleo, etcétera; el caucho no debería ser un hecho aislado en el imaginario nacional porque esos mismos hechos siguen pasando en este momento.
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Empoderamiento indígena
Has formado parte del consejo consultivo del Proyecto Bicentenario, pero también has sido crítico con algunas decisiones tomadas, ¿qué debería cambiarse para poner en primer plano la voz de los indígenas en este siglo XXI?
En primer lugar, aparte de la exclusión y la segregación que existe en la sociedad peruana, hay que resaltar la discriminación estatal. El Estado ha excluido a los indígenas de muchas decisiones importantes en los últimos cien años. Entonces, yo diría que el mundo indígena no va a recobrar su dignidad recibiendo migajas del Estado, eso es imposible. Creo que el mundo indígena debería generar un desarrollo empresarial, de emprendimiento. Actualmente, el mundo indígena no tiene poder económico para hacer lobbies y presionar al Estado por leyes a su favor, que es como funcionan las cosas en este y en muchos otros países. El mundo indígena necesita generar un poder económico para que pueda ser tomado en cuenta. Necesita apoyarse en sus orígenes y tener como norte el pensamiento de sus abuelos, de sus ancestros. Para eso hace falta presencia política y se necesitan líderes con un grado ético muy alto, pues no olvidemos que la gran tragedia actual es que muchos políticos carecen de un valor moral y ético.
¿Cómo ves el futuro del arte contemporáneo amazónico?
Alguna gente está diciendo que el arte amazónico se ha quedado estancado, y hasta cierto punto tiene razón. Gran parte de lo relacionado con el arte contemporáneo amazónico está vinculado con el mundo shipibo, y me parece bien, pero no han aparecido creadores en otras culturas, en otros pueblos con propuestas innovadoras. Pero también pienso que juzgarlo de esta manera puede ser no tan justo porque el arte amazónico recién es un niño que está ahí levantándose y cayéndose sin saber todavía lo que va a pasar. Por otro lado, cuando uno ve la historia del arte occidental se da cuenta de que quienes han generado cambios han sido personas que han tenido acceso a una educación de calidad. Gente que provenía de familias privilegiadas, con acceso a muchísimas cosas; frente a eso nosotros estamos en desventaja. Por eso, creo, que deberíamos tener acceso al mejor conocimiento posible para poder conceptualizar y defender nuestro arte frente a la academia y frente a otras corrientes que van apareciendo. Es necesario, en este momento, un sustento académico y conceptual del arte amazónico contemporáneo, eso debe salir de los propios artistas indígenas. Otra posibilidad es que el artista indígena sea acompañado por un buen curador, eso le podría dar fundamento a su obra para que se sostenga en el tiempo.
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La exposición se realiza bajo la curaduría de Christian Bendayán y está conformada por 35 cuadros, de distintos formatos, realizados desde el 2003 hasta el 2021. La exposición se titula “Rember y Jitoma. Reencuentros de la trocha visual de Rember Yahuarcani” y se podrá ver en la galería John Harriman del Centro Cultural Británico, de Miraflores, desde el 15 de octubre hasta el 18 de diciembre.
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