Cuando al célebre director británico Peter Brook le preguntaron por la obra “Días felices”, respondió que la obra del Nobel Samuel Beckett era un símbolo. Pero no dijo de qué. A estrenarse este sábado 21 de agosto en el Teatro Británico bajo la dirección de Alberto Ísola, hablamos de una obra en dos actos, publicada originalmente en 1962. Tiene sólo dos personajes: Winnie (Norma Martínez) y Willie (Roberto Ruíz), ambos marido y mujer. Ella, con cierta superficialidad de veraneante en alguna playa del sur, mediante un repertorio de gestos cotidianos, frases hechas y distorsionadas citas literarias, se explaya sobre lo que considera que sus días felices en un extraño presente apocalíptico, como si días antes hubiera estallado una bomba atómica y los humanos, tan campantes, decidan continuar sus vidas en un mundo yermo. Enterrada hasta los pechos dentro un montículo de arena, sus palabras optimistas crean un efecto de disparate. Y mientras ella despliega su vertiginoso monólogo, su esposo solo participa con acotaciones mínimas, a veces solo gruñidos.
LEE TAMBIÉN: Alberto Ísola: “No vendí mi alma a la televisión… la alquilé”
¿Símbolo de qué podría ser “Días felices”, entonces? ¿De nuestro instinto de supervivencia? ¿Del progresivo deterioro físico? Para el director, si se trata de encontrar uno solo, podría ser el de la necesidad de afirmación. Habiendo interpretado a Vladimir en “Esperando a Godot”, memorable montaje dirigido por Edgar Saba hace veinte años, Alberto Ísola sabe que los personajes de Becket, dependiendo de la perspectiva, podrían considerarse de un optimismo irresponsable o maravilloso. Allí tenemos a Winnie, una mujer que se está hundiendo en la tierra sin que sepamos por qué, pero que se reafirma en su voluntad de seguir, sea por que quiere mantener su relación marital, o por que simplemente necesita pensar, filosofar a su manera, explicarse a ella misma.
A propósito, a Ísola le gusta recordar la frase de Beckett que para él es uno de sus mantras vitales: “Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor” (Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better). Una frase que parece terrible pero que, en el fondo, nos ayuda a entender que, de alguna manera, siempre avanzamos un poco, aunque a trompicones. “Para mí, Días felices es eso: la capacidad, el deseo, el símbolo de seguir adelante, inclusive en las peores circunstancias”, afirma.
En estos dos últimos años, hablar de incertidumbre se convirtió en un lugar común...
(Ríe). Sí, junto con “reinventarse”.
Lo interesante es que en esta obra Beckett nos propone replantearnos el carácter de la incertidumbre. No necesariamente tiene de llevarnos al desasosiego.
En estos tiempos me he replanteado un montón de cosas. Nos hemos visto enterrados como Winnie. Yo, que nunca estaba en casa porque trabajaba todo el día fuera, todo lo que pude hacer era pensar, leer, escribir. Junto con el dolor por la pérdida de tanta gente, la pandemia se convirtió en un desafío que nos obligó a vivir de una forma completamente distinta. En mi caso, esa incertidumbre que antes me producía pánico, ahora también me estimula.
Cuando Beckett estrenó en 1962 “Días felices”, en su época se la leyó como una tragedia. Sin embargo, en los montajes que se han hecho de ella en los últimos años se la lee de una forma más amable, descubriendo sus chispazos de comedia.
Los tiene, definitivamente. Recuerdo que, cuando Edgar Saba me llamó para hacer “Esperando a Godot”, yo sabía que era un gran texto, pero no sabía si me provocaba pasarme dos horas, cinco días a la semana, en un escenario probando que no tiene ningún sentido hacer nada. Sin embargo, Edgar me dijo algo brillante: “lo que pasa en la obra es que ellos quieren que Godot venga. Ellos creen que va a venir”. Entonces la obra se convirtió en otra cosa para mí. Sucede lo mismo en una obra como “Días felices”. Uno podría decir que todo es terrible y, sin embargo, los personajes conservan ese impulso para seguir adelante. Eso le da a la obra un aire de comedia y a la vez de tragedia. Si tú montas esta obra como la historia de una mujer que se está hundiendo irremediablemente y no puede hacer nada, obviamente se trata de una tragedia, como el “Prometeo encadenado” de Esquilo. En cambio, si hablas de una mujer que, en medio de una situación desesperada hace de todo para salir adelante, la cosa cambia. El primer día de los ensayos, les leí a Norma (Martínez) y a Roberto (Ruiz) el discurso de aceptación del Nobel de William Faulkner, donde dice que “lo extraordinario del hombre es que prevalecerá”. Yo no soy un optimista a prueba de todo, pero me quedo con eso: Yo creo que Winnie va a prevalecer, porque tiene la capacidad de seguir adelante. La gran pregunta, y especialmente ahora, es si podemos seguir siendo optimistas, y qué significa serlo.
La bomba atómica terminó convirtiéndose en un virus...
Es terrible. Va a haber gente que creerá que hemos escogido esta obra por la coyuntura. Para nada. Coincidió con este momento.
Todo el público podrá sentirse identificado con Winnie, el personaje interpretado por Norma Martínez. En estos tiempos de pandemia, todos nos hemos sentido enterrados como ella. Imposible desligar esta obra de la coyuntura.
En realidad, este es un proyecto que Norma y yo teníamos hace por lo menos 10 años. Yo esperaba a que ella tuviera la edad para encarnar al personaje. Y claro, con la pandemia, la cosa adquirió un aspecto coyuntural impresionante. Complicado aún más por la situación política que vivimos, pienso que estamos en una situación en la que no sabemos a dónde vamos ni qué va a pasar. Pero lo que me hace seguir adelante es leer, creer, querer a las personas y apostar por las cosas nuevas. Esta idea del personaje de Beckett de que cada día descubres algo nuevo ha sido una prueba para nosotros, y lo sigue siendo. ¡Es imposible no pensarlo nuestra coyuntura con esta obra! Evidentemente, “Días felices” te transmite esa sensación de estancamiento.
Es interesante que Beckett haya colocado en la voz del personaje de Winnie muchas citas literarias, pero todas ellas equivocadas.
Es que ella se olvida y se confunde. Hemos tenido mucha suerte porque Beckett dirigió la obra y publicó su cuaderno de ensayos. Hemos tenido a Beckett al lado, siempre. Y allí estaba identificada cada una de aquellas citas. Cuando adviertes la cita tal como era, te das cuenta que lo que dice Winnie es cualquier cosa. Es como citar a Vallejo diciendo “Hay golpes tan fuertes en la vida, yo que sé”.
Beckett se obsesionó tanto con esta obra que llenó el texto de acotaciones.
¡No sabes lo que es! En sus ensayos, él hacía todo y lo iba apuntando. Nosotros hemos respetado escrupulosamente la partitura. Es como tocar una pieza musical. Lo que sí estamos cambiando es destacar los momentos de rabia de Winnie, que no están en el texto. Hemos sentido que era importante hacerlo.
¿Por qué tantas acotaciones cuando, paradójicamente hablamos del teatro del absurdo? ¿Por qué esa racionalidad para una obra que debería sugerir caos?
(Ríe) Allí está el problema de la denominación. Cuando Martin Esslin escribió su libro “El teatro del absurdo”, libro que marcó a todos los teatreros de mi generación, lo hizo con muy buena voluntad. Sin embargo, juntó de forma abusiva a cuatro dramaturgos muy diferentes: Samuel Beckett, Arthur Adamov, Eugène Ionesco y Jean Genet. Sin embargo, el absurdo del que habla Beckett no sucede en la escena, sino que es el absurdo de la existencia, en este caso, el de los humanos post-Hiroshima. En realidad, Beckett imaginó el escenario de la obra como un paisaje post nuclear. En realidad, lo único absurdo de esta obra es que la mujer se está hundiendo y no sabemos por qué. Todo lo demás es cotidiano y creíble. En “El espacio vacío”, Peter Brook consideraba esa situación como una de las grandes imágenes del teatro contemporáneo.
Junto con “Esperando a Godot”, “Días felices” tiene una puesta en escena icónica. Uno puede ver la imagen y reconocer la obra. ¿En ese sentido, tu montaje dialoga con otras puestas en escena que hayas visto?
He visto registros donde Winnie está metida en una tela, y en otras aparece sentada en una silla. Y eso no funciona. En otro, por ponerse espectaculares, enterraron a Winnie en un mar de basura tecnológica, entre viejas computadoras. Y con eso destruyen aquella imagen poética. Yo creo que el aporte que puede dar una actriz y un director cuando se hace esta obra, más que reconcebir la puesta en escena, tiene que ver en la manera en cómo ilustras, profundizas y planteas la historia de Winnie.
¿Este es el montaje que imaginaron Norma y tú?
Sí. Hasta un poquito más. Siento que lo interesante es el trabajo con los actores y la manera cómo hemos leído este texto.
SEPA MÁS
OBRA VIRTUAL Y PRESENCIAL
Días felices, la renombrada obra de Samuel Beckett, llega al Teatro Británico de la mano de Alberto Isola en la dirección y Norma Martínez y Roberto Ruiz.
Temporada: Sábados 21 y 28 de agosto, 4, 11, 18 y 25 de setiembre. Domingos 22 y 29 de agosto, 5, 12, 19 y 26 de setiembre.
Horarios: Sábados a las 8:30 p.m. (funciones virtuales y presenciales). Domingos a las 7:00 p.m. (solo funciones presenciales)
Preventa (Hasta el 20 de agosto)
Virtual: S/ 25. Presencial: S/35
Venta (Desde el 21 de agosto)
Virtual: S/ 35 Presencial: S/45
VEA EL VIDEO
LE PUEDE INTERESAR
- Gonzalo Alegría, futuro director de la Biblioteca Nacional del Perú: “Somos un país con una doble civilización” | ENTREVISTA
- Miguel Ildefonso: “Con la poesía ocurre lo que le sucedió a la música clásica: se ha vuelto solo para especialistas”
- La diplomacia y el símbolo: Exposición despliega toda la historia de los 200 años de nuestra Cancillería
- Blanca Varela y el lado más feroz de la poeta: la crítica cinematográfica
- Festival de Cine de Lima 2021: una entrevista exclusiva con Laurent Cantet, el invitado de honor del evento
- “Días Contados”: Luis Jochamowitz, Rafaella León y la “tarea demente” de narrar una pandemia
- Jerónimo Pimentel: “La muerte no es solo la extinción. Es también un estado emocional” | Entrevista
- Rafael Dumett: “El Perú tiene siempre la tentación de bordear el precipicio, pero siempre evita caer” | ENTREVISTA