Semanas después de la muerte de su padre, el joven y educado Yevgueni Irténiev, ha debido dejar San Petersburgo para sumergirse en la improductiva hacienda familiar, con la intención de recuperar su producción y cubrir las cuantiosas deudas que el patriarca dejó a sus herederos. En aquel entorno agreste, el refinado Yevhueni, convertido en el joven patrón, siente también deseos de conocer mujer. A falta de una compañera de su clase social, asiente a compartir su lecho con una campesina, seductora y misteriosa, que su fiel guardián ha mandado llamar del pueblo. Estos encuentros despiertan en el joven una pasión obsesiva, pero también una culpa que empieza a corroerle cuando llegue a la finca su bella prometida.
En “El diablo”, cuento clásico del maestro ruso León Tolstoi, se plasman preocupaciones muy propias de la literatura rusa del XIX: la culpa, la doble moral, la traición a uno mismo. Pero hay un tema especialmente inquietante: ¿Quién encarna las tentaciones que nos asaltan? ¿Quién es, en verdad, el diablo? Los directores Mateo Chiarella y Lucho Tuesta nos sobrecogen con estas cuestiones en su adaptación teatral de esta extraña joya literaria, un thriller psicológico con tintes de melodrama, interpretado por un elenco notable que combina generaciones: los jóvenes Sebastián Stimmnan, Andrea Luna y Valentina Saba, con los experimentados Milena Alva, Lilian Nieto y Ricardo Velásquez.
¿Dónde está el diablo? Para Chiarella, responsable de la adaptación, cualquiera podría serlo, incluso nosotros mismos. “Cada uno carga con su diablo, con su frustración, con su rabia”, explica. Y suma a ello la tentación sexual, la dificultad que supone restringir nuestro deseo a un ideal cultural, frente a la seductora cantidad de estímulos y oportunidades al alcance. “Créeme que me siento absolutamente identificado con el personaje de Yevgueni Irténiev”, confiesa el director. Es la tensión permanente de vivir la sexualidad en una sociedad conservadora, para la cual la monogamia y la heterosexualidad son los valores supremos. En ese sentido, si bien la obra nos lleva al mundo rural ruso pre bolchevique, también nos enfrenta a realidades muy locales.
Y la conexión con nuestra coyuntura, para ambos hombres de teatro tiene que ver con la manera en que Tolstoi desarrolla los prejuicios propios del clasismo social. Como advierte Lucho Tuesta, esa fue una reflexión permanente en el quipo, entre directores y actores. “Pensemos en cómo el patrón cosifica y somete a la campesina. Aunque mantiene relaciones sexuales con ella, piensa que no pasará nada serio entre ambos porque él ya tiene otros planes, casarse con una mujer de su nivel. Y eso tiene que ver con su educación y con el mundo en el que se desarrolla. Sin embargo, cuando la campesina consigue insertarse en su vida, en el interior de su casa como empleada de su esposa, ella asumirá una especie de reivindicación. Tolstoi nos permite ver al diablo en ella, pero también en cada personaje con el que ella interactúa. Frente a esta mujer, a quien todos ven como un bicho raro, una criatura sin sentimientos, sale lo peor de cada uno”.
Para Tuesta, esa relación deshumanizada resulta muy actual, y nos conecta con muchos males que aun sufrimos como sociedad: “Hablamos de la diferencia entre clases, del poco valor de la vida de algunos, y lo fácil que resulta descartar a quien se nos cruza en nuestro camino. Son cosas que vivimos constantemente”, lamenta el director.
Lugar: Teatro Ricardo Blume: Jirón Huiracocha 2160, Jesús María.
Temporada: viernes, sábado y lunes, 8 pm. Domingos, 7 pm.
Entradas: 55 y 35 soles.
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