Se trata de uno de los mayores misterios de nuestra historia republicana, un acontecimiento del que hasta hoy no se tienen cartas, ni documentos, ni firmas: ¿Qué ocurrió en la entrevista sostenida por los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín en Guayaquil, el 26 y 27 de julio de 1822? ¿Sobre qué hablaron exactamente? ¿Qué determinó que San Martín renunciara a su gesta independentista y cediera a Bolívar su camino a la gloria? Y además: ¿Cuál fue el papel Manuela Sáenz y Rosa Campuzano tras las decisiones de los libertadores?
La presencia en Lima de Mario Diament para el reestreno de la obra dirigida por Javier Valdez nos ofrece el privilegio de plantear estas preguntas al propio autor. Con obras como “Franz & Albert”, sobre un fortuito encuentro entre Kafka y Einstein en Varsovia, o “Un informe sobre la banalidad del amor”, a propósito de la compleja relación de los filósofos Martin Heidegger y Hannah Arendt en tiempos del nazismo, está claro que el dramaturgo argentino es un autor con una evidente curiosidad por la historia. O más bien, precisa él, por los misterios o los encuentros insólitos dentro del relato histórico. “Me interesa descubrir o imaginar qué pasó en determinadas circunstancias, quebrar las visiones canónicas de la historia y alcanzar, a partir de este tipo de personajes, reflexiones más profundas”, explica.
Siendo argentino, está claro que uno de los retos más interesantes al momento de escribir “Guayaquil” era intentar comprender una personalidad como la del General don José de San Martín. Una tarea compleja pues, como confiesa Diament, a los argentinos “no se les permite” pensar en San Martin fuera de la efigie de bronce con la que martillan las cabezas de los niños desde la escuela. “Es un personaje acartonado, que nunca va a mear”, bromea un autor, quien siempre se preguntó el posible motivo para ese “renunciamiento” que caracteriza al Libertador.
“Lo cierto es que no hay mucha gloria en renunciar a algo. Por eso, antes de profundizar en su historia, yo no me la creía mucho. No es que no rescate la figura de San Martín, pero es ciertamente compleja: casi no vivió en la Argentina, pues se fue muy joven a pelear por España en la Fuerza Real, y cuando regresó al país, si estuvo siete meses es mucho”, advierte.
Quizás sea por esta distancia que, para el dramaturgo, San Martín siempre pasara por encima de las ambiciones políticas de sus contemporáneos. “No fue parte de las guerras políticas tras la independencia, pues se negó a participar en ellas. Incluso tampoco fue demasiado querido en su tiempo, tanto por los argentinos como por los peruanos”, comenta.
Según Diament, para escribir una obra protagonizada por San Martín y Bolívar en el contexto de la misteriosa Conferencia de Guayaquil, tenía que encontrar un punto de vista dramático. “Lo que verdaderamente se dijeron debe haber sido extremadamente aburrido, como suelen ser las conversaciones entre militares. Por eso, pensé que entrar por el lado de sus ambiciones, y del ajedrez político de los generales y de sus amantes, sería mucho más interesante”, explica.
Buscando agudizar los conflictos, el autor argentino ubica a ambos generales en los días más difíciles de sus respectivas campañas. “Para San Martín, su gobierno en el Perú resultaba penoso acechado como estaba por las fuerzas opositoras, mientras que Bolívar resentía del peso de San Martín en sus planes. Además, está la casualidad de que Rosa Campuzano y Manuela Sáenz fueran amigas íntimas, y que San Martín las conociera antes que Bolívar. Todo ello me abría un juego casi pícaro. Y esa fue una situación dramática muy interesante para mí”, señala.
Con ese planteamiento, Diament encontró la respuesta para explicar el gran renunciamiento de San Martín: más que renunciar a la gloria de la batalla final, fue al amor de una mujer. “¡Y nadie podría demostrarme lo contrario porque no hay ninguna documentación!”, añade el escritor.
—Cuán mal estudiamos la historia en la medida de que la narrativa de la gesta independentista se presenta como un movimiento avasallador, olvidando las contradicciones y las batallas que también ganó España...
Los países construyen la narrativa que les conviene. Y es, generalmente, una narrativa falsa. En la historia argentina hay personajes muy desagradables, pero son todos héroes, todos puestos al mismo nivel. Conviven Belgrano con Rosas y Lavalle. Lo interesante para un autor es trascender eso y tener una mirada escéptica de lo que aprendimos desde chicos.
—¿Si bien tu obra es verosímil desde el punto de vista dramático, cómo fue recibida por la academia histórica? ¿Despertó algún debate?
Tal vez no estuve suficiente tiempo en los lugares donde la obra se presentó como para percibirlo. Sin embargo, de todas las críticas que tuvo en la Argentina, ninguna cuestionó esa premisa. Cuando se dio en Ecuador, precisamente en Guayaquil, los guayaquileños estaban un poco escandalizados al hablarse de la banalidad de sus habitantes o el olor a excremento del río. Sé que hubo un debate entre historiadores organizado por el mismo teatro, pero ninguno de ellos se puso de acuerdo. Salí bastante limpio del asunto.
—Hay tantos retratos de San Martín y otros tantos pintados de Bolívar. Pero de Sáenz y de Campuzano se conocen muy pocos. ¿Cuán invisibles han sido para nuestra historia?
Manuela Sáenz estuvo directamente involucrada en la campaña de Bolívar. Pienso que Rosa Campusano ejerció más bien el papel de amante. Disfrutaba de la posición que esto le daba. El suyo era más bien un espíritu cortesano.
—Tu obra se estrenó en el Perú casi como el evento más íntimo y desacralizador en nuestra celebración del bicentenario. ¿Argentina supo aprovechar la oportunidad para pensar su proceso como república independiente?
Cuando se estrenó la obra en Argentina, hubo resquemor. El director estaba muy preocupado por el clima político de entonces, en el gobierno de Kirchner. Se decía que mientras América estaba intentando mostrarse unida, yo estaba presentando a los dos libertadores como rivales. Tuve muchas discusiones por eso. Vivimos en tiempo de tanta mentira, tanta tergiversación, tanta ignorancia, que esta discusión sobre el daño que una obra de teatro le puede hacer a una corriente de pensamiento me parece ridículo.
Lugar: Teatro Mario Vargas Llosa. Avenida de la poesía 160, San Borja. Temporada: de jueves a domingo, 8 pm. Hasta el 3 de julio. Entrada: 60 soles (platea vip). 50 soles (general) 40 soles (jubilados) 30 soles (estudiantes).
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