A sus 74 años, Haydeé Cáceres lo ha hecho casi todo y aún siente que le falta mucho más por hacer. Especialmente, interpretar a personajes que saquen a relucir lo que puede ofrecer una primera actriz peruana que a los 19 años fue declarada como la Revelación teatral del año y que a los 72 protagonizaba una cinta postulada a los premios Óscar. Y es que el tiempo parece no afectar su buen humor, tampoco su pasión por las tablas que siempre la hará retornar al teatro, aunque tenga que repetir por más de una docena de veces el rol de madre.
“Siempre me dan los roles de madre o la madre de la madre, y si fuera posible la madre de la madre de la madre. Quiero que me den otros papeles, por favor, siempre soy una señora sufrida, una viuda, una adulta mayor pobre o alguien que cuida a sus hijos del resultado de sus malas decisiones”, menciona entre risas Haydeé Cáceres en entrevista con El Comercio.
―Regresaste al cine con la película “Chabuca” ¿Cómo ha sido interpretar a la abuela de Ernesto Pimentel?
Fue una persona muy pintoresca y con grandes cosas por ofrecer. Yo la conocí cuando grababa “La Perricholi”, estábamos en un hospicio y me dijeron que aquí vivía la abuela de Ernesto, que vivía ahí porque no tenía donde más vivir. Para ese momento ella parecía no tener ni cincuenta años. Con el paso del tiempo llegó la fama de Ernesto y él la sacó de ahí para llevársela a su casa; durante la etapa previa a la grabación me contaba que ella tenía una boquita de caramelo, que era valiente, frontal y muy sabia cuando lo aconsejaba.
―Todo este proyecto aparece antes de tu problema de salud durante la obra “Eutanasia” ¿Qué pasó durante ese periodo?
Fue una de las experiencias más horribles que viví. Nunca me había dado algo tan grave como para mandarme internada a un hospital. Eso que me pasó tiene un origen, yo volví de un viaje por Europa donde me encontraba de vacaciones junto a mi hija que vive ahí. Aprovechamos cada minuto para caminar por todos lados, durmiendo poco. Al regresar fui a una fiesta patronal y llegaba ajustando para el estreno de la obra. Estuve el primer día, pero para la siguiente función me sentía mal, con un dolor punzante en el abdomen, no le tomé importancia y fui al teatro, al llegar sentía que me moría y tuvieron que llamar a la ambulancia.
―¿Por qué decidir ir al teatro y no al hospital primero?
Al igual que admitir que aún siento nervios cuando subo al escenario, esa decisión me recuerda a Luis Álvarez, él es el responsable de que sepa muchas de las cosas que ahora sé, fue el maestro del tipo de teatro que yo practico. Él nunca llegaba tarde, yo tampoco lo hago, pues su disciplina era contagiosa. Ahora critico a algunos jóvenes actores que les duele la uña y solo por eso ya no van a los ensayos. Yo con dolores pensé en la obra antes que el médico porque tenía una responsabilidad, esa es mi formación antigua: amar al teatro por sobre todas las cosas.
―Después de recuperarte y regresar a tus proyectos ¿Cómo te sientes ahora?
Me siento muy bien, lo raro fue ver mi cara y la de Hernán Romero en el afiche, aunque ambos estuviéramos enfermos, pero esas cosas pasan; felizmente todo se soluciona en el teatro. Las energías que tengo ahora están renovadas y siento que aún no me quieren allá arriba, el público tiene Haydée para rato.
―Pasaste por los tiempos donde se hacía teatro en la radio y la televisión.
Era algo hermoso lo que se hacía ahí, eran tiempos hermosos. Nuestro trabajo era hacer llegar al público obras de gran calidad, con un mensaje profundo y bonitas cosas que transmitir, pero sinceramente, no me gusta mucho hacer teatro fuera de la presencialidad, no es mi zona de confort. Me gusta concentrarme en cada momento, sin ningún ruido ni un teleprompter que marque la pauta de las cosas que debo decir, aunque me adapto a los distintos lugares donde interpreto un personaje.
―Pero también hiciste tres obras de teatro de forma virtual.
Es adaptarse a los tiempos modernos, una necesidad. Me da vergüenza admitirlo, pero al inicio no sabía ni tomar una foto a la pantalla, pensaba que eran cosas técnicas y que yo solo tenía que dedicarme a hacer lo mío, pero no es así. La clave de esa etapa fue mi nieto de tan solo cinco años, imagínate. Luego de aprender de él me arriesgué a intentar hacer todo yo sola y lo conseguí. Recuerdo las palmas y llorar por la satisfacción de haber conseguido realizar algo nuevo, por sentir que puedo adaptarme a estos tiempos y que puedo hacerlo bien.
―Durante este tiempo algunos teatros aparecieron, desaparecieron o se renovaron ¿Qué extrañas de ese teatro que ya no está presente?
Las obras que hacía con Cattone, las comedias y dramas clásicos. Ese teatro que ahora es para público maduro y que no siempre termina de encantar a los jóvenes. También extraño a mi esposo, quien me tomaba la letra, ahora lo hacen mis nietos. Tras el duelo, ahora siento que siempre está conmigo. Recuerdo que él siempre era el primero en llegar al teatro en los estrenos de mis obras y era el último en irse durante la función final. Ver a nuestros hijos y nietos es verlo a él todos los días.
―Cuando vemos tus obras es inevitable no verte interpretando el rol de madre o una figura maternal ¿Cómo te sientes al asumir este tipo de personajes?
Siempre me dan los roles de madre o la madre de la madre. Quiero que me den otros papeles, por favor, siempre soy una señora sufrida, una viuda, una adulta mayor pobre o alguien que cuida a sus hijos del resultado de sus malas decisiones. Ahora cuando me llaman para hacer un personaje pregunto primero: “Oye ¿Voy a hacer de una madre o me vas a matar en la trama?” Porque también siempre me matan, creo que me agarraron de punto, pero por favor, ya no quiero morir otra vez.
―¿Cuál es el papel de madre que más recuerdas?
En la telenovela “Las Tres Marías” cuando era la madre del personaje de Ricky Tosso, él era mi hijo, pero era malvado y deseaba hacerle mal a una de las chicas. La escena era una donde supuestamente yo estaba enferma en el hospital, llegaba Ricky pidiéndome apoyo, yo le decía que no, entonces él me desentubaba. Ahí tenía que actuar como si me muriera, pero en ese momento un sentí un ardor en mi pecho y dolor en mi brazo izquierdo, entonces supe que era real lo que sentía y empecé a gritar: “Me muero, me muero de verdad”. Felizmente estábamos grabando en un hospital, un médico me atendió y me dijo que era un infarto leve, hasta ahora ya me ocurre esto tres veces.
―En esta nueva obra no te matan, pero haces de madre…
Es una historia donde una madre busca desesperadamente a su hijo quien fue asesinado, lo hace porque necesita paz. Un requisito que siempre tengo al momento de aceptar papeles así es que deben ser papeles complejos, con historias apasionantes, no me gusta lo simple, tampoco desde joven cuando nunca quise interpretar a una princesa, sino a la madrastra malvada o a la bruja del bosque.
―Parece que tuvieras siempre más energía que tus propios personajes
Yo tengo más energía que varios actores jóvenes. El año pasado hice mi taller, la grabación para la película, pasé por el hospital, hice circo con Ernesto Pimentel y otras obras. Me siento bien cuando estoy en todos lados haciendo mil cosas y presionando al taxista para llegar rápido y ser puntual. Me he quemado mis pestañas estudiando mucho, pasando por momentos muy felices y muy tristes en mi vida, pero mi disciplina supera mi edad y soy feliz así.
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