De caminar zigzagueante, cabellera rojiza y voz seductora. Su presencia emociona los sentidos. Es atractiva y dueña de una gran sensualidad que el tiempo vigorizó y que aparece en cada uno de sus gestos como una sombra que jamás se separa de ella. Teddy Guzmán (Lima, 1949) lleva casi seis décadas en el escenario. Se dio el lujo de ser la primera actriz peruana en mostrarse como Dios la trajo al mundo en una escena digna de ser recordada. Y aunque ya lo experimentó casi todo, asegura que todavía está dispuesta a recibir más sorpresas de la vida. “De repente por fuera no tengo juventud, pero por dentro tengo eso y mucho más”, asiente.
Desde hace algunos días, una gran fotografía en la que aparece junto a Yvonne Frayssinet, Pilar Brescia, Camucha Negrete y Martha Figueroa cubre parte de los exteriores del Teatro Marsano. Es el elenco actoral de “Brujas”, obra del argentino Luis Agustoni que retornó con éxito al emblemático recinto miraflorino.
“Es la segunda vez que hago esta obra. Hace más de 20 años la hice con Camucha y Pilar. Me encanta. Hemos tenido que aprendernos la letra nuevamente y a ponerle sentimiento”, destaca.
Teddy Guzmán también reapareció en “Al fondo hay sitio”, interpretando a la villana Carmen Torres. Un personaje al que cobija con especial cariño, pues le acercó a un público juvenil. “Me encanta. Sé que tengo un par de días más de grabación, pero no sé si lo van a extender o lo dejarán donde está”, aclara.
Lucha constante
Ni los obstáculos impuestos por su madre [la actriz Nora Guzmán], ni un debut frustrado, evitaron que Teddy Guzmán se entregara al arte. Era adolescente la primera vez que subió a un escenario a cantar y se olvidó la letra de la canción. Fue durante una emisión en vivo del programa setentero “El Clan del 4″.
“Empecé muy joven. No fue fácil. En el escenario estaban los grandes de aquel momento. Me quedé en cero cuando intenté cantar un tema de la nueva ola. Retrocedí, lentamente, luego me fui. Pero regresé tres meses después porque nada ni nadie iba a impedir que cumpla mis sueños. Quería llegar lejos como fuese”.
Desde aquel episodio, no pasó mucho tiempo para que Rosa Ivonne Olaguibel Cáceres, nombre real de la artista, incursionara en la actuación y diera el salto al vedettismo. “Mi nombre es Teddy Guzmán. El otro no me interesa para nada porque nunca me dio nada. Solo lo uso para trámites legales. Si alguien en la calle me llama así, simplemente no volteo porque no soy esa persona”, aclara.
En los años 80, en medio de la violencia terrorista en el Perú, la actriz generó revuelo al hacer un desnudo en la puesta en escena “El Precio del Amor”. Una propuesta -desmedidamente osada para la época- que le hizo merecedora al título de ‘La Reina del Café-Teatro’.
“Fue un escándalo. Lucho La Roca me habló del papel, lo deshizo para mí, lo desmenuzó totalmente y de tal manera que habiendo hecho una cosa tan seria como esa, lo pude hacer sin ningún temor. Lo hicimos durante varios años entre apagones y velas. Cuando se iba a la luz por causa del terrorismo, la gente, en lugar de abandonar el local, se quedaba para escuchar anécdotas nuestras”, recuerda la actriz.
Sus personajes en producciones televisivas como “Los de arriba y los de abajo”, “Los unos y los otros”, “Lluvia de Arena”, “Luz María” e “Isabella, mujer enamorada”, en su mayoría han sido solitarios, como lo es ella en la vida real.
“Soy solitaria y lo disfruto. Amé demasiado una vez en mi vida y aprendí a seguir sola. Enviudé joven. Mi esposo murió de cáncer generalizado a los 38 años. Yo tenía 41. Fue el amor de mi vida. Desde entonces, estoy sola. Como no soy sociable, no he tenido la oportunidad de conocer a alguien. Por ahí he dicho: ‘Qué guapo es ese hombre’. Pero nada más. Todas las personas que han tenido algo que ver en mi vida, se fueron (murieron). Yo no termino: mato. Ahora van a decir que soy la Viuda Negra (Risas)”, bromea.
Teddy Guzmán recuerda su etapa como vedette con nostalgia y a la vez gratitud. Y se emociona al rememorar el día que ocasionó un accidente de tránsito mientras caminaba bamboleándose por una transitada vía.
“Era muy muchacha y realmente para la época era una hembrota. Ahora lo creo, antes no lo creía. Nunca me consideré sensual. No soy de mirarme al espejo, ni hacer ejercicios. Cuido mi peso por una cuestión de salud, no por un tema estético”, destaca tras reflexionar sobre el paso de los años.
“Uno quisiera ser joven toda la vida, y aunque tengas la juventud por dentro, hagas lo que hagas, no puedes estar joven por fuera. Siento nostalgia de esas etapas en las que podía conseguir más papeles, o un amor para llegar acompañada a esta etapa. Me da pena y a la vez alegría el hecho de que mis hijos se tengan que hacer cargo de mí en algún momento. Lo que más detesto es depender de alguien. No me gusta que me manejen porque soy muy rebelde. No quiero que mis hijos sufran por estar atados a una señora que -de repente- no pueda moverse, o qué sé yo. Le tengo pánico a depender de alguien. A la muerte no”, subraya.
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