Los maniquíes de tamaño natural evocan con su vestuario el ambiente de la posguerra en la década de 1940, con collares de perlas, vestidos de cuadros y trajes rayados. (Foto: The Inn At Little Washington/AFP)
Los maniquíes de tamaño natural evocan con su vestuario el ambiente de la posguerra en la década de 1940, con collares de perlas, vestidos de cuadros y trajes rayados. (Foto: The Inn At Little Washington/AFP)
Agencia AFP

Sus miradas están vacías, sus sonrisas, petrificadas, visten como en la época de la posguerra y no necesitan reservación para uno de lo mejores restaurantes en .

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Un restaurante con estrellas Michelin del estado de Virginia encontró una forma divertida o espeluznante, dependiendo de los gustos, para obligar a mantener el distanciamiento social de sus clientes: el uso de maniquíes disfrazados sentados entre los comensales, cuando reabra a finales de mayo.

“Cuando necesitábamos resolver el problema del distanciamiento social y reducir a la mitad la ocupación de nuestro restaurante, la solución parecía obvia: llenarlo con maniquíes vestidos de manera interesante”, dice a la AFP en un correo electrónico, el chef Patrick O’Connell, propietario de The Inn at Little Washington.

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“Esto permitirá mucho espacio entre los clientes reales, provocará algunas sonrisas y ofrecerá algunos cuadros fotográficos divertidos”, añade.

The Inn, que es “conocido por ser reverentemente irreverente” y también es el único restaurante con tres estrellas Michelin en el área de Washington, DC, tiene previsto reabrir el 29 de mayo.

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Los maniquíes de tamaño natural evocan con su vestuario el ambiente de la posguerra en la década de 1940, con collares de perlas, vestidos de cuadros y trajes rayados.

El glamour tiene que encajar con el lugar, donde un menú de degustación puede costar 248 dólares por cliente sin vino.

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El restaurante ha colaborado con empresas locales para las escenografías, los vestuarios y el maquillaje de los maniquíes, colocados de manera estratégica en mesas que deben permanecer vacías.

“Todos estamos ansiosos por reunirnos y ver a otras personas en este momento. No todos tienen que ser necesariamente personas reales”, señala O’Connell maliciosamente.

“Siempre me han gustado los maniquíes, nunca se quejan de nada y puedes divertirte mucho vistiéndolos”, añade.

Lo que no sucede con los clientes reales.

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