Shaquille O’Neal es conocido por su generosidad, siempre buscando formas de sorprender a los demás con regalos espectaculares, y no solo en Navidad. A lo largo de los años, la celebridad ha ganado fama por ser el tipo de persona que ama dar, ya sea en forma de zapatillas o momentos especiales. Sin embargo, hay una tradición que ha mantenido por más de 30 años y que sorprende a todos: Shaq no acepta regalos en Navidad. ¿Por qué? La respuesta es más interesante de lo que imaginas.
Y no, no es que la ex estrella de la NBA sea un “Grinch” navideño. De hecho, su decisión de no recibir regalos tiene que ver con algo mucho más grande. Shaq se toma muy en serio su papel de Santa Claus, pero no en el sentido tradicional. Para él, la Navidad no se trata de recibir, sino de dar. En lugar de estar en el centro de atención, prefiere asegurarse de que otros reciban lo que necesitan y lo que merecen.
O’Neal le reveló a la revista People que no acepta regalos de nadie. “Siempre le digo a mi familia: ‘Muéstrenme una película en la que Papá Noel reciba un regalo y les permitiré comprarme un regalo’”, explica la leyenda del baloncesto.
O’Neal y su ex esposa, Shaunie O’Neal, tienen juntos cuatro hijos: Shareef, de 24 años; Shaqir, de 21; Amirah, de 23; y Me’arah, de 18. Además, el exjugador tiene un hijastro, Myles, de 27 años, fruto de la relación anterior de Shaunie, y una hija, Taahirah, de 28 años, con su ex pareja, Arnetta Yardbourgh.
“No acepto regalos”, explica el miembro del Salón de la Fama de la NBA, recordando que esta práctica comenzó en 1992, cuando “me convertí en el sostén de la familia”. “Mientras todos los demás sean felices, yo soy feliz”, agrega.
Cuando sus hijos (o cualquier otra persona) le dan un regalo a O’Neal, él ni siquiera lo abre. “Supongo que tengo un trastero lleno de regalos de hace 30 años, algún día los abriré”, comenta.
Ahora que sus hijos son mayores, O’Neal explica que elegir los regalos adecuados es mucho más fácil. “Es fácil porque lo único que quieren es dinero en efectivo”, bromea. “Pero cuando eran pequeños, era mucho más difícil. Tenía que ir a Toys R Us a eso de las 11:58, justo antes de que cerraran, y comprar todo lo que quedaba. Muchas veces, no querían que fuera tan temprano porque no querían que me llevara todos los juguetes, así que tenía que llegar tarde, justo antes del cierre. Me dejaban llevarme las sobras”, contó.