Catalina de Cambridge y el príncipe Guillermo el día de su boda real el 29 de abril de 2011. (Foto: AFP)
Catalina de Cambridge y el príncipe Guillermo el día de su boda real el 29 de abril de 2011. (Foto: AFP)
Redacción Mag

La boda real entre el príncipe Guillermo y se celebró en la abadía de Westminster el 29 de abril de 2011. Más de un millón de personas, entre británicas y extranjeras, salieron a las calles de Londres para celebrar el enlace con los futuros reyes del Reino Unido. Todo un acontecimiento que dejó algunas anécdotas por relatar.

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El vestido de novia de Catalina, con corpiño de encaje y tul de seda, una falda larga de raso blanco inspirada en la imagen de una flor abriéndose y una cola de 2,7 metros de largo, fue bastante comentado entre la prensa británica y pasó a formar parte de los sueños de millones de mujeres.

Sin embargo, aquel mismo vestido de ensueño fue motivo de desesperación para la duquesa de Cambridge en el día de su boda. Así lo reveló alguna vez la experta en realeza Katie Nicholl en el documental Secrets of the Royal Dressmakers (“Los secretos de los diseñadores de la realeza”).

El vestio de novia de Catalina de Cambridge. (Foto: AFP)
El vestio de novia de Catalina de Cambridge. (Foto: AFP)

El disgusto que se llevó con su vestido

“Entre bastidores, hubo lágrimas en palacio porque Catalina había hecho todo lo posible por mantener su vestido de novia en secreto y aun así…”. Unas semanas antes de la boda entre Guillermo y Catalina se filtró la información de que lo había diseñado Sarah Burton, directora de Alexander McQueen.

El Times fue el primero en adelantar los detalles del vestido, revelando lo siguiente: “según una fuente cercana, el vestido combinará las ideas de diseño de Catalina con el profundo conocimiento e interpretación de la alta costura de Burton”. Aquello supuso un golpe para la duquesa de Cambridge.

Según Nicholl, Catalina de Cambridge “esperaba que el nombre de Burton no saliera a la luz hasta el día del enlace”. Pero el Times consiguió la información y lo reveló. Y así fue como las indiscreciones sobre su traje de novia acabaron en boca de todos y llenaron las portadas de todo el mundo.

Pero las lágrimas y habladurías sobre su vestido no consiguieron aguarle la fiesta. La entrada triunfal de Catalina en la abadía de Westminster con aquel vestido fue todo un éxito mundial. Aquello supuso un comienzo de lo más apropiado para una ceremonia que la propia Isabel II calificó de “asombrosa”.

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