Ella es Naldi y tiene 42 años. Esta fotografía le fue tomada cerca de su lugar de residencia, en la provincia de Bantén (oeste de la isla de Java). (Efe)
Ella es Naldi y tiene 42 años. Esta fotografía le fue tomada cerca de su lugar de residencia, en la provincia de Bantén (oeste de la isla de Java). (Efe)
Agencia EFE

| Ajeno a los selfis y memes que obsesionan al resto del mundo, el pueblo baduy de Indonesia mantiene leyes ancestrales que prohíben el uso de la tecnología y restringen la influencia foránea para preservar su particular modo de vida.

En las boscosas montañas que rodean al volcán Kendang, en el oeste de la isla de Java, esta comunidad de etnia sundanesa ha decidido rechazar la electricidad, las carreteras, el jabón, los teléfonos inteligentes o la medicina moderna, entre muchas otras cosas que forman parte de la vida cotidiana de la mayor parte de la población del planeta.

Para protegerse del resto del mundo, el territorio Baduy está dividido desde hace más de un siglo en dos zonas: la Exterior, cuyas normas son relativamente flexibles y donde son acogidos los turistas, y la Interior, que contiene tres pueblos en los que se cumplen a rajatabla los mandatos de su fe animista Sunda Wiwitan.

En una rara visita a la zona más ortodoxa, cuyo acceso está prohibido a los extranjeros, un equipo de Efe pudo ser testigo del delicado equilibrio en el que viven los baduy entre las leyes del Estado indonesio y las costumbres de sus ancestros.

EL SILENCIO DEL INTERIOR

Tras más de tres horas de caminata entre pueblos y montañas del Exterior, un puente de bambú da paso al corazón cultural y místico de los baduy, el Interior, donde solo pueden entrar visitantes indonesios, acompañados por un local y por un tiempo limitado.

En Cibeo, un pueblo de austeros hogares de bambú, madera y paja donde impera un silencio que ni siquiera rompen las pisadas de los pies siempre descalzos de sus residentes, como manda la tradición, acudir a un doctor en vez de a un chamán, abrir una cuenta de Facebook o utilizar un automóvil pueden acabar en la expulsión de la comunidad.

Además, la armonía con la naturaleza es un mandato divino en la aldea: los animales de cuatro patas no han de ser cazados y el curso del agua no puede desviarse, por lo que las casas se alinean a lo largo de un arroyo donde se lavan utensilios y ropa.

Ayah Naldi, uno de los lugareños, asegura que cada año dos o tres residentes abandonan la zona interior o son expulsados por romper las reglas, aunque mantienen lazos familiares y comerciales, y acuden a las celebraciones tradicionales.

"No estoy preocupado por que se pierda nuestra cultura, cuando se lo pedimos a nuestro líder, podemos ser libres y vivir afuera, pero si nacemos (y permanecemos) en Baduy Interior, cumplimos las normas", comenta Naldi a Efe enfundado en la túnica y turbantes blancos de los baduy ortodoxos.

Algunas casas de los baduy. (Efe)
Algunas casas de los baduy. (Efe)

VIVIR ENTRE DOS MUNDOS

Hoy en día, cerca de 1.500 personas viven en Baduy Interior y unas 12.000 en Baduy Exterior, donde hay más de 60 poblaciones, pero mientras que cientos han abandonado ambos territorios, son muchos los que viven a caballo entre ambos mundos.

Uno de ellos es Mursid, de 25 años, que creció en Cibeo y a los 16 años, tras visitar con frecuencia a parientes en el exterior, pidió permiso al líder del pueblo y a sus padres para abandonar su aldea natal y así relajar las imposiciones de sus ancestros.

"Quería ser libre y no había ninguna mujer", cuenta Mursid a Efe.

Ahora el joven visita con frecuencia a sus padres en Cibeo pese a vivir en la zona exterior, donde complementa sus ingresos como agricultor vendiendo bolsos artesanales en Instagram y Shopee, herramientas modernas que le sería imposible en su pueblo natal.

Los integrantes de la tribu baduy visten ropas tradicionales, y usan artefactos rudimentarios. (Efe)
Los integrantes de la tribu baduy visten ropas tradicionales, y usan artefactos rudimentarios. (Efe)

UNA TRIBU FRENTE AL DESAROLLO

El desarrollo de la isla de Java, la más poblada del mundo con unos 140 millones de habitantes y el núcleo económico de Indonesia, y la llegada de internet han influido en uno de los pocos lugares del archipiélago donde hasta hace poco no llegaban las redes sociales.

La dificultad a la hora de reconciliar las necesidades y aspiraciones de la gente y las normas y costumbres ancestrales, es el mayor reto al que se enfrenta el pueblo baduy, admite Sarikan, subjefe del pueblo exterior de Cipondok.

El tejido de ropa, la manufactura de bienes artesanales para turistas y el cultivo de algunos árboles frutales y de arroz son las principales actividades económicas de los baduy en la rigurosa zona interior, lo que previene la sobreexplotación del monte y la naturaleza.

Por su parte la mayoría de los residentes del exterior tienen plantaciones fuera del territorio baduy y el uso de tecnología o de teléfonos móviles es frecuente, a pesar de que las normas no lo permitan, pero Sarikan reconoce: “somos humanos, y a veces se utilizan por necesidades económicas”.

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