Una familia de siete miembros de Pawtucket, Rhode Island, añade un nuevo miembro inesperado a la prole: su anciano vecino. Sharaine Caraballo y su esposo, Wilson, se aseguran de que Paul Callahan, de 82 años, que vive al otro lado de la calle, esté invitado a todas las cenas familiares, almuerzos al aire libre y reuniones navideñas.
“Los niños corren hacia él como si fuera su abuelo”, dice Sharaine. “Paul es sin duda un miembro de la familia. Ya no se le considera un vecino”.
Cuando su familia se mudó a la casa, no sabían qué esperar.
“Nuestro mayor temor al mudarnos a un barrio nuevo era: ‘¿Y si no caemos bien a los vecinos? ¿Y si, como tenemos muchos niños, hacen mucho ruido y venimos de una familia numerosa, y si hay algún conflicto con los vecinos?”, dijo Sheraine a USA Today. “Somos la única familia negra de nuestro barrio”.
Afirmó que en cuanto conoció a los vecinos, incluido Callahan, se le pasó el miedo. Llegó con una escalera y se ofreció a ayudarla a hacer reparaciones en la casa recién adquirida. La familia de Sharaine empezó a hablar con Callahan con frecuencia tras enterarse de la reciente muerte de la esposa del viudo.
La relación ha ido creciendo desde entonces. Ahora pasa casi todos los días en casa, entretiene a los niños y les cuenta historias de su vida.