Al sorpresivo y notable sartenazo de Arabia Saudita frente a Argentina se sumó ayer el extraordinario golpe de Japón sobre Alemania. Los dos perdían 1 a 0, los dos lo dieron vuelta y terminaron 2 a 1 arriba. Más meritorio todavía. Lo de Japón sorprende menos porque hace tiempo viene desarrollando su fútbol. A comienzos de los 90 se fijaron el objetivo de llegar a una Copa del Mundo, nunca habían ido. En 1998 lo lograron, desde entonces llevan 7 Mundiales consecutivos y son la mayor potencia asiática.
ENTREVISTA: “En 2018 pudimos haber hecho ante Francia lo que Arabia Saudita hizo frente a Argentina”
Van creciendo de a pasitos, pero siempre hacia adelante. El orden, la disciplina, la voluntad ya sabemos, son parte del ADN nipón. Lo verdaderamente notable es su evolución en el trato de balón. Prolijos, técnicos, puristas convencidos de jugar al pie y tratarla como a una novia. En dominio de pelota ya no están debajo de los sudamericanos, no saben menos, nos igualaron e incluso nos superaron en varios casos.
Y siempre lucen serenos. No se inquietaron por estar debajo de Alemania en el marcador. Siguieron en la suya y cerca del final rubricaron una victoria que, unida a la de Arabia Saudita, comienza a decir cosas, a marcar tendencia. Hay una pérdida del miedo de los equipos chicos. Y un crecimiento enorme en cuanto a comprensión del juego. Ya todos saben todo.
Arsene Wenger, el célebre entrenador del Arsenal inglés, tuvo un ciclo breve, aunque productivo en el Nagoya Grampus entre 1995 y 1996. Contó una anécdota “Me fueron a buscar del Arsenal y les pedí por favor que me liberaran. ¡Era el Arsenal…! Tenía contrato y pensé que me pondrían trabas, porque veníamos de ganar la Copa del Emperador y luego la Supercopa de Japón. Pero no intentaron retenerme. Me dijeron que se habían propuesto que Japón fuera uno de los mejores países futbolísticos en… cien años. ¡Yo era una parte del engranaje y de su plan! Es un dato revelador de su relación con el tiempo, de su persistencia y determinación”.
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Triunfazo
Por la noche vimos Bélgica-Canadá. Quedamos extasiados con el juego canadiense. Veloz, dinámico, entusiasta, superofensivo, con habilidad y potencia. Con asombrosa prestación física. Pecaron en la definición. Fallaron un penal, el árbitro no le concedió otros dos clarísimos. Tuvo cantidad de oportunidades, pero distintas causas le negaron el gol. Son máquinas, apabullaron a los belgas todo el partido. Merecieron ampliamente ganar y… perdieron. Es difícil explicarlo. Pero el resultado no nos cambia el concepto: fantástico. Superior incluso a lo de Japón y Arabia Saudita. Nos encantaría algún día ver jugar así a la Selección Argentina. El líder y el que marca la línea al resto del equipo es Edgar Davies, esa motosierra que va y viene por la banda izquierda del Bayern Munich. Los demás copian su fuerza, su pujanza y su deseo de ir con todo al frente.
Tan bueno fue eso que inmediatamente nos preguntamos ¿quién es el técnico de Canadá…? Un inglés, John Herdman, de 47 años, que desde los 28 se dedicó al futbol femenino en Nueva Zelanda primero y en Canadá después. Recién en 2018 se pasó a los varones. Es todo un hallazgo. ¿Cómo logra semejante rendimiento en un país con tan poquitos futbolistas…? Pide a gritos Premier League.
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