Fue un colapso espectacular, que en su momento dejó perplejos a muchos y cuyas réplicas se siguen sintiendo hoy en día.
¿Cómo fue que la Unión Soviética, un Estado tan vasto y poderoso, integrado por 15 repúblicas (con Rusia a la cabeza), se desplomó tan rápida e inesperadamente hace 30 años?
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¿Cómo fue que el bloque socialista, con semejante influencia política, ideológica, económica y tecnológica, que marcó buena parte de la historia del siglo XX, dejó de existir casi de un día para otro?
Estamos hablando del imperio que nació de la revolución comunista rusa de 1917 y llegó a ocupar un sexto del territorio de nuestro planeta y abarcar unas 100 nacionalidades.
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El que ayudó a vencer a Adolfo Hitler en la Segunda Guerra Mundial, protagonizó junto a EE.UU. la Guerra Fría y la carrera armamentista nuclear, y estuvo detrás de las hostilidades en Vietnam y la revolución cubana.
El que envió al espacio el primer satélite, el Sputnik, y al primer hombre, Yuri Gagarin.
El que asimismo se destacó en los deportes, la danza, el cine, la literatura, el arte y la ciencia.
“La velocidad con la que el Estado soviético se desintegró tomó por sorpresa a casi todos”, le dice a BBC Mundo Archie Brown, profesor emérito de política y especialista en temas soviéticos de la Universidad de Oxford, en Reino Unido.
Según Brown y otros expertos que han analizado a fondo el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS, tal era su nombre oficial), hay varias razones -unas más determinantes que otras- que explican esta dramática disolución que se oficializó en la Navidad de 1991.
El origen de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se remonta a 1917, cuando la revolución bolchevique derrocó al zar Nicolás II y estableció un Estado socialista en los territorios que habían pertenecido al Imperio Ruso.
En 1922, luego de que Rusia sumara a las repúblicas más lejanas, se conformó oficialmente la gigantesca URSS, cuyo primer líder fue el revolucionario marxista Vladimir Lenin.
Desde luego, gobernar un Estado tan complejo y diverso era sumamente difícil.
Si bien en sus orígenes la URSS intentaba ser una sociedad democrática luego de dejar atrás la era de la autocracia zarista, el bloque terminó escogiendo el camino del autoritarismo, que se consolidó con la llegada al poder de José Stalin, a mediados de la década de 1920.
La constitución soviética adoptada en los años 30 y modificada en los 70 establecía que las regiones y nacionalidades estarían representadas en una suerte de parlamento conocido como Soviet Supremo.
Pero en la práctica todas las decisiones, incluyendo la elección del líder de la URSS, estaban en manos del Partido Comunista y, más precisamente, de un pequeño grupo de dirigentes poderosos, el Plitburó.
Con Stalin el Estado comenzó a controlar cada aspecto de la vida política, económica y social. Aquellos que se oponían a sus medidas eran arrestados y enviados a campos de trabajo (los “Gulags”), o ejecutados.
En lo cotidiano, unos 290 millones de soviéticos se sentían oprimidos y ajenos a las decisiones que tenían un fuerte impacto en su existencia.
Tras la muerte de Stalin en 1953, los líderes soviéticos denunciaron la brutalidad de sus políticas, pero el Partido Comunista continuó dictando el destino del país.
El autoritarismo y la centralización de la Unión Soviética derivaron en una burocracia sin fin, que extendió sus tentáculos por todos los rincones del territorio y todos los aspectos de la vida.
Se requerían documentos, sellos, procedimientos de identificación y notas para todo.
“La Unión Soviética acabó siendo un Estado sumamente ineficiente”, le explica a BBC Mundo Archie Brown, académico de la Universidad de Oxford.
“Durante mucho tiempo los soviéticos lograron salir del paso, hasta que en las últimas décadas todo se convirtió en un gran embrollo”, añade.
La centralización y la burocracia impactaron, a su vez, en el sistema económico.
En la base de la Unión Soviética estaba la idea de Carlos Marx de la socialización de los medios de producción, distribución e intercambio.
Esto significó que la economía de este enorme país fue dirigida por medio de los llamados planes quinquenales, que establecían metas para todas y cada una de las actividades productivas.
La fuerza laboral, que alcanzó 150 millones en el ocaso de la Unión Soviética, se dedicaba mayormente a la industria y en mucho menor medida a la agricultura.
Stalin había encarado un fuerte proceso de industrialización, y los principales sectores eran petróleo, siderurgia, química, madera, minería, procesamiento de alimentos, automotriz, aeroespacial, electrónica, telecomunicaciones y defensa.
Sin embargo, la Unión Soviética perdió con Estados Unidos la puja por la hegemonía económica. El Producto Bruto Interno (PIB) del bloque comunista fue de US$2,6 billones a fines de los 80, apenas la mitad de lo que logró su rival occidental.
“Estaba claro que las políticas económicas estaban fallando. La tasa de crecimiento estaba declinando desde fines de los años 50”, dice el profesor Archie Brown, de la Universidad de Oxford.
Por su parte, en el filme para la BBC “Hypernormalisation”, el documentalista británico Adam Curtis plantea que la economía de la Unión Soviética se sostuvo durante mucho tiempo en base a una ilusión.
“Todos, desde los dirigentes hasta la gente común, simulaban que era pujante. Pero en realidad, en la intimidad, sabían que tenía huecos por todos lados y estaba destinada al fracaso”, afirma.
Y fue así hasta que la democratización y la liberalización en el último tramo de la URSS permitió que la gente expresara su frustración.
Brown añade que, debido a los problemas económicos, se redujo la expectativa de vida de los hombres (hecho vinculado por muchos observadores al excesivo consumo de alcohol) y aumentó la mortalidad infantil.
A su vez, el estancamiento llevó al fuerte crecimiento del sector informal y del mercado negro.
“En determinado momento los jerarcas debieron reconocer que la Unión Soviética necesitaba urgentes reformas económicas”, completa Brown.
Con los años, el nivel general de instrucción de los soviéticos fue mejorando y millones de personas se sumaron a la educación superior.
Si bien el Estado restringía los contactos con el exterior, estos individuos empezaron a tener un mayor conocimiento del mundo que los rodeaba.
“Los profesionales bien educados terminaron convirtiéndose en un grupo social significativo e influyente”, explica Archie Brown.
“Estaban abiertos a la liberalización que vendría luego, a mediados de la década de 1980, de la mano del reformista Mijaíl Gorbachov”, completa.
Según Brown, si bien los factores anteriores contribuyeron al desplome de la URSS, no alcanzan por sí mismos para explicar el fenómeno.
Para él, si hay una causa determinante en el desplome de la URSS, ese es el propio Gorbachov: llegó al poder como un transformador del sistema soviético, pero acabó siendo su enterrador.
Cuando se convirtió en secretario general del Partido Comunista en marzo de 1985, lanzó un dramático programa de reformas. Había heredado una economía en problemas y una estructura política ineficiente e insostenible.
El plan de Gorbachov tenía dos elementos clave: “Perestroika” y “Glasnost”.
La “Perestroika” (o reestructuración) consistía en relajar el control del gobierno sobre la economía soviética.
Gorbachov pensaba que la iniciativa privada impulsaría la innovación, de modo que les permitió a individuos y cooperativas ser propietarios de negocios por primera vez desde los años 20. Además promovió las inversiones extranjeras en las empresas soviéticas.
Y les concedió a los trabajadores el derecho a huelga para exigir mejores salarios y condiciones laborales.
Mientras que “Glasnost” (apertura, transparencia) consistía en eliminar los resabios de la represión estalinista, tales como la prohibición de obras de autores como George Orwell y Alexander Solzhenitsyn, y darles más libertades a los ciudadanos soviéticos.
Se liberó a presos políticos, y a los periódicos se les permitió publicar artículos críticos hacia el gobierno. Se instauraron elecciones legislativas y por primera vez agrupaciones políticas ajenas al Partido Comunista pudieron participar en los comicios.
La democratización fue celebrada. Pero las reformas para introducir la economía de mercado tardaron demasiado en dar frutos.
Hubo aumentos de precios, racionamiento y filas interminables para conseguir productos que escaseaban. Los soviéticos se mostraron cada vez más frustrados con el gobierno de Gorbachov.
El líder reformista también enfrentó una fuerte oposición de la línea dura del Partido Comunista, que intentó derrocarlo en 1991. Este levantamiento fracasó gracias a las muestras de apoyo popular y al respaldo del líder ruso Boris Yeltsin.
Con todo, Gorbachov renunció al cargo el 25 de diciembre de ese año y al día siguiente se firmó la declaración oficial de la disolución de la Unión Soviética.
En su discurso de despedida, el ultimo líder de la URSS reconoció: “El viejo sistema colapsó antes de que el nuevo comenzara a funcionar”.
El académico de la Universidad de Oxford Archie Brown lo pone en otros términos. “No fue un caso típico en el que la crisis económica y política condujo a la liberalización y la democratización”, le dice a BBC Mundo.
“Más bien fue la liberalización y la democratización lo que llevó al sistema a su punto de crisis; ambas llevaron a que el descontento se expresara”.
“Sin reformas, quizás hoy seguiría existiendo la URSS”, concluye.
El objetivo de Gorbachov no sólo era transformar las prácticas económicas y el manejo de los asuntos internos de la Unión Soviética; también quería cambiar la manera en la que el bloque encaraba las relaciones internacionales.
Gorbachov tenía claro que el mundo se había vuelto más interdependiente y que el éxito de la economía soviética dependía de mejores vínculos con el resto del mundo.
También creía que había intereses y valores universales por encima de la profunda división entre Este y Oeste, y que las naciones tenían derecho a decidir por sí mismas qué sistema político y económico querían, según le explica a BBC Mundo el profesor de la Universidad de Oxford.
Así fue cómo Gorbachov decidió abandonar la costosa carrera armamentista. Por no sólo eso. Además retiró las tropas soviéticas de Afganistán, donde combatían desde 1979, y redujo la presencia militar en Europa Oriental.
Estas políticas acabaron con la Guerra Fría y con los gobiernos comunistas de los países satélites de la Unión Soviética en Europa. Lo que a su vez, e involuntariamente, acabó dándole el tiro de gracia a la Unión Soviética.
La primera revolución ocurrió en 1989 en Polonia, donde el movimiento sindical no comunista Solidaridad de Lech Valesa logró que se celebraran elecciones libres y llegó al gobierno.
Ese mismo año cayó en Alemania el Muro de Berlín, el gran símbolo de la división Este-Oeste, y en Checoslovaquia la “revolución de terciopelo” depuso al gobierno comunista.
En Rumania el levantamiento se tornó violento: fusilaron al líder comunista Nicolae Ceaucescu y a su esposa.
“Cuando polacos, checos y otros consiguieron manejar sus asuntos, esto tuvo un efecto desestabilizador en la propia URSS”, le explica a BBC Mundo Brown.
La política no intervencionista de Gorbachov y los problemas económicos soviéticos encendieron la mecha de los movimientos independentistas en las repúblicas marginales del bloque.
Los Estados bálticos (Estonia, Lituania y Letonia) fueron los primeros en romper con Moscú. Luego se separaron de la URSS Bielorrusia, la Federación Rusa y Ucrania, que crearon la Comunidad de Estados Independientes.
Y fines de 1991 declararon su independencia ocho de las nueve repúblicas que aún se mantenían en el bloque ya herido de muerte (Georgia se sumaría años después).
Así, de un fogonazo, se extinguió lo que alguna vez fue la superpoderosa Unión Soviética.
* Este artículo fue publicado con motivo del 25 aniversario de la caída de la URSS y republicado ahora por los 30 años.
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