Durante ciento ocho minutos, el hombre de solo 1.57 metros miró al mundo por debajo del hombro. No había mucho lugar para acomodarse: debía ir bien sentado, con la espalda recta, y tener mucho cuidado al mover las piernas para no tumbar la enorme cámara que registraba su viaje. Una pequeña ventana circular era su única forma de contemplar la Tierra.
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El miércoles 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin salió volando del cosmódromo soviético de Baikonur –en el centro sur de la actual república de Kazajistán– montado en un Vostok 3KA-3. Después de darle la vuelta al globo, dejó de pelear con la gravedad terrestre y se dispuso a regresar a casa. Se eyectó de la nave y descendió del cielo, ajetreado por el movimiento del paracaídas, pero sosegado porque su escafandra naranja lo había protegido de la travesía.
Gagarin se había convertido así en la primera persona en estar en el espacio, hazaña que hoy cumple 60 años y que se recuerda como uno de los puntos de quiebre en la Guerra Fría.
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El divulgador Tomás Unger ha escrito que la carrera espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos empezó en 1957, con el lanzamiento de la pequeña esfera llamada Sputnik. Un punto para la URSS.
EE.UU. rápidamente consiguió emular la hazaña, pero el marcador volvería a desempatarse cuatro años después, con él éxito de Gagarin, aunque, según el divulgador, el tiempo en órbita fue de 89 minutos.
También hay polémica sobre la hora de partida de la nave (hay quienes anotan que fue en la madrugada). Por lo menos, en la portada que este Diario publicó el día de la hazaña se apuntó que la nave se “elevó a las 9:07 de la mañana” y que, “después de haberle dado la vuelta al mundo”, “aterrizó a las 10:55”.
Se anotó, además, que el mayor de la Fuerza Aérea soviética recibió las felicitaciones del primer ministro Nikita Khrushchev, por su “valiente proeza que será recordada a través de los siglos”.
Diecinueve días después, recuerda la BBC, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) mandó a un “hombre al espacio”, pero no fue sino hasta que “puso a un astronauta a la Luna” que no le quitó el protagonismo a su contrincante.
De un tiempo a esta parte, sin embargo, la agencia espacial estadounidense ha perdido protagonismo al preferir confiar en otras empresas que financien sus objetivos. Allí es donde entró a tallar SpaceX, del magnate Elon Musk, que según la BBC le “puede estar ahorrando a la NASA cerca de US$ 40.000 millones”.
Y hasta hace poco, la NASA estaba a la espera de los resultados del Ingenuity, que podría convertirse en la primera aeronave “en intentar un vuelo controlado a motor en otro planeta”. Pero tuvo que retrasar sus planes a última hora.
Aún si hubiera conseguido su objetivo, se hubiera tratado de un logro muchísimo menos vistoso, pues es un vehículo de 1,8 kg, muy parecido a un dron.
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LA CAÍDA DE UN HÉROE
Los héroes deben morir jóvenes, bellos y en el cenit de su gloria. La frase no es antojadiza: basta con pensar en los héroes clásicos para darse cuenta de que sus muertes se sucedieron en esas circunstancias. Y Yuri Gagarin, el símbolo del éxito soviético, alcanzó su punto más alto siete años después de orbitar el globo.
Bien lo decía el escritor Carlos García Gual: “Lo interesante del héroe es su fragilidad”. En su libro “La muerte de los héroes” –en el que analizó varios mitos–, se destaca que son escasas las “bellas muertes”.
En eso también hay coincidencias con el final de Gagarin, quien tenía 27 años cuando ganó notoriedad mundial. El 27 de marzo de 1968 murió, con 34 años recién cumplidos.
El portal ABC anota que el embajador del socialismo en el mundo tuvo una vida común, llena de “luces y sombras”: infidelidades, un divorcio, afición al trago, y más.
Para proteger al tesoro nacional, Gagarin tenía prohibido subirse a una nave, pero ese día se montó a un caza MIG-15 junto al instructor Vladimir Sergyogin. Ambos terminaron estampados contra el suelo.
Como el vehículo no tenía caja negra, las voces conspiranoicas barajaron la posibilidad de un suicidio. Se acusó a la KGB de su muerte –teoría que el excoronel soviético Boris Murasov plasmó en varios libros–. Y, al mismo estilo que las teorías sobre Elvis Presley, también se dijo que el mismo Gagarin fingió su muerte para escapar de la vida pública.
Sin embargo, la versión que más gustó fue que el accidente fue provocado por un ovni que se interpuso en el camino.
“El Comercio” de Ecuador recuerda la versión oficial:
“Durante un vuelo [...] a unos 200 kilómetros al este de Moscú, trató de esquivar un objeto desconocido mediante una maniobra que provocó una barrena de cola y la posterior colisión con el suelo”.
Fue recién en el 2013 que se supo más de la tragedia, cuando Aleksey Leonov, protagonista de la primera caminata espacial de la historia en 1965, compartió información clasificada. Como miembro del equipo que investigó el asunto, afirmó que lo que se interpuso en el camino de Gagarin fue un jet supersónico Su-15 que voló muy bajo.
“La onda de choque” hizo que la nave del héroe temblara. “Los datos del informe sugerían que los dos jets no debieron haber estado a más de quince kilómetros de distancia”, sentenció.
Lo que Leonov jamás compartió fue la identidad del piloto de la nave que causó el accidente. Eso, hasta la fecha, sigue clasificado.
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