A partir de hoy, líderes de la Iglesia Católica de todo el mundo se reúnen por dos semanas en el Vaticano, para intentar determinar la mejor forma de presentar sus enseñanzas sobre matrimonio, familia y sexualidad a sus congregaciones.
En términos vaticanos, la sesión a puertas cerradas se llama “sínodo extraordinario” y su éxito o fracaso puede resultar clave en cómo será evaluado legado histórico del actual Papa.
La agenda de la conferencia se determinó en base a una encuesta de opinión sin precedentes, distribuida entre fieles este año por orden del Papa Francisco, que busca dilucidar por qué las enseñanzas de Roma son cada vez más rechazadas o ignoradas.
La prohibición de utilizar anticoncepción artificial decretada por el papa Pablo VI en su encíclica Humanae Vitae de 1968 ha sido sistemáticamente ignorada por parejas católicas.
Y mientras la iglesia insiste en la indisolubilidad del matrimonio cristiano, al que considera una unión sacramental entre un hombre y una mujer, no simplemente un asunto civil, muchos países -incluso algunos sólidamente católicos- han legalizado el aborto, el divorcio y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Hace poco Filipinas, donde vive la más grande población católica de Asia, aprobó una ley de distribución gratuita de anticonceptivos que podría convertirse en el preludio para la legalización del divorcio.
“Un nuevo equilibrio”
Uno de los temas que seguramente será foco de intensos debates en el sínodo será si permitir o no comulgar a personas divorciadas.
En la actualidad es algo que no se permite, aunque el sumo pontífice ha sugerido que en el futuro podrían relajarse las reglas en torno a la anulación de matrimonios, un proceso lento y costoso.
Ya ha establecido un comité para examinar la posibilidad de simplificar el procedimiento, que -cuando se aplicar- declara que nunca existió un matrimonio válido, lo que permite a los involucrados volver a casarse.
Las opiniones del papa Francisco sobre la sexualidad están condicionadas por años de trabajo en los barrios más humildes de Buenos Aires.
Él insiste en la importancia de entender los problemas que enfrentan los más pobres, en vez de enfocarse solo en la obediencia a inflexibles reglas.
“No podemos solo insistir en torno a temas relacionados con el aborto, el matrimonio gay y el uso de anticonceptivos”, dijo Francisco en una larga entrevista con otro jesuita, hace algo más de un año.
“Las enseñanzas dogmáticas y morales de la iglesia no son todas iguales”, dijo.
“El ministerio pastoral de la iglesia no puede estar obsesionado con la transmisión de una desunida multitud de doctrinas... debemos hallar un nuevo equilibrio, de otro modo incluso el edificio moral de la iglesia podría caer como un castillo de naipes”.
Una experiencia de escucha
Los 263 participantes del Sínodo sobre la Familia son casi todos hombres célibes, sin experiencia en crear sus propias familias, aunque una decena de parejas católicas casadas compartirán sus experiencias con el sínodo de “padres”.
El papa Francisco pretender usar el encuentro como una experiencia de escucha.
Quiere que los obispos del mundo se involucren con más libertad en el futuro manejo de la iglesia, en vez de quedar relegados a los márgenes, como ocurrió en varios sínodos anteriores, cuando el temario y los procedimientos estaban celosamente controlados por los poderosos cardenales de la curia romana, el gobierno central de la iglesia, con base en el Vaticano.
Los sínodos extraordinarios son algo poco común y se convocan para dirimir desafíos urgentes que enfrenta la iglesia.
Este será observado con especial atención, dentro y fuera de una iglesia cuyo futuro podría depender de lo que de él surja.