Estados Unidos le dio esta semana una vuelta de tuerca más a su enfrentamiento contra China.
El Departamento de Estado que encabeza Michael Pompeo exigirá a los diplomáticos chinos de alto rango una aprobación expresa antes de visitar campus universitarios de Estados Unidos o realizar eventos culturales con más de 50 personas fuera de su delegación.
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Estas nuevas restricciones, anunciadas este miércoles, llegan pocas semanas después de un discurso del secretario de Estado que para muchos analistas ha marcado un antes y un después en la política exterior estadounidensehacia el gigante asiático.
Unas palabras, las más duras desplegadas hasta entonces contra China, que dio paso a lo que varios expertos llaman ya la “doctrina Pompeo”.
“El viejo paradigma no funciona”
El 23 julio, en la puerta de la Biblioteca y Museo Presidencial Richard Nixon de Yorba Linda, en California, Pompeo sentó las bases para deshacer uno de los legados políticos más reconocidos de la era Nixon: el acercamiento a China.
El lugar elegido no podría haber sido más simbólico: lo hizo frente a la biblioteca que lleva el nombre del expresidente, en la ciudad en la que nació.
Con su viaje a Pekín en la década de los 70, Nixon y su entonces secretario de Estado, Henry Kissinger, iniciaron un proceso que comenzó a sacar al gigante asiático del aislamiento internacional en el que llevaba sumido décadas.
“Tenemos que admitir una dura verdad. Si queremos tener un siglo XXI libre, y no el tipo de siglo con el que sueña el presidente chino, Xi Jinping, el viejo paradigma de interacción con China simplemente no funciona”, afirmó Pompeo en referencia al tipo de diplomacia desplegada por Nixon.
“No debemos continuar con [ese modelo] y no debemos volver a él”, añadió.
“No hay duda de que este discurso tenía la intención de articular y establecer una doctrina a largo plazo para las relaciones entre Estados Unidos y China que debe durar años o décadas”, explica el economista y analista de Reuters John Kemp.
Kemp cree que dado que actual jefe de la diplomacia estadounidense ha mostrado interés en postularse para la presidencia en el futuro, “es probable que esta doctrina Pompeo siga siendo influyente incluso si deja de ser secretario de Estado en enero de 2021”.
El discurso “articula claramente una línea, tal vez la línea dominante, del pensamiento oficial de Estados Unidos hacia China”.
¿Qué política quiere revertir Pompeo?
A la guerra comercial iniciada por el gobierno de Trump en 2018 y las acusaciones de robo de propiedad intelectual y espionaje industrial se han ido sumando distintos temas que enfrentan cada vez más a las dos potencias.
Van desde la introducción de una polémica ley de Seguridad en Hong Kong, a las reclamaciones de China sobre las aguas territoriales del mar Meridional pasando por acusaciones de haber provocado la pandemia de covid-19.
La lista de agravios no deja de crecer y la presión sobre los diplomáticos chinos en territorio estadounidense es una muestra más.
Los últimos acontecimientos, el cierre de consulados en Houston y Chengdu y las amenazas al funcionamiento de la red social TikTok en Estados Unidos han sido vistos por la comunidad internacional como otro golpe a las ya deterioradas relaciones entre los dos países.
Pero no siempre fue así.
“En la década de los 70, el presidente Richard Nixon revirtió la política de aislar ala República Popular China que estaba vigente desde los años 50”, explica a BBC Mundo Steve Tsang, director del SOAS China Institute de la Universidad de Londres.
Nixon y Mao Zedong
Lo hizo con su histórica visita en febrero de 1972 a Pekín, Hangzhou y Shanghái en la que fue recibido por los líderes del Partido Comunista Chino y el propio Mao Zedong.
Con este viaje, empezó el proceso de acercamiento entre China y Estados Unidos que a su vez cambió la dinámica de la Guerra Fría, el enfrentamiento político y económico tras la Segunda Guerra Mundial que dividió el mundo en dos bloques liderados por EE.UU. y la Unión Soviética.
“Tanto China como Estados Unidos seguían manteniendo la cautela la una sobre la otra, pero tenían un interés común: alinearse contra la Unión Soviética”, recuerda Tsang.
“Nixon marcó el rumbo de las relaciones entre Estados Unidos y China, que finalmente resultó en una estrecha integración económica a principios del siglo XXI”, agrega.
“El discurso de Pompeo en la Biblioteca Nixon bien puede convertirse en un momento importante que marque un cambio estructural en las relaciones entre los dos países”, estima el experto.
La diplomacia del ping-pong
Aunque pueda parecer que Nixon fue el que inició el deshielo tras muchos años de distanciamiento bilateral entre los dos países, en realidad fue China la que con un pequeño gesto dio el primer paso.
En 1971, un equipo de jugadores estadounidenses se encontraba en Japón disputando el Campeonato del Mundo de tenis de mesa, un deporte muy popular en China con unos 100 millones de practicantes.
El grupo recibió la “sorprendente” invitación del gigante asiático para protagonizar unos partidos de exhibición.
Y así fue cómo los deportistas se convirtieron en los primeros ciudadanos estadounidenses en visitar la China comunista desde la llegada al poder de Mao Zedong en 1949.
Un año después de aquel tímido acercamiento, Nixon visitó varias ciudades chinas inaugurando oficialmente un periodo de normalización de las relaciones entre ambos países.
Pero Michael A. Szonyi, profesor de Historia de China en la Universidad de Harvard y director del Centro Fairbank de Estudios Chinos, nos recuerda que, en contra de lo que se cree, la motivación de Nixon no era sacar a China de su aislamiento sino que más bien estaba relacionada con la Guerra Fría.
“Lo que la administración Nixon quería era aislar a la URSS”, dice.
“En ese momento no había expectativas de que China se convirtiera en un factor de peso en la economía internacional y mucho menos de que las economías china y estadounidenses fueran a estar tan interconectadas”.
Para Szonyi, lo que perseguía la política de Nixon era mejorar la posición de Estados Unidos con respecto a la Unión Soviética, es decir, fortalecer su posición.
Una nueva China
La China de entonces no tiene nada que ver con la superpotencia que es ahora.
“En 1972 era débil, pobre y tenía un papel irrelevante en la economía global”, dice.
En todos estos años, apuntan los expertos, Washington siempre conservó la esperanza de que con la llegada del libre comercio, internet y los viajes internacionales, China se volviera más como Estados Unidos.
Sin embargo, ese parecido sólo ha sido económico, no político. Ahora compiten por el dominio mundial desde posturas enfrentadas.
“Es probable que la estrategia actual de Pompeo sea la de crear una nueva Guerra Fría”, estima Marie Adele Carrai, profesora asociada en Instituto Weatherhead East Asian de la Universidad de Columbia (EE.UU.).
Una idea que viene repitiéndose en la comunidad internacional desde hace meses a la vista de los ataques de Trump a China en varios frentes.
“Si miramos atrás, aunque ambos países tenían enormes diferencias, fueron capaces de establecer una comunicación que normalizó la relación y que se extendió al resto de la región de Asia-Pacífico”, cuenta.
“Sin embargo, ahora mismo es lo contrario. Hay diferencias sustanciales, pero es que además se están intentado crear más. Exagerarlas. No hay un deseo de la administración Trump pero tampoco de China de limar esas diferencias”, añade Carrai.
“Y es Pompeo quien está liderando esta narrativa”, concluye.
En lo que coinciden los expertos consultados por BBC Mundo es que Trump y su círculo cercano quieren culpar a China.
Cargar sobre ella la responsabilidad del actual caos internacional y también desviar la atención de los problemas internos.
¿Un nuevo bloque?
La principal consecuencia es que el gobierno de Trump parece estar tratando de crear una coalición mundial contra China.
“No lo llamaría exactamente así, aunque está teniendo ese efecto. Yo diría que es un frente unido, para usar palabras de la propia historia de China”, afirma Gregory J. Moore, del Foreign Policy Institute de la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.).
“Hay un grupo de naciones preocupadas por las trayectorias, cada vez más agresivas, de política nacional y política exterior del gigante asiático, y están preparadas para actuar de manera conjunta cuando sea necesario para hacer que Pekín rinda cuentas”, agrega.
Lo que es cierto es que a corto plazo las cosas entre las dos superpotencias no parece que vayan a calmarse.
Pero en el futuro, afrontar otra crisis como la del coronavirus o el mismo cambio climático dependerá de la cooperación de las dos.
Estados Unidos parece haber tomado un camino. Pero se puede revertir si Joe Biden derrota a Trump el 3 de noviembre y Pompeo deja de liderar la diplomacia estadounidense.
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